Conocí a Lolita Bosch (Barcelona, 1970), en México, hace veinte años. Yo estaba trabajando sobre el exilio y una entidad española que no reparaba en gastos me pagó un viaje de exploración. Me alojaba en el Camino Real de México, un hotelazo, y tenía un señor, con un monovolumen enorme, que me llevaba de un lado para otro. Era tan desproporcionado que daba risa. Una noche, con Lolita, fuimos al Salón Tenampa, en la plaza Garibaldi, a ver a los mariachis. Recuerdo que Lolita me señaló a un chaval joven que durante un buen rato tuvo capitalizado al cantante. “És narco”. Era un chaval de unos treinta años como mucho, que intimidaba. “Però és dels petits: si fos un peix gros no faria el tifa d’aquesta manera”. Cuando el chico se cansó, los mariachis vinieron hacia donde estábamos nosotros: yo les pedí No me amenaces y Lolita, Cielo rojo, que le gustaba mucho, creo que le recordaba a un amor.
Estoy hablando de la Navidad del 2005, seis años antes de la publicación de Camps abans de tot això (Campos de amapola antes de esto) que le cambió la vida. Qué fácil es ir por el mundo con nuestros hoteles y nuestros monovolúmenes (bien, los hoteles y monovolúmenes de los organismos internacionales que no reparan en gastos), sin darnos cuenta de lo que sucede a nuestro alrededor. Sin ver que allí mismo, en la plaza Garibaldi, un vejestorio se lleva a una niña parta abusar de ella sexualmente, en un episodio que en Una vida normal sirve de ancla: aparece varias veces para explicar el compromiso de la gente que desafía el peligro y planta cara.
⁄ Del cristal transparente al espejo público de la violencia, de la marihuana al cactus de la desesperación
Una vida normal es un librazo, uno de los que más me ha gustado de Lolita Bosch. Es una narración muy equilibrada, nada sobreactuada, de primera mano, sin exhibicionismos, con testimonios de gente próxima y con la experiencia del miedo, que la autora ha vivido en primera persona porque a causa de sus libros y de su activismo internacional ha sido señalada por los narcotraficantes, y ha recibido intimidaciones y amenazas incluso en Catalunya.
Cada uno de los capítulos contiene una historia impresionante: todas juntas crean un relato de cerezas enlazadas.Va desde el momento que en unas vacaciones un grupo de amigos jóvenes y divertidos van a comprar cincuenta pesos de marihuana, una abuela sale de una casucha y les dice: “No le hagan esto a mi nieto”. Hasta que, gracias a una acción de denuncia y protesta, se consigue que México retire del consulado de Barcelona a un “cónsul estratégico”: un diplomático conchabado con el narco, que trabaja para favorecerlo y blanquearlo. Algunos de los picos del libro son la historia del secuestro de una persona relacionada familiarmente con Lolita Bosch y el retrato de un pequeño traficante, con quien la autora establece una relación hasta que el chico deja de responder correos, seguramente porque lo han matado. También es muy impresionante cuando relata las pesquisas para identificar, a partir de un retal, a las personas que los narcos hacen desaparecer en bidones de ácido.
Oleada de violencia provocada por grupos narcotraficantes en las calles de la ciudad de Culiacán, en el estado de Sinaloa (México), en 2019
Una vida normal no es sólo un reportaje, un libro de denuncia, ni el testimonio personal, bien escrito, de un conflicto. Tiene altura literaria: las descripciones, los diálogos, los personajes vivos: todo está muy bien combinado. Tiene argumento: desde la fiesta con marihuana o el intento de llamar a la policía durante el atraco de un banco (nadie hace nunca nada porque ya se sabe cómo termina la cosa), hasta la toma de conciencia, que pasa por el cuerpo, la vivencia del miedo, del terror (una cabeza cortada en una bandeja en una comunión). Como se normaliza la muerte y como la autora se resiste a normalizarla y a olvidar a sus muertos. Como la resistencia crea vínculos perdurables: el libro, que tiene momentos muy emocionantes, pone de relieve el valor de la solidaridad y la amistad, extensible al lector. Del cristal transparente al espejo público de la violencia, de la marihuana al cactus de la desesperación.
