No cabe duda de que tras su controvertido fichaje procedente del Espanyol, Joan Garcia ha caído de pie en el Barça. Tanto en el terreno de juego como en el vestuario. Su adaptación a una manera de jugar muy diferente a la que estaba acostumbrado en el equipo blanquiazul, donde tenía que intervenir en muchas más ocasiones que las que le obliga el arriesgado sistema defensivo diseñado por Flick, con muchos metros entre la última línea y el portero, ha sido un éxito. Con sus acertadas intervenciones, el de Sallent parece como si llevase toda la vida bajo los palos de la portería barcelonista. Pero su rápida adaptación no se ha limitado únicamente al césped, sino que en el vestuario ha tenido una excelente acogida entre sus compañeros. Y eso que, a priori, el tema no pintaba nada bien, por la incomodidad que generó su llegada para el capitán, Ter Stegen, que se vio relegado a una suplencia difícil de digerir para el alemán.
Si con un compañero ha establecido una relación más estrecha ha sido con Eric Garcia, tal como revelaba en uno de sus podcasts en Catalunya Ràdio Barça reservat la siempre inquieta Laia Tudel, que nos ponía al corriente de dicha amistad. La relación ha establecido una sociedad conocida en el vestuario como la de “los Garcia”, que, por el apellido coincidente, recuerda a aquella, muchos más numerosa, que hubo en el Real Madrid a principios de la década de los ochenta con la presencia de los García Remón, García Cortés, García Navajas y García Hernández. Lo que llevó a aquel equipo, con abundante presencia de futbolistas de la cantera, a ser conocido como “el Madrid de los García”. Un equipo entrenado por Boskov que llegó en 1981 a jugar la final de la Copa de Europa en París, donde fue derrotado por el Liverpool.
Habrá que esperar que la sociedad de los Garcia sea más productiva en títulos para el Barça, gracias en parte a la aportación de Joan y Eric. Dos futbolistas de la plena confianza de Flick, que no dudó ni un minuto en quién tenía que ser el portero titular de los próximos años. Y que ha encontrado en el de Martorell un jugador multiusos que se adapta a pleno rendimiento a diversas posiciones, como las de central, lateral derecho y mediocentro defensivo. Una especie de 3 en 1 que abre muchas alternativas en la plantilla blaugrana y que se convierte en toda una bendición para el entrenador. Aunque ya se sabe que la clave de los éxitos en el fútbol está en el buen rollo que se respira en el vestuario, y en el del Barça, con los Garcia, está más que garantizado.