Este City es una calamidad y el Liverpool, como el Madrid, se encargó de recordárselo. Con su primera victoria en el Etihad en la liga desde 2015 el conjunto red pone la directa hacia el título y ya cuenta con once puntos de renta sobre el Arsenal, aunque con un partido más. Muy lejos, a veinte puntos, queda el City, cuarto pero empatado con el quinto, el Newcastle, y con la clasificación para la Champions comprometida.
Consecuencia lógica de una caída infinita, con la octava derrota en la Premier y con la misma sensación de impotencia que en el Bernabéu. El Liverpool no fue exigido al límite y se impuso como quien no quiere la cosa. Qué tristeza transmite el conjunto de un Guardiola irreconocible por su falta de soluciones.
Todo se resolvió ya en la primera parte. ¿Estaba haciendo un mal encuentro el Manchester City? No especialmente. ¿Estaba jugando un partido brillante el Liverpool? Tampoco. Y, sin embargo, camino del descanso el conjunto de Guardiola y el de Slot representaban dos mundos bien distintos. Hundido, deprimido y desnortado el vigente campeón de la Premier. Sólido, seguro, convencido el que si no se produce un terremoto le sucederá en el trono.
No necesitó elaborar una pieza de orfebrería el Liverpool para marcharse a la pausa con un 0-2 que golpeaba el mentón del ya de por sí derrengado Manchester City. Un par de combinaciones entre el húngaro Szoboszlai y el genial Mo Salah le bastaron al líder para propinar dos mandobles a un rival con la mandíbula de cristal y al que todo le sale al revés.
Salah realizó un partido estupendo, abrió el marcador y brindó la asistencia del segundo tanto ‘red’
En el 0-1 (14) Szoboszlai prolongó un córner al primer palo para que Salah embocara desde el punto de penalti con facilidad y con la colaboración de Aké, que desvió el remate. Gol número 25 de Salah en la Premier. En el 0-2 (37) el egipcio sirvió al húngaro para que batiera de chut raso a Ederson, que nada pudo hacer.
El Liverpool, pragmático, no funcionaba en plan avalancha. Se limitaba a contener los inofensivos intentos del City y a seleccionar sus ataques de manera quirúrgica. Guardiola se desesperaba, entre gestos e instrucciones constantes. Sin resultado. Pep tomó la decisión de rejuvenecer el once con respecto al desastre del Bernabéu. Pagaron los platos rotos con justicia veteranos como Bernardo Silva y Gündogan, que fueron poco menos que dos pasmarotes en Madrid. También les acompañó en el banquillo Ruben Dias. En cambio, el que entró fue De Bruyne, que demostró que su nivel ha bajado varios cuerpos. Es una pena pero el belga está para poner la mano en una liga como la saudí y nada más. Mejor estuvo otra de las novedades, Doku, que apenas juega últimamente. El extremo lo intentó ante Alexander-Arnold aunque es cierto que después de la primera finta o regate se le suelen apagar las luces. La otra banda estaba ocupada por un discontinuo Savinho. Dos chuts flojos de Foden y otro igual de suave de Marmoush fueron el único bagaje del City en la primera mitad.
En el Etihad corría como la pólvora la melancolía y más sin en el concurso de Håland, fuera de la convocatoria por la lesión de rodilla que ya le impidió jugar en Chamartín.
Por enésima vez esta campaña el City tenía que remar a contracorriente. Precisamente la semana que su entrenador había dicho que procede un cambio de ciclo y que su equipo no tiene actualmente ritmo competitivo para descabalgar a según qué rivales.
Guardiola sentó a varios pesos pesados pero sus relevos tampoco sirvieron para nada
No hubo manera de trocar la película. El Liverpool bordeó el tercero con un gol anulado por milímetros a Curtis Jones y con un trallazo de Luis Díaz. Era como si se enfrentaran dos púgiles de distinto pesaje. Uno blando y el otro, rotundo. Como la mayor parte de la temporada.
