¿Qué es intranscendente?

Por la escuadra

La onda expansiva del éxito es infinita. Coincidiendo con el título de Liga, una de las protagonistas (interpretada por Hannah Eibinder, actriz y escritora) de la serie Hacks luce una camiseta vintage y premonitoria de la marca Kappa. La protagonista es el colmo de la modernidad: sexualidad no binaria y una conciencia medioambiental digna de Greta Thunberg. Es un detalle anecdótico que acompaña unos días de euforia que ayer, justo antes de la derrota contra el Villarreal, desembocaron en un debate sobre si el Barça debería haber jugado solo con futbolistas de casa imitando aquel hito del mandato de Tito Vilanova.

Es uno de los efectos de la felicidad culé: elucubrar mientras se acepta como intranscendente una derrota con la grada haciendo la ola. Este fetichismo patriótico es una novedad que hasta ahora no formaba parte de los protocolos que animan las jornadas en las que el equipo ya ha logrado su objetivo. Para ser coherente, el Barça nunca debería jugar solo con jugadores de casa como homenaje a su origen. Lo dice la historia: unos expats escoceses, ingleses y suizos que, vetados por las asociaciones deportivas locales, deciden fundar un club. Algunos expats se convierten tanto a la causa del club y del país que propulsan su identidad hasta los límites actuales (volvemos a Hacks ).

Para ser coherente, el Barça nunca debería jugar solo con jugadores de casa

A partir de aquí, sabemos que el equilibrio perfecto pasa por una presencia mayoritaria de jugadores de casa combinados con joyas de importación susceptibles de convertirse al escudo. Un ejemplo de conversión sería Hansi Flick, pero podríamos añadir a todos los jugadores no indígenas que han contribuido a un título con una narrativa menos dramática y más espectacular que la de títulos anteriores. Luego queda la resaca de la rúa, un ritual que puede parecer mecanizado, pero que, en la práctica, actúa como cemento de la memoria.

BARCELONA, SPAIN - MAY 18: Robert Lewandowski of FC Barcelona lifts the La Liga EA Sports title trophy following the La Liga EA Sports match between FC Barcelona and Villarreal CF at Estadi Olimpic Lluis Companys on May 18, 2025 in Barcelona, Spain. (Photo by Florencia Tan Jun/Getty Images)

El polaco Lewandowski levantó su segunda Liga con el FC Barcelona

Florencia Tan Jun / Getty

Los que vivimos la rúa de la Recopa de 1979 muchos años más tarde acompañamos a los hijos que nunca imaginamos que tendríamos a la rúa de la Liga del 2006 (mi hija quería ver pasar a Víctor Valdés porque, según ella: “Es muy guapo”). Estos días han circulado imágenes de los aficionados del Crystal Palace tras ganar la FA Cup. La emoción que transmiten pertenece a la dimensión intangible del fútbol. Vemos a padres, hijos, abuelos y nietos llorando sin ninguna contención. Son, igual que algunas conductas de la rúa del viernes, reacciones exageradas, que sería estéril analizar desde el rigor racional. Pero son la clave para desencriptar el vínculo –en la victoria y en la derrota– entre los aficionados y su club. El viernes, la Guardia Urbana habló de más de 670.000 personas por las calles de Barcelona. La mayoría eran jóvenes y niños (acompañados, o no, de adultos más o menos responsables). En el 2006, el Barça fue tan feliz que celebró dos rúas con solo quince días de diferencia. La primera reunió a 1.200.000 personas, y la segunda, después de la victoria de la Champions de París, a medio millón. Los que estábamos entonces y los que acudieron el viernes representamos el “tant se val d’on venim” y la diversidad de criterios a la hora de decidir qué es y qué no es intranscendente.

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