Gótico, de la arquitectura a los secretos del alma

TENDENCIAS

Desde sus inicios en el siglo XII y las grandes catedrales a los relatos del siglo XIX y las estéticas de ahora mismo, el gótico no ha dejado de ser tendencia. Lo analizamos a la luz de tres exposiciones

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Mélanie Courtinat: ‘Ten Lands’, 2020, vídeo 3D realizado vía motor Unity © ADAGP, París, 2025 

© ADAGP, París, 2025

El gótico es tendencia. Tres exposiciones en Lens, París y Viena coinciden en afirmarlo. Incluso lo último de Rosalía va en esta línea para alcanzar la Lux . Porque hablar de gótico es hablar más que de un estilo arquitectónico, sublimado al erigir catedrales sostenidas por atrevidos arbotantes, es hablar de una forma de vida que asume una estética que profundiza en los secretos del alma humana, sea a través de la luz que se magnifica en las vidrieras, sea a través del poder normativo de los arcos apuntados según proponía John Ruskin, sea a través de crucerías donde se sitúan los ángeles para entonar sus cantos de alabanza a Dios según Hans Memling, sean las ruinas forjadoras de una oscura nostalgia de un tiempo áureo ya perdido como dejó escrito en 1764 Horace Walpole en el Castillo de Otranto , donde se evocan viejas historias de unos castillos por los que deambulan fantasmas.

Son la base del relato “gótico” que recurre al miedo como juego literario en grandes obras: el Frankenstein de Mary Shelley, los cuentos de Edgar Allan Poe o de Gustavo Adolfo Becker, la novela sobre Drácula de Bran Stoker llevada al cine por Coppola y Luc Besson, o en las actitudes vinculadas al postpunk de finales de la década de 1970 con el recurso a lo negro y los encajes en señal de rebeldía.

Taller de Jan Van Eyck, Detalle de arquitectura gótica (fragmento de un retablo), después de 1425

Taller de Jan Van Eyck, Detalle de arquitectura gótica (fragmento de un retablo), después de 1425

Christophe Delliere

CATEDRALES. Fragmento de una catedral de siglo XV, ya en estilo flamígero, donde se aprecian con detalle los pináculos, arbotantes y el rosetón de la fachada, característicos de este estilo europeo de los siglos XII_XV.

Para situar el interés que despierta hoy el gótico seguiré los pasos de tres exposiciones recientes, la del Louvre-Lens, la del Cluny de París y la de la Albertina de Viena, que tienen en común el mismo objetivo, desvelar un lenguaje artístico que ha definido la cultura europea.

Con el epígrafe Góticos , el Museo del Louvre-Lens, bajo la magistral propuesta de los comisarios Annabelle Tenèze y Florien Meunier, nos invita a desentrañar el misterio del gótico en un recorrido de larga duración desde la Catedral de Notre-Dame de París hasta Gotham City; vale decir, desde sus inicios a mediados del siglo XII en una región de Europa, con su apuesta teológica de que Dios es luz hasta las últimas propuestas en forma de una distopía urbana, célebre por el cómic y el cine a través del hombre-murciélago llamado Batman, que merodea por los tejados como si se tratase de una gárgola.

Porque en la exposición queda claro que la transición del románico al gótico fue el efecto de un debate teológico entre dos abades de la época, San Bernardo del Claraval y Suger de Sant Denis: debate que afectó al arte, pero también al modelo social, de renuncia en un caso, de implicación en la ciudad en el otro.

Iris Van Herpen, Vestido Catedral, primavera-verano 2012, alta costura

Iris Van Herpen, Vestido Catedral, primavera-verano 2012, alta costura

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LA MODA.  La arquitectura gótica llega hasta la alta costura en este vestido de la diseñadora Iris van Herpen que fue imprimido en 3D con poliamida y posteriormente galvanizado para conseguir el aspecto de madera.

Todo lo que sucedió en los siglos XIII, XIV, XV incluso XVI fue la extensión de un concepto del mundo asentado en un lenguaje artístico que orientó la piedad y el gusto, la pasión por los objetos, incluidos los libros, y la exigencia de la devoción; al tiempo que recuperaba el pasado como un valor histórico, con personajes claves en la formación de la religiosidad popular o de la mitografía sobre rebeldes: una columna de Salomé procedente de Cambrai llama la atención por su quieta belleza.

El crecimiento de las ciudades europeas se canalizó a través de un urbanismo donde la catedral era el eje, pero donde había un gran número de edificios civiles, lonjas, hospitales, ayuntamientos, casas patricias. Un culto a la vida, pero también a la muerte, dando lugar a las tumbas yacentes, una de las mejores expresiones del espíritu gótico, según Erwin Panofsky. Esa cosmovisión fue tan vilipendiada por los humanistas italianos seguidores de Petrarca en el siglo XV como admirada por los creadores de tendencia en el siglo XIX, los Victor Hugo, Viollet-le Duc, Dante Gabriel Rosseti o William Morris.

Aceitera, decoración de la catedral, hacia 1835-1850

Aceitera, decoración de la catedral, hacia 1835-1850

© Les Arts décoratifs / Jean Tholance.

IMITACIÓN. En la línea de imitación de las artes y la orfebrería medievales, con decoración de pináculos incluida, este uno de los ejemplos de las piezas que ornamentaron y sirvieron es espacios privados y eclesiásticos durante todo el siglo XIX y parte del XX.

De estos creadores de tendencia del siglo XIX habla la segunda exposición, la que tiene lugar en el Museo Cluny de París bajo el título Le Moyen Age du XIX siècle. Sus comisarios, Christine Descatoire y Fréderic Tixier, analizan la fiebre en Francia por el Medieval Revival entre 1820-1914 que provoca un profuso mercado de objetos “medievales” (orfebrería, esmaltes, tapices, joyas, marfiles, pintura de estilo troubadour ) con su obligado corolario, la falsificación. En esa época, la creación de casas de subastas como la de Drouot, o la proliferación de tiendas de anticuarios a lo largo del Sena hicieron que el dinero y los objetos corrieran por la ciudad, hasta donde llegaron millonarios rusos como el príncipe Soltykoff, que gastaron a manos llenas en antigüedades auténticas o falsas.

Esta exposición se articula en cuatro partes; en la primera, el estudio de los objetos es el sostén de una técnica de orfebrería medieval reconsiderada en las decimonónicas escuelas de artes y oficios; al alma del coleccionista se dedica la segunda parte, que se inicia con Alexandre de Sommerand, cuya colección es el punto de partida del Museo de Cluny y con Alexandre Basilewski, el “rey de los coleccionistas”, cuyo efecto social fue tan acusado que dio paso en una tercera parte expositiva donde se afronta la aparición de imitaciones exactas, de falsificaciones e incluso de pastiches como un “medieval” cinturón de castidad hecho a mediados del XIX.

Prueba de que el coleccionismo fue aprovechado por anticuarios poco escrupulosos que se enriquecieron vendiendo tales objetos falsificados, sin decir que lo eran. Es el caso de Francisco Pallás y Puig, un prolífico falsificador de objetos de madera, hueso y marfil.

Este coleccionismo da paso a la cuarta parte de la exposición, donde se compara lo verdadero y lo falso, una práctica interesante porque hasta los más entendidos a veces caen en el engaño. Mikhaïl Botkine poseía a sabiendas numerosas falsificaciones (placa esmaltada de San Mateo y San Lucas). Y muchos museos aun debaten si una pieza es original o una copia, o sencillamente una falsificación.

Pasar del deseo de engañar falsificando un objeto gótico a la pasión por situar el arte gótico como referente de un acto creador que reconsidere en profundidad el peso de la cultura germánica es tanto como dejar el Museo Cluny de Paris para acudir al Museo Albertina de Viena. Aquí tiene lugar la tercera exposición, que bajo el epígrafe Gothic Modern, Munch, Beckmann y Kollwitz , y comisariada por Ralph Gleis y Julia Zaunbauer, se plantea el efecto del gótico en el arte alemán y nórdico entre 1875 y 1925.

Partiendo de que el modernismo en el norte de Europa fue un movimiento que cuestionó valores académicos de inspiración neoclásica, se sigue el proceso creativo de grandes artistas como Akseli Gallen-Kallela, Käthe Kollwitz y Edvard Munch que en 1900 expusieron en la galería Secesión de Viena, dando paso a que otros artistas, los que se abrían al expresionismo, se dejaran llevar por ese mismo interés como fue el caso de Max Beckmann y Helen Schjerfbeck.

Hugo Simberg: 'El ángel herido', 1903

Hugo Simberg: 'El ángel herido', 1903

© Foto: Galería Nacional de Finlandia / Hannu Aaltonen

LOS ÁNGELES. El pintor finlandés recoge uno de los temas predilectos de los artistas de principios del siglo XX, el de los ángeles, que en este caso está herido con un ramillete de flores en la mano y transportado por dos personajes, donde se aprecia sin duda la influencia que tuvo el arte italiano tras su viaje a Italia en 1898 y en el que hace una

reflexión a su propia curación tras una grave enfermedad.

Porque el espíritu gótico que se detecta en pintores del siglo XVI como Lucas Cranach y llegan a Munch o Beckmann no es más que la aportación artística de los pueblos germánicos enfrentado al arte clásico grecorromano. Goticismo frente a clasicismo fue el debate del momento, un despertar al mundo de las runas y al panteón germánico donde Wotan era un ilustre paseante en busca del hombre y la mujer honrados.

Brassaï: 'Vue nocturne de Notre-Dame sur Paris et la tour Saint-Jacques

Brassaï: 'Vue nocturne de Notre-Dame sur Paris et la tour Saint-Jacques”, 1933

Brassaï - Reproduction: Musée d'Art Moderne / Parisienne de Photographie

LA NOCHE. Imagen del gran fotógrafo de la noche de Paris que resume el espíritu “gótico” por excelencia. Cielo iluminado, gárgola pensante sobre el tejado neogótico de Notre-Dame, con el Hotel -Dieu a los pies y al fondo, la torre gótica Saint-Jaches, por donde pasaban los peregrinos camino de Santiago de Compostela en la Edad media.

De ese modo, la recuperación del gótico tuvo un efecto proactivo en la valoración del arte europeo; y según el gran crítico Wilhelm Worringer, planteó la necesidad de rehabilitar las épocas no clásicas de Europa que hasta entonces habían obtenido sólo una valoración relativa al arte clásico, es decir, una valoración negativa.

En suma, tres exposiciones para situar el gótico como un gusto en alza en el siglo XXI, aunque la tendencia parece inclinarse a la parte oscura, tenebrosa, que el romanticismo y el posromanticismo advirtieron en su valoración de este lenguaje artístico y que hoy surge en la pasión por el dress code en las bodas, en la indumentaria de algunos grupos o en la estética visual y musical del Dark Rock y el Gotic Methal regado de castillos tenebrosos, doncellas apresadas y sonidos que basculan entre el rock y el folk; al cabo, los últimos avatares de lo ocurrido en la década de 1980 con la subcultura conocida con el término Goth en los grupos The Cult, The Cure o Joy Division de indumentaria melancólica de color negro.

Y eso será así salvo que, por uno de esos giros tan habituales en la historia, volvamos a considerar el valor de la luz inherente a este arte en sus orígenes al contemplar la Sagrada Familia de Gaudí: ese icono de Barcelona que nos hace exclamar: Gótico for ever!

Goticismos Museo de Louvre-Lens Francia www.louvrelens.fr Hasta el 26 de enero

La edad media del siglo XIX Museo de Cluny París www.musee-moyenage.fr Hasta el 11 de enero

Góticos moderno: Munch, Beckmann y Kollwitz Museo Albertina  Viena www.albertina.at Hasta el 11 de enero

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