Se retira Romain Bardet, que en el 2016, con 25 años, hizo segundo en el Tour tras Froome y se puso en su espalda el peso tremendo de gran esperanza francesa. Es su último día como profesional, sin que se acercase a repetir aquel resultado. Por delante va escapado Lenny Martínez, también francés, de 21 años, a quien la prensa, ansiosa tras 40 años de espera, también le quiere endosar la etiqueta de posible vencedor del maillot amarillo en París. Pero a Tadej Pogacar se el enternece el corazón y comparte el protagonismo con ellos. Prefiere no abusar de una afición y un país con la que convivirá tres semanas a partir del 5 de julio, cuando arranque el Tour de Francia en Lille.
Así que en la ascensión a Mont-Cenis, final de la octava y última jornada del Dauphiné, el campeón del mundo opta por lavarse las manos. Se desentiende de la pelea. Amarra la general cuando acelera Vingegaard, con el que incluso colabora y pasa al relevo, pero nunca se pone en serio. No hay ritmo de caza, ni siquiera esprinta por ser segundo con el danés. Se lo cede. Otro segundo puesto para el del Visma, el quinto en ocho etapas, también plata en el podio final.
Es un Pogacar político, una faceta diplomática que se ha visto muy poco desde que explotó en el 2019.
A Miguel Indurain se le conoció como el campeón-caballero, porque no quería apabullar, dejaba ganar (no disputaba los triunfos de etapas) a otros ciclistas y esa actitud magnánima era también su forma de tejer alianzas.
El esloveno de Komenda está más cerca de la forma de correr de Hinault y Merckx, caníbales voraces, que de la del navarro. Gana todo lo que puede. Pero por un día sienta bien ser generoso. Jugar a los regalos, tener detalles. Sobre todo porque no ha sido su equipo, el UAE, sino los noruegos del Uno-X los que han puesto a los escapados, entre los que van Enric Mas e Iván Romeo, dos Movistar, a tiro.
Pogacar elige guardarse su victoria 100 para más adelante. Sería bonito que el número redondo llegase en todo un Tour, donde busca su cuarto amarillo y donde ya ha ganado 17 etapas.
Es un aplazamiento en toda regla. Nada más.
Incluso Vingegaard sabe que está relajado. Ambos se ríen en el grupo cuando el danés le hace una broma a su gran rival. “Me ha hecho una broma. Había una señal que decía Fermée (Carretera cerrada) y me ha dicho: “¡Qué lástima que no podemos subir””, descubre Pogacar. Ya vendrán los días de los ataques serios y las caras de póquer.
De momento, Pogacar, de 26 años, ata la victoria 99 como profesional con la general del Dauphiné, prueba que le faltaba en su palmarés. Cada vez son menos las que no tiene. “Este resultado da mucha motivación al equipo para el Tour, que es el gran objetivo”, detalla el esloveno, que hasta el 5 de julio descansará y, como el año pasado, se irá a Isola a entrenarse en altitud.