Barry y el aroma de las castañas

Gol Sur

Barry y el aroma de las castañas
Corresponsal en África Subsahariana

A Barry le gustaban las castañas asadas porque le transportaban a un tiempo lejano, a su niñez. El aroma de castañas era para Álvaro Barrantes, Barry , un atajo para volver a ser feliz: aquellos otoños compartidos con sus padres y su hermano, aquellos octubres fríos de libertad y bromas con sus amigos del barrio, aquellos días de curro en una oficina de Madrid junto a una plaza donde unas mujeres tostaban castañas en las tardes de noviembre.

Barry iba para base del Estudiantes pero las lesiones me hicieron un regalo. Fue el mejor cámara y compañero de cobertura que se puede tener y viajamos juntos por Nigeria, Kenia, Congo, Sudán del Sur y varios países más.

Fue el mejor cámara y compañero de cobertura que se puede tener

Barry era de esos tipos de alma obrera, generosos y nobles que saben diferenciar sin esfuerzo entre lo que está bien y lo que está mal –eso tan difícil– y actúan en consecuencia a unos valores aprendidos en casa. Me acompañó mil veces a garitos africanos de mala muerte para ver partidos del Barça que no le importaban un comino solo porque para él cualquier detalle, el fútbol también, era una forma de decir “me importas, tronco”.

Barry se murió el viernes después de años torturado por una enfermedad canalla y nuestro Rodri le despidió con las palabras más bonitas que un amigo puede decir de quien se convirtió en su hermano. Rodri dijo que, pese a los años interminables de hospital, del dolor insoportable y de los miles de análisis que fueron callejones sin salida, ni se nos ocurriera olvidar que Barry había tenido una vida maravillosa. Había recorrido el mundo, había sido buen amigo, pareja, hijo, hermano y se había hecho querer como nadie.

FOTOS: ÁLVARO BARRANTES I XAVIER ALDEKOA

Una de las imágenes realizadas por Álvaro Barrantes en sus trabajos con Xavier Aldekoa 

Álvaro Barrantes

Cuando Rodri habló así de Barry recordé una tarde en Lagos cuando yo andaba desesperado para ver una eliminatoria del Barça de la Champions y Alvarito, pese al cansancio de días de trabajo, me acompañó a recorrer todos los bares del barrio en busca de un rincón donde echaran el partido. Mientras buscábamos, nos cruzamos con una anciana que, sentada en un costado, asaba en una sartén llena de arena unos frutos redondos. Barry se detuvo en seco: “espera, Aldekoa, que huele a castañas”.

Le compró una bolsa gigante a la mujer y poco después encontramos un bar para ver el partido. Él estaba tan feliz comiendo aquellas extrañas castañas nigerianas, tan absorto en aquel instante, que no levantó la vista en todo el partido. Mientras comía, Barry me habló de su gente, de su hermano, de Chus. Han pasado los años y no soy capaz de recordar aquel partido ni mucho menos el resultado, pero recuerdo perfectamente el aroma tostado de aquellos frutos raros y veo como si fuera hoy su cara de felicidad al otro lado de la mesa.

El fútbol es un deporte extraño; a veces, cuando menos importa, te regala recuerdos efímeros que son para siempre.

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