Del vértigo con la línea del fuera de juego a un genio recuperado, Lamine Yamal. Del boquete permanente partido sí, partido también, a la recuperación de la estrella. De un Barça que encajó en Brujas por noveno partido consecutivo tras regalar metros y metros por no presionar con agresividad a un adolescente que decidió que se olvidaba de su lesión para volver a emerger en Europa. No fue suficiente porque todo el mundo le hace daño al equipo, ya sea el Madrid, el PSG, el Sevilla, el Elche o el Brujas. Así hasta 16 goles recibidos en este tramo de temporada. Tan indefendible el entramado defensivo como admirable su dorsal 10.
Le han cogido el tranquillo a un equipo que de atrevido y apasionado ha pasado a ser incauto y desnudo allá por donde va. Fue tal su desnorte que no le bastó ni el mejor Lamine Yamal de la temporada. Volvió el genio de Rocafonda, mandó su pubis al cajón, cogió el partido por las solapas y se cargó al equipo a las espaldas. Marcó un golazo y participó en los otros dos.
“No hemos sabido presionar, hemos perdido casi todos los duelos en el centro del campo”, dice Flick
Fue Lamine contra la caricatura de sus compañeros. O lo que es lo mismo, un Barça con balón, con todas las acciones dirigidas al flanco derecho para que desbordara su estrella, y un Barça sin pelota, más débil e inconsistente que nunca.
Su sistema singular ha sido muy estudiado pero da la sensación de que los rivales cada vez tienen que hacer menos para desmontar su retaguardia. Es el Barcelona sin la posesión como un pez en el desierto. Da igual si actúa Cubarsí o lo hace Araújo porque el problema es estructural y general.
Nadie frena al lanzador, que levanta la cabeza y otea el horizonte sin que haya un adversario que le encime. Nadie para al receptor, que tiene todo el espacio del mundo. Y nadie detiene al finalizador, sea un ilustre como Mbappé o un tal (sin faltarle al respeto) Forbs.
“No hemos sabido presionar para recuperar el balón, hemos perdido casi todos los duelos en el centro del campo”, criticó Hansi Flick, que pidió a sus hombres más voltaje competitivo. “Se trata de ser más intensos cuando no tenemos la pelota y de estar más atentos cuando nos llegan con uno o dos toques. No es un tema solo de la línea defensiva, sino también de frenar al rival en el centro del campo. Hemos de mejorar muchas cosas, aunque no cambiarlo todo porque hay cosas que forman parte de nuestro ADN”, afirmó el técnico blaugrana. En Europa no se puede defender así (ni en la Liga española) y si estrambótico fue el primer gol belga más ridículo resultó el segundo, cuyo origen es un córner mal lanzado por un Lamine Yamal que por lo demás fue lo único bueno del Barça.
Hoy nadie hablará de sus viajes en helicóptero. Ni de sus escapadas en yate. Ni de sus fiestas. Hoy todo el mundo hablará de su fútbol. De sus diabluras. De sus cambios de ritmo. De sus servicios de seda. Hoy no será el niño consentido que está permanentemente en el disparadero. Hoy la noticia radicará en su croqueta tres estrellas Michelin que dibujó antes de marcar en Brujas el 2-2. O de su pase a Fermín en la jugada del 1-1. O de su centro afortunado que se convirtió en el 3-3.
Volvió el Lamine superstar. Desde su lesión no se le había visto en este estado de combustión. El Barça vuelve a tener líder aunque no ganara. En un momento determinado, desesperado, Lamine Yamal se dirigió al banquillo en busca de soluciones. No podía hacerlo todo él solo, al que rodeaban, al que le hacían un tres y un cuatro contra uno. Pero no se rendía y lo intentaba una y otra vez porque una y otra vez la pelota terminaba en sus pies. “Está bien que Lamine haya hecho un buen partido pero somos un equipo”, concluyó Flick. El Barça no arranca.
