Florentino Pérez: Santiago Bernabéu y nadie más

Real Madrid

Empresario de éxito y discreto en la vida privada, maneja el club en petit comité

Florentino Pérez

Florentino Pérez

KAP

Florentino Pérez llegó a la presidencia del Real Madrid en julio del 2000, tras una campaña con el nombre de Santiago Bernabéu en la boca. Tenía 53 años. Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, había comenzado su carrera de empresario como cofundador de La Guía del Ocio y en 1983 había comprado por un euro la arruinada Construcciones Padrós, el germen de lo que sería luego el grupo ACS. Cinco años antes había perdido unas elecciones por 800 votos, ante Ramón Mendoza, en un recuento que siempre creyó amañado.

El Madrid que se encontró Florentino Pérez en el 2000 venía de ganar la Champions, pero era un club en bancarrota en el que los socios tenían que soportar derramas continuas. Algunos jugadores no venían porque se negaban a cobrar con pagarés (Matías Almeyda, Flavio Conceiçao...) y la amenaza de conversión en sociedad anónima era evidente. De hecho, Pérez llegó a la presidencia desde una plataforma que se llamó Asociación para la Defensa del Patrimonio del Real Madrid, un grupo de empresarios y profesionales liberales en la cincuentena. Son todavía el núcleo que le acompaña en la toma de decisiones.

Las tres obsesiones de Florentino han sido: reformar el estadio, una nueva ciudad deportiva y ganar cada año la Champions

El ideario de Florentino era y es simple: retomar la senda de Santiago Bernabéu y comprar a los mejores jugadores para retornar al círculo virtuoso. “No entiendo cómo desde hace años los mejores van siempre al Barcelona”, decía. Lo primero que hizo fue birlarle al club rival a Luis Figo. Así nacerían los galácticos, que luego se completarían con Zidane, Ronaldo y Bechkam.

Para Florentino, el renacer del club pasaba por tres pilares, los que habían hecho grande a Bernabéu: un gran estadio (está a punto de acabar la remodelación), una ciudad deportiva que superase a la de La Castellana (el 25 de septiembre ha cumplido 20 años y lleva su nombre) y volver a mandar en Europa (Bernabéu ganó seis Copas de Europa y el tiene ya siete Champions).

Lo que no ha podido Florentino es mantener la influencia de Bernabéu. El palco es una fuente inagotable de negocios pero el Madrid de Florentino ha estado y sigue peleado con todos. Se llevó fatal con la Federación de Villar (el “villarato” y sus arbitrajes) y algo mejor con Rubiales. Está por ver qué pasa con Louzán. Las peleas y demandas con Javier Tebas y LaLiga han estado a la orden del día. Con la UEFA y Ceferin no se pueden ni ver por culpa de la Superliga. A los árbitros les tiene declarada la guerra con los vídeos como arma. Su relación con los Gobiernos ha sido mejor con los de izquierdas que con los de derechas pese al madridismo de Aznar o Rajoy. El permiso para la remodelación del Bernabéu fue obra del consistorio de Manuela Carmena.

Las relaciones de Florentino con la prensa son peculiares. Suspendió la comida en la copa de Navidad para no tener que sentarse a la mesa con uno de los directores de uno de los dos diarios deportivos madrileños. A través de su Real Madrid TV lanza los mensajes que quiere, pero cuando alguien le comenta si eso es lo que piensa se escuda con: “Esos son los chicos de la tele”.

Apasionado del fútbol, sus únicos hobbies son ver todos los partidos de la cantera y navegar con el Pitina II mientras vivió su esposa. Dirige el club como un director general y a la vez manda en la secretaría técnica acompañado de muy pocos: José Ángel Sánchez (JAS) es su mano derecha y Manolo Redondo su jefe de gabinete. Ninguno de sus directivos concede entrevistas y en las juntas apenas se habla de fútbol. Hombre muy discreto en su vida privada, se sabe poco querido fuera del madridismo: “No me esforzaré en lograr que me quieran los que nunca nos han querido”, dijo un día a este diario. La gran pregunta ahora es si se presentará a la reelección en el 2029, ya con 81 años. Sus íntimos creen que no.

Pero Florentino, con la tarea cumplida, piensa como Fidel Castro, que a él solo le puede juzgar la historia (y acaso Bernabéu, ya sea en el cielo o en el infierno).

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