“Un gran poder comporta una gran responsabilidad”, sentenciaba el tío Ben ante Spiderman. Así, los cómics del superhéroe de Marvel hicieron viral esta cita cuando todavía no existía ni el concepto viral y entró a formar parte de la cultura pop. El principio de Peter Parker, le llaman los entendidos. Sin embargo, si estiramos del hilo, la historia nos ha ido dejando ejemplos de que esta afirmación es patrimonio de la sabiduría popular. Un documento fechado de la Revolución Francesa, de la Convención Nacional, ya rezaba que “una gran responsabilidad es el resultado indisociable de un gran poder”. Y, aún más allá, en una de las parábolas que incluye el Evangelio de san Lucas encontramos “a quien mucho le dan, mucho le pedirán”. De superhéroes con un gran poder y una gran responsabilidad, los hospitales están llenos. Por poner solo un ejemplo.
Joan Laporta y Lamine Yamal firman la renovación del delantero hasta 2026
Y después hay una especie muy particular de personas con el gran poder de generar felicidad. El caso más reciente y explosivo es el de Lamine Yamal. Verlo jugar, sin miedo, sin complejos, con una autoconfianza impropia de su juventud, ha generado toneladas y toneladas de felicidad e ilusión en el barcelonismo en los últimos meses. Este superpoder es difícil de medir, pero esta semana el Barça le ha puesto una cifra. De momento, ni pública ni oficialmente. Una renovación sin números y también sin imágenes. Ni una sola fotografía ni un frame de vídeo de la renovación más esperada y más primordial del club en los próximos años. La explicación oficiosa es que, en un acto tan importante, faltaban personas especiales para el jugador y no quería hacerse la foto sin ellas. No recuerdo que, en ninguna renovación, los familiares aparecieran en la fotografía del presidente y el jugador dándose la mano. Ni tampoco que intervinieran en las declaraciones a los medios oficiales del club.
La juventud de Lamine Yamal hace que su magia se vuelva extremadamente vulnerable
No recuerdo tampoco una cena de hermandad para celebrar los éxitos de la temporada donde faltara el jugador franquicia por unos inaplazables compromisos publicitarios. Todo muy extraño. Y preocupante. A nadie se le escapa la dimensión que la figura de Lamine Yamal supone para el Barça ya actualmente y, especialmente, en clave de futuro. Ha aparecido para sacar al club del luto y revestirlo de alegría. Pero solo tiene 17 años. Casi 18. Y este superpoder suyo pesa y es difícil de gestionar.
La juventud y el contexto personal de Lamine hacen que su magia futbolística se vuelva extremadamente vulnerable. Y solo un acompañamiento responsable puede proteger esta magia. Ni hacer la vista gorda, ni reír las gracias, ni relativizar ni dejar pasar. La responsabilidad. Otorgar un gran poder a un futbolista y exigirle poca o ninguna responsabilidad es jugar con un fuego donde todos los implicados, también el jugador, pueden acabar quemándose. Y estaba convencida de que, esta lección, el Barça ya la tenía aprendida.
