La expresión “Cada cual habla de la feria según le va en ella” tiene un origen popular que se pierde en los confines del refranero. Aparece citada en La Celestina, hacia 1500. En catalán, aunque Joan Amades firmó en 1951 una versión menos mercantilista (“Tothom veu la cosa segons la ullera que es posa”), también se repite desde tiempos inmemoriales el dicho en su traducción: “Cadascú parla de la fira segons com li va”. En definitiva, la sabiduría popular nos dice que cuando se trata de facilitar el encuentro entre compradores y vendedores –esa es la esencia de una feria– el resultado va por barrios.
Que la FIL sea, como indican sus siglas, una feria de libros y no una bienal da la medida de lo que cabe esperar. En esta edición en la que Barcelona es ciudad invitada, habrá autores barceloneses que conseguirán una proyección que no tenían en el mercado global en español, otros que se quedarán a medio camino y algunos que pasarán inadvertidos, devorados por el monstruo que, dicen, es la feria de Guadalajara. Y así será contada la feria por quienes participarán en ella.
⁄ La misma selección de autores y el debate que ha generado forman parte del relato
Pero es indudable que, sean cuales sean los resultados, todo el proceso previo a la apertura de puertas del pabellón ferial catalán habrá servido para reinstaurar en el imaginario colectivo el valor de Barcelona como centro de un ecosistema literario de primer nivel. La propia nominación como ciudad invitada fue todo un reconocimiento a una realidad que a veces se pone en cuestión, ya sea por las tensiones políticas Catalunya-España y sus derivadas o por cierta tendencia muy barcelonesa a asumir sin complejos algunos discursos críticos formulados desde fuera.
Por ejemplo, no es cierto que del boom latinoamericano de los 60 solo sobrevivan, a modo de souvenir, los lugares que frecuentaron García Márquez o Vargas Llosa, y que ahora la capitalidad literaria de Latinoamérica en España recaiga en Madrid. En la capital española residen excelentes autores del otro lado del Atlántico, pero Barcelona no se queda atrás. En esta ciudad viven y escriben una veintena larga de autores latinoamericanos con mucho talento, como Juan Pablo Villalobos, Pola Oloixarac, Santiago Roncagliolo, Rodrigo Fresán, Matías Néspolo, Jordi Soler, Paulina Flores, Fernanda García Lao, Eduardo Ruiz Sosa, Flavia Company o Cristina Peri Rossi. Algunos de ellos viajarán a Guadalajara formando parte de la delegación catalana. Se podría haber seleccionado a algunos más para que se visualizara aún mejor esta generación virtuosa, pero el hecho de que estemos enumerándolos y resaltando su valor ya es un reconocimiento a la aportación de esos nuevos barceloneses al universo literario de la ciudad.
Como suele suceder en estos casos, la lista de autores invitados ha generado cierta polémica. Sería ingenuo esperar que fuera del gusto de todos la proporción resultante entre escritores en catalán o castellano, entre los más literarios o los más comerciales, entre los más consagrados o las jóvenes promesas. Pero tanto la selección realizada como el debate que esta ha propiciado han contribuido a una necesaria puesta al día del hecho editorial barcelonés. El balance que se haga de la residencia barcelonesa en Guadalajara será más o menos positivo, pero es indudable que, durante unos meses, la ciudad se ha convertido en protagonista de su propio relato.
