La colega Joana Bonet Camprubí reivindicó el martes en este diario el empleo del segundo apellido. El artículo era sentido y a uno le gustan los textos sentidos y algo personales porque se leen mejor y tocan la fibra del lector (el caso es tocarle algo al lector aunque a veces sea donde más duele).
Dudo que la amiga Bonet Camprubí conozca que en la España franquista hubo un colectivo de hombres, entre ellos machirulos , del mismo Bilbao o cejijuntos de solemnidad, que llevaron el apellido de sus madres a la esfera pública (la mala noticia es que sus señoras madres también estaban en boca de los aficionados). Hablamos de los árbitros de fútbol, pioneros a su pesar de tan sensata causa feminista del siglo XXI.
El VAR ha empeorado el arbitraje en España, tesis que avala su invisibilidad en el Mundial de Clubs
La razón de que los Japón Sevilla, Condón Uriz, Guruceta Muro o Pes Pérez -por citar algunos– luciesen el apellido materno no fue otra que el ascenso a Primera de un trencilla murciano que se llamaba –falleció en el 2024– Ángel Franco. A la que la prensa tiró de ingenio y empezó a titular “Franco se cargo el partido” o “Todos culpan a Franco”, algún cerebro del régimen se percató del riesgo y los árbitros pasaron a ser mencionados con apellido paterno y materno.
Los árbitros españoles tenían mala reputación, como sucedía en este país con quienes ejercían la autoridad, ya fuesen acomodadores de cines, serenos de barrio o jueces de línea.

El árbitro Juan Martínez Munuera durante el partido de Liga que disputaron el Atlético de Madrid y el Celta de Vigo
La mala reputación fue cambiando, tanto como la preparación física. Aún así, la equiparación con sus colegas del resto de Europa siempre ha ido a remolque, un paso por detrás. Hoy, hemos vuelto a las andadas...
De los 35 árbitros del Mundial de Clubs que se disputa en Estados Unidos, once son europeos. ¿Españoles? Ninguno. La ausencia es un síntoma, otro más, del momento del arbitraje español. Yo no creo que la culpa sea de Pedro Sánchez –las cosas como son– sino de la nefasta utilización del VAR, esa herramienta tecnológica cuya introducción parecía garantizar el fin de las polémicas en un fútbol, el nacional, muy proclive al barro, el barullo y las broncas a cuenta de los colegiados.
La novedad tecnológica, implantada en la temporada 2018-2019, ha terminado por empeorar el arbitraje y llevarlo a pasajes de desquiciamiento. Se diría que en la sala esa bunkerizada hay muchos egos y el pato lo paga el colegiado sobre el césped, víctima del fuego amigo. Ignoro los criterios de designación de la FIFA para esta competición en EE.UU. pero es una bofetada al fútbol español y no gratuita...