La nómina del Giro de Italia, que empezó en Albania y ayer tocó tierras transalpinas, estaba repleta de buenos sprinters, desde Mads Pedersen, líder y vencedor de dos de las tres etapas albanesas, pasando por Sam Bennett, Kooij, Groves, Strong, Kanter o incluso el venezolano Aular (Movistar). En pocos lugares del país de la bota se aprecia tanto una volata como en Lecce, casi en el tacón, donde ya habían ganado algunos de los más grandes: Cipollini en 1998 y Petacchi en el 2003, en las dos últimas veces que se llegó a la ciudad.
Pero ayer, a los velocistas importantes se les coló en la fiesta el neerlandés Casper van Uden (Picnic), que les sorprendió en una llegada masiva un tanto caótica por los continuos estrechamientos del circuito urbano de Lecce.
Van Uden, de 23 años, está participando en su primera grande y aún no se había podido meter en ningún sprint, al quedarse descolgado en los puertos precedentes. Así que ayer, etapa muy plana de 189 km en la que Roglic cogió 2s de bonificación, era su primera ocasión. Y salió muy mentalizado de buscar la campanada.
La intención era clarísima en el equipo Picnic –antiguo Dsm– tanto que tres de los ciclistas, Van Uden y los dos corredores que se iban a encargar de prepararle la llegada (Edmonson y Welten), decidieron utilizar un casco aerodinámico, con visera incorporada, casi de contrarreloj. Mientras que a Poole y Barguil, los dos escaladores, les permitieron salir con el casco más ortodoxo y las clásicas gafas de sol.
La apuesta a Van Uden le salió de maravilla y, nada más cruzar la meta, el ganador se señalaba el casco, como atribuyéndole una parte del mérito a ese detalle. El año pasado, en el Tour de Francia, otro velocista neerlandés, Groenewegen, venció una etapa al sprint con unas gafas especiales que cubrían la nariz. Ganancias marginales que funcionan y dan resultado. Innovaciones que ayudan, aunque después igual haya que pedalear más que el resto.
