Coches y olivos que unen

Motor | Dakar

El leridano Eduard Pons se mete ‘top 40’ con su Taurus T3 Max del equipo Nasser Racing del pluricampeón Al Attiyah, que lo adoptó como su protegido

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Eduard Pons y Nasser al Attiyah comparten amistad y proyectos desde que se conocieron en el 2020

NASSER RACING

Después de comerse los 588 km de la etapa y un retraso de 33 minutos por un pinchazo y una suspensión rota, en el campamento de Al-Ula el príncipe qatarí baja de sus aposentos y va a visitar a sus chicos del Nasser Racing. Los saluda uno a uno y se interesa por cómo les ha ido el día, con el aire gélido cortando la cara. De los cuatro coches que paga de su bolsillo Nasser al Attiyah, cuatro Taurus T3 Max (a más de 215.000 euros la unidad), tres los pilotan sus pupilos qataríes –entre ellos, su hermano Jalifa–. Y el cuarto es para su ahijado, por así llamarlo. Su amigo, su socio, su colega Eduard Pons (Lleida, 57 años), un empresario del vino y del aceite, que encuentra el equilibrio entre carreras –es el actual campeón de la Copa del Mundo FIA de bajas–, la familia y el negocio.

Pons es el ojito derecho de Al Attiyah, el pentacampeón del Dakar. Aunque el empresario agroindustrial, en su segunda participación, corre en otra división, los Challenger, escalón inferior a los T1+. Son coches tipo buggy limitados en velocidad (a 135 km/h) y en potencia (177 CV). Y Pons, gracias a Al Attiyah, dispone de uno de los mejores del mercado.

“Siempre nos habíamos encontrado con que no éramos suficientemente competitivos por no tener la pieza necesaria, y este equipo nos lo da. Hay una apuesta directa de Al Attiyah para ponernos en la mejor plataforma”, explica Pons, que no es un advenedizo en la competición. El leridano es un piloto polivalente que empezó a competir en 1989 en el Volant RACC de rallies de asfalto. Ha pasado de los circuitos –la Copa Seat León o las 24 Horas de Montmeló– a los rallies de tierra del campeonato de España, pruebas de cross-country y rally-raids, y algunas del Mundial de WRC2.

Fue precisamente a través de los rallies como conoció a Al Attiyah, en el 2020, volviendo ambos de una carrera de Canarias. “De hecho, la relación con Nasser nace gracias al aeropuerto de Barcelona, que entrega las maletas muy tarde”, puntualiza Pons. “Aquel día estuve tres horas esperando en la cinta, y Nasser, también. Allí comenzó nuestra amistad. Luego nos fuimos encontrando muchas veces, el roce hace el cariño, y la relación fue evolucionando del motorsport al mundo agrario”.

Y aquí es donde aparece la faceta agraria del qatarí, un enamorado de Catalunya. En su masía de Can Ponç en Castellfollit del Boix (Bages), en una finca de 200 hectáreas, Al Attiyah ha montado sus circuitos de entrenamiento, el Nasser Camp, pero también se preocupa del entorno. “Tiene un proyecto de plantar olivos porque, con tantos años de sequía, teme que el bosque le invada el territorio. Así embellece la zona y sirve de cortafuegos. Él es el rey del volante, pero en temas de aceite estamos nosotros”, ríe Eduard.

Pero una cosa es plantar olivos y otra que te pongan un coche gratis, como ya hizo el generoso qatarí con Albert Llovera en el 2014, con Philippe Croiuzon en el 2016 y con Romain Dumas, al que le cedió su Toyota Hilux a las puertas del Dakar 2019, cuando se le quemó el coche al francés en la prólogo. También con Pons es cuestión de confianza. “En los rally-raids se necesitan pilotos maduros y centrados, y Nasser ha visto mi capacidad de gestión, soy fuerte físicamente, y para mi edad (57) me encuentro en forma. Lo he demostrado con resultados y con una capacidad de gestión muy alta. Nasser quiere unas garantías, no quiere pilotos estrafalarios para su equipo. Es un privilegio muy grande formar parte del proyecto, y además ser su mano derecha”.

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