Los almuerzos de directivas en días de clásico suelen desarrollarse en restaurantes encopetados de Madrid y Barcelona donde nadie come con las manos. Son esos peajes que no valoramos de los directivos no tragaldabas porque exigen el sacrificio de guardar las formas y disimular las alegrías de los contratiempos ajenos.
–Joan, llevas un lamparón en la corbata. Creo que es del consomé.
Ninguna de las respectivas victorias en Liga de Campeones fue un ejemplo de solidez
–¡Gracias Florentino! ¿Qué tal tus digestiones? Te veo muy flaco...
Lo mejor de los almuerzos de directivas es que a nadie se le ocurre proponer compartir los entrantes, esa moda tan simpática que examina los modales, obliga a comer lo que no te apetece y acelera el ritmo de una comida.
¿Y esto a qué viene? El clásico del domingo tiene algo de almuerzo en que todo se comparte. Después de los enfrentamientos contra Olympiacos y Juventus, los dos equipos presentan tantas dudas y verdades que igual avalan el pánico que la confianza de cada afición. El martes, por ejemplo, el FC Barcelona logró una goleada engañosa. No controló el partido –virtud esencial del ADN blaugrana–, prolongó la impresión de que no se mueve conjuntado y volvió a transmitir la sensación de vulnerabilidad defensiva. Vamos, de que cualquiera le marca goles. Son ya seis partidos encajando (la última vez que mantuvo la portería a cero fue el 21 de septiembre ante el Getafe). Esta temporada se ha esfumado aquella arma tan poderosa de dejar al contrario en fuera de juego. Los griegos sólo cometieron un fuera de juego, cuando en mayo todo un Inter cayó en la maniobra blaugrana en 14 ocasiones en los dos partidos de semifinales. Titubeos defensivos bastante peligrosos si delante tienes a Mbappé y diez más.
El optimismo blaugrana. también tiene sus razones. El estado de forma de Fermín, la alegría de la huerta, la excelencia de Pedri y la convicción de que Lamine Yamal ya sabe elegir aquellos partidos que le reclaman y le motivan. El Bernabéu, sin duda. La posibilidad de que Raphinha regrese al once es otro estímulo para ir al enlatado feudo blanco con esperanzas. Una lástima que Flick no pueda estar en el banquillo, una ventaja al rival gratuita porque la nimiedad de la supuesta injusticia –el tiempo de prolongación– no justificaba las protestas, cuyo mensaje subliminal es que aquí hay nervios...
La victoria del Real Madrid anoche ante un Juventus apañado permite la misma conclusión: hay motivos para la confianza y para la desconfianza ante la visita del Barça. Conceden ocasiones –suerte de Courtois– y al tiempo hasta el más desafortunado –Vinícius anoche– se inventa un gol.