Segunda derrota consecutiva del FC Barcelona, la de Sevilla mucho más dolorosa que la del PSG, que por cierto fue juzgada por el entorno barcelonista con un exceso de buenismo que hoy chirría.
La entrada al partido de los jugadores de Flick no dio sensación de equipo herido por venir de perder sino de grupo encantado de conocerse. Sol en Sevilla, suficiencia respecto a las posibilidades del rival y piernas encogidas para evitar choques. Cuando el árbitro castigó con penalti un simple cuerpo a cuerpo de Araújo la indignación fue lógica pero debió ir acompañada de algún síntoma de rebeldía, ya fuera anímica o táctica. Nada sucedió.
El Barça entró al partido andando, como si perder ante el PSG no hubiera dejado herida
Es obvio que muchas de las bajas del equipo azulgrana, por sus características concretas, concentradas en tipos especialmente corajudos (Gavi, Raphinha, Fermín), han dejado al equipo sin su habitual e innegociable intensidad, ausencias agravadas por la de Lamine Yamal, estrella del equipo, pero ese tipo de coyunturas desfavorable suele servir como oportunidad para otros futbolistas de agarrar la jefatura. En Sevilla, ninguno lo hizo.

Dani Olmo estuvo muy gris ante el Sevilla, en la línea de todo su equipo
La culpa en las goleadas se las suelen llevar los defensas, pero los centrocampistas, ante los marcajes individuales, no fueron capaces de buscar el uno contra uno para rebasar líneas y los delanteros tuvieron menos movilidad que un jugador de futbolín. Para remontar se necesitan ingredientes. El Barça ni los olió.
Tampoco Flick tuvo su mejor día. No acertó con el antídoto que le inoculó a su equipo Matyas Almeida, que dio la sensación de haber preparado el partido durante toda la semana. Maniató a Pedri, De Jong y Olmo y, ojo aquí, sigue sin encontrar solución a la gran laguna de esta temporada, la sustitución de Iñigo Martínez, a quien cabe recordar que el club dejó ir en agosto, en una decisión (otra vez) buenista incomprensible en el mundo del fútbol: regalar al fútbol saudí, cargado de millones que reparte con la ética de un casino de Las Vegas, un jugador con contrato en vigor. El obsequio ha sentado fatal en el eje defensivo, en especial en la salida del balón. El vasco, zurdo natural, lo sacaba de lujo y permitía hacer lo propio a Cubarsí con su derecha. Funcionaban como maestro y aprendiz. El canterano, desplazado a la izquierda, se vulgariza, pese a su gran calidad. Y ha perdido a su 'sensei'.
El Madrid y los árbitros
Les regalo una exclusiva. En esta jornada el Real Madrid no enviará a la FIFA un informe quejándose de un contubernio arbitral contra sus intereses. Básicamente porque después de inventarse injusticias durante años la máquina de embustería no da para tanto. En el Bernabéu, ante el Villarreal, Vinícius exageró dos acciones que supusieron un penalti y una expulsión para el equipo rival. El brasileño engañó al colegiado, en especial en la amarilla de Mourinho, llevándose las manos a la cara simulando un golpe que no existió. La mentira tuvo premio. El Madrid fue mejor que su adversario pero se benefició de esas decisiones. El problema es que en programas de televisión especializados, y no solo ‘privado-bufanderos’ sino públicos (TVE), periodistas supuestamente serios defendían la amarilla con argumentos estrambóticos. El comentario viene a cuento para entender que el madridismo es un movimiento mayoritario en los medios de ámbito español, así que a determinados árbitros, sometidos inconscientemente a esa falta de pluralidad, les genera un problema pitar las acciones dudosas en contra del Madrid.