“El niño no irá a clase, tiene médico”

A las 7.37 de la mañana recibo un mensaje de mi hermano Cesc: “Córner norte. Principal delantero. Fila 1, número 3. Mira cómo está el asiento”. El mensaje es una orden suave, un pase filtrado a la memoria. Sé exactamente lo que quería decir: vuelve, entra, sube la grada, busca ese asiento que también es nuestra infancia y fíjate en cómo respira ahora, en medio de las obras. Como quien retorna a la habitación donde aprendió a soñar.

Volver al Camp Nou, aún en forma de esqueleto, tuvo algo de rito iniciático. El club lo llamó “entrenamiento abierto”, pero aquello no era un entrenamiento. Fue una peregrinación civil. 23.000 almas para ver a la plantilla correr suavemente sobre un césped recién peinado. No había rival, ni VAR, ni alineación sorpresa, ni épica . Solo rondos, estiramientos y bromas internas. Y, sin embargo, ahí estábamos en el lugar que aprendimos que era la felicidad en colectivo.

La vicepresidenta Elena Fort lloraba recordando a los suyos. Lloraba por la silla vacía que cada uno guarda en algún lugar del estadio. Esa silla donde se sentaban los que nos enseñaron a mirar el Barça con los ojos abiertos y el corazón desarmado. Ese vaivén emocional que solo provoca el fútbol, o la vida, que al final es lo mismo. Que se lo digan a Joan Laporta, la imagen ayer del emocionado culé que todos llevamos dentro (o fuera).

Había una coreografía invisible en las gradas. Abuelos señalando la portería como si fuera un mapa: “Allí, justo allí, recuerdo que ....”. Una cantidad indecente de padres que habían practicado una mentira que lleva generaciones funcionando: “El niño no irá hoy a clase, tiene médico” mientras las criaturas miraban el césped a la caza y captura de Lamine Yamal.

FOTO ALEX GARCIA REAPERTURA PARCIAL DEL CAMP NOU DURANTE LAS OBRAS DE REMODELACION CON UN ENTRENAMIENTO DE LA PRIMERA PLANTILLA DEL FC BARCELONA ANTE 21000 ESPECTADORES 2025/11/07

El público infantil abundó en las gradas del remozado Spotify Camp Nou

Àlex Garcia

El Camp Nou, incluso desmontado, sigue sabiendo decir quién eres, quiénes somos...

El nou Camp Nou (con Spotify bien visible) era un cuerpo abierto en canal, una novela a medio escribir. Pasillos sin revestir, tuberías expuestas, cemento fresco y tres grúas amarillas como jirafas metálicas. Nada acabado, nada elegante, nada instagrameable . Y, aún así, todo era perfectamente reconocible. Era entrar en casa y saber dónde están las cosas aunque no se vean. El Camp Nou, incluso desmontado, sigue sabiendo decir quién eres, quienes somos...

Luego estaba la megafonía. Una especie de euforia acústica a un volumen innecesario, casi ­humorístico. Como siempre. La playlist oscilaba entre lo actual ( Si antes te hubiera conocido –Karol G), lo noventero inmortal ( Freed from desire –Gala) o lo definitivamente eterno ( Take on me – Aha). Parecía que alguien hubiera decidido que si el estadio no está entero, al menos lo estaría el altavoz. ¡Visca Spotify!

Fue hermosa la vuelta pero no de una belleza limpia sino de las que aún llevan polvo. Hemos vuelto sin haber vuelto. Como cuando uno entra en su antigua habitación, ahora convertida en trastero, y aun así reconoce la luz sin la lámpara.

Desconocemos cuándo llegará el día grande. El día del regreso verdadero. El día del primer partido. El día del asiento de las familias (¡roja, Cesc nuestra silla es roja!) Solo sabemos que ese día va a llorar hasta el soso de Ter Stegen porque este club supura emoción incluso en un entrenamiento.

Volver al Camp Nou, aún en forma de esqueleto, tuvo algo de rito iniciático

Y entonces comprenderemos que este imperial estadio no es cualquier lugar. Es una patria portátil que, por fin, habremos recuperado.

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