Franco y el fútbol: ni fu ni fa

Los dictadores más exitosos, de Stalin a Franco, de Mao Zedong a Teodoro Obiang, suelen levantar un muro sobre su vida privada. Cuanto menos sepa la gente, mejor, como si eso reforzase su poder, ocultara debilidades y evitara las confianzas. Entre el temor y el cariño, los dictadores prefieren lo primero. De ahí, la paradoja a cuenta del dichoso Caudillo: el fútbol fue compañero de viaje del franquismo y sin embargo Franco debió ser el único español de su tiempo sin afición al fútbol o los toros, cosa que le hubiera humanizado. El dictador nunca tuvo un equipo, otra rareza...

Salvo para asistir a las finales de su Copa o presidir una folclórica y fascistoide celebración del Primero de Mayo en el Bernabéu, el Generalísimo se dejó ver poco en los estadios. El distanciamiento encaja con su personalidad: frialdad, laconismo, crueldad. No era la alegría de la huerta –a diferencia de los tiranos latinoamericanos–, tampoco un ideólogo –como los dictadores comunistas– de ahí que ni siquiera la corte de aduladores conociese sus gustos, salvo la afición a la pesca y la caza.

Franco apenas pisó los estadios: el fútbol, o todo aquello que lo humanizase, no le interesaba

El misterio favoreció a Franco porque quien calla tiene dos ventajas: o está pensando o no piensa, en cuyo caso lo disimula. De haber sido futbolero y de algún equipo, la gente no le hubiese tenido aquel miedo.

A falta de un libro objetivo sobre Franco y el fútbol, los curiosos nos tenemos que conformar con detalles y anécdotas para averiguar –sin éxito– la relación auténtica del dictador con el fútbol. Una de las más reveladoras guarda relación con el principal éxito de la selección: la final de la Eurocopa ante la Unión Soviética en el mismísimo Bernabéu, ganada por 2-1, un 21 de junio de 1964.

Según contaba Pablo Porta, directivo ya de la Federación Española, nadie se atrevía a preguntar a Franco si asistiría a la final y solo unas palabras de la esposa la misma mañana del partido ante una delegación en El Pardo –algo así como “esta noche no te confíes y llévate algo de abrigo”– les permitió anticipar la presencia (el día anterior, la temperatura máxima en Madrid fue de 26 grados pero por la noche bajó a 11,7).

El régimen apadrinó al Real Madrid –ganar Copas de Europa ayudaba lo suyo– pero no así Franco, que mantuvo una relación distante con Santiago Bernabéu pese a tratarse de dos “vencedores” de la guerra. Entre sus escasas debilidades, Franco tenía simpatía por Samitier, símbolo del Barça. Uno de los pocos españoles que se atrevía a gastarle bromas al dictador a cuenta de su barriga.

Y el fútbol, en contra de lo que decían los antifranquistas, no fue a menos con la democracia. Más bien todo lo contrario.

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