La vida es cíclica y a veces te devuelve lo que alguna vez te quitó. Cambian las tornas y de donde una vez saliste derrotado, llegas triunfal convertido en un ave fénix. Se comprueba en el Colle delle Finestre, el puerto que acoge el juicio final y decide la carrera un día antes de Roma. Y contra todo pronóstico, en el coliseo romano se coronará a un gladiador inesperado, Simon Yates, el tapado, que asaltó la maglia rosa ante el marcaje férreo de Del Toro y Carapaz, que después de tantos combates entre ellos se olvidan del tercero en discordia. Lo pagarán.
El ciclismo puede ser dulce y amargo, justo y cruel. De la decepción a la victoria pasó el Yates del Visma. Víctima en el pasado, verdugo en el presente. Ha tardado siete años en resarcirse pero ha saldado una cuenta pendiente con la corsa rosa. Todo lo contrario que Del Toro, que, de tanto soñar y mirar al cielo, conoció la miseria.
El líder fue demasiado pasivo
Simon Yates emula a su compatriota Froome en el 2018 mientras el mexicano comete los mismos errores que Dumoulin
El Colle delle Finestre fue juez inmisericorde. Allí, incluso antes de la grava, Simon Yates emula a su compatriota Froome, que en el 2018 le arrebató el Giro. Dos británicos, dos exhibiciones paralelas. Entonces Froome era cuarto y recuperó 3m22s. En la salida, Yates tenía 1m21s perdido y ¡les acabó metiendo a sus rivales más de cinco minutos!
Allí, durante la larga ascensión del temible sterrato, Isaac del Toro, el más fuerte durante 19 etapas, se ve aislado y comete los mismos errores que Tom Dumoulin aquel año. A sus 21 años, tan joven y tierno, duda en si ir hacia delante y llevarse con él a Carapaz, el rival que más le había atacado, con el peligro que eso podría conllevar en la última ascensión, o esperar a sus compañeros e intentar salvar con su ayuda la papeleta. Fue el Del Toro más terrenal de las tres semanas. Eso le condenó.

Simon Yates besa la maglia rosa que este domingo llevará a Roma
Allí, justo después, en la bajada y el falso llano camino de Sestrière, Van Aert se disfraza de Miguel Indurain en la contrarreloj del Giro de 1993 para devorar los kilómetros, convertido en el mejor gregario para Simon Yates. Tira y tira y van cayendo los minutos a favor de su líder, al que lleva a rueda, en carroza, hasta falta de 6 km a la meta, cuando todo el trabajo estaba casi hecho.
Por detrás se paran, por delante ayuda
En el descenso y el falso llano a Sestrière, Simon encuentra la inestimable ayuda de Van Aert, su mejor gregario
Carapaz no espera y desde abajo del Colle delle Finestre arranca con furia. Del Toro le sigue, como siempre, para que el ecuatoriano no se crezca. Le seca cada vez que lo prueba. Por detrás, a su ritmo, llega Simon Yates y, viendo que no dejan de mirarse, les ataca. Al tercero, Carapaz se cansa de hacer el trabajo al líder y no va por el británico. Le pasa la patata caliente. Ambos juegan al póquer, casi se paran, parece un velódromo en el camino sin asfaltar de la montaña. Del Toro no colabora y Carapaz no va de farol.
El enfado de Carapaz
“Al final, Del Toro ha perdido el Giro. No ha sabido correr bien. Éramos los más fuertes pero ha ganado el más inteligente”
Coronan con menos de dos minutos de desventaja con Yates, que ya ha dado el vuelco. ¿Podrán remediarlo? El líder ahora si busca hacer una alianza. Carapaz niega con la cabeza a la petición de ayuda. El Giro, ni para ti ni para mí. Serios, con los labios sellados, casi ni se miran. Mastican la rabia y la procesión va por dentro. Cuando el grupo con Majka y McNulty les alcanza, todo está perdido. Simon Yates ya les saca cuatro minutos.
“Al final, él ha perdido el Giro. No ha sabido correr bien. Éramos los más fuertes pero ha ganado el más inteligente”, le recrimina Carapaz. Y el más listo, el que se lleva el gato al agua, es un emocionado Simon Yates, que se acuerda bien del 2018. “Cuando vi el recorrido y vi que estaba esta etapa me dije: ‘Tengo que cerrar este capítulo, tengo que hacer algo’. Pero no sabía si sería capaz de hacerlo”. Pero sí que lo fue, se convirtió en un ave fénix rosa.