El jefe rebelde quería verme y yo sabía qué significaba aquella gravedad en el tono: problemas. Uno de los líderes de la milicia M23, que ha conquistado varias ciudades del este de Congo en las últimas semanas y protagoniza una guerra cruel en el país, se había enterado de que había ido solo a hacer entrevistas a desplazados al norte del lago Kivu, un lugar donde no querían miradas ajenas, y escupía rayos por la boca. Era comprensible: el grupo rebelde ha ordenado el desmantelamiento precipitado de los campos y exigido a la gente que vuelva a sus casas, y la medida ha dejado a decenas de miles de personas desamparadas. La seriedad al otro lado del teléfono auguraba nubarrones.
–Ven ahora y hablamos.
De momento, el pin del Barça funciona con los líderes de la milicia M23
Mientras aguantaba el chaparrón de autoridad militar, me imaginaba con una patada en el culo en la frontera ruandesa o, peor, en un calabozo oscuro durante unos días, pero al hombre se le ocurrió preguntar. A ver, tu pasaporte, ¿de dónde eres?
El brillo de sus ojos cuando dije que era de Barcelona me abrió un resquicio de oportunidad.
–¿Eres del Barça o del Madrid?, pregunté.
El rebelde no había surfeado aún por la ce trencada que yo ya había sacado de mi mochila un regalo desesperado: un pin y una bandera del FC Barcelona.
Aquel as en la manga que llevo a todos mis viajes africanos funcionó como nunca. El militar sonrió, se colocó la insignia en el bolsillo de la camisa, dobló la bandera con cuidado y me estrechó la mano con fuerza. “Ah, le barcelonais!”, dijo.
Desde aquel momento, he seguido aquella veta blaugrana como si fuera de oro macizo. El viernes, cuando sortearon la Champions, le escribí al instante para informarle de que a los culés les había tocado el Benfica y lo celebramos juntos. Tras comentarle que los portugueses serán duros, pero que evitar de un plumazo a Madrid, Liverpool, PSG y Atlético hasta una posible final era para tirar cohetes (lo admito: fue una expresión desacertada), aproveché para pedirle si podría entrevistar a su jefe y líder de la rebelión. A ver si cuela.
Anoche, antes de ver el partido contra el Las Palmas, me pasé de la raya con mi abrazo a la fraternidad rebelde: le dije que cuando venga a Barcelona iremos juntos al Camp Nou.
Me respondió que vale, pero si eso cuando le quiten las sanciones internacionales por crímenes de guerra, que por ahora no puede viajar.