Dinero no rima con gloria

Por la escuadra

Dinero no rima con gloria
Corresponsal en África Subsahariana

Hace años, el verano era sinónimo de ansiar que empezara la Liga. Terminaba el torneo, ya fuera con amargura o éxtasis para tu equipo, y en cuanto acababan las clases te disponías a atravesar un desierto de balón que a veces, solo a veces, se veía interrumpido por unos Juegos Olímpicos o un Mundial, que te atropellaba las vacaciones y veías de reojo en bares furtivos, y de aquella manera, porque se mezclaban con unas vacaciones con tus padres en un camping de Tarragona o de Gijón donde no había televisión.

Hace ya algún tiempo que el fútbol rima cada vez menos con palabras a fuego lento como expectación, paciencia o pasión. Apenas había acabado la Liga, el balón rodó para una Nations League que exprimió a los futbolistas y embutió un torneo raro en mitad de junio. Imagino que el teatro reportó beneficios, pero la prisa no es amiga de la gloria: hoy muchos no recuerdan quién ganó el campeonato que se jugó hace menos de un mes. Hagan la prueba y pregunten. (Spoiler: ganó Portugal).

El Mundial de Clubs es un intento superfluo de comprar honra y carisma a golpe de billetera y lujo hortera

Sin tiempo de reacción, empezó el torneo de verano más caro de la historia. El dinero manda y, si resiste en el tiempo y hace cambios (las incomprensibles ausencias de los campeones de la Liga, la Premier y el calcio desmerecen la fiesta) quizás convertirán el Mundial de Clubs en un torneo prestigioso, pero ahora mismo es un pestiño sin alma. El Mundial de Clubs es el equivalente a Dubai o Abu Dabi frente a París, Londres o Nueva York. Un intento superfluo de comprar honra y carisma a golpe de billetera y lujo hortera.

No importa que para ello haya que someter a los mejores futbolistas a un mes de partidos con rivales desiguales y a 35 grados de temperatura. No importa la fatiga, las posibles lesiones o si la ausencia de descanso afecta a la salud o a las competiciones nacionales. El fútbol no es solo un deporte maravilloso por su incertidumbre, el lenguaje más universal del planeta o un pienso en ti de un padre emocionalmente torpe a un hijo distante; el fútbol es también una máquina pantagruélica de hacer dinero y una herramienta de poder que muchos están dispuestos a exprimir sin misericordia. A cambio estos días hemos visto que debajo del celofán y el brilli brilli apenas había nada: partidos sin garra competitiva, onces con muchos suplentes y una desigualdad de estado de forma sideral, con equipos que llegaban con el cuchillo entre los dientes frente a otros que olían más a crema solar que a reflex .

Ahora, que empiezan las eliminatorias, crecerá el interés, especialmente si avanza el Madrid y la maquinaria mediática de la capital atisba opciones de gloria blanca, pero el Mundial de Clubs hasta hoy ha parecido exactamente lo que se intuía antes de empezar: un torneo extraño donde el dinero es lo único que empuja a participar.

Y eso es demasiado poco.

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