Guerra de presidentes: ¡ya era hora!

PELOTAS FUERA

Florentino no es rival dialéctico para Laporta. Un peso medio contra un peso pesado. El presidente del Real Madrid no está dotado para el escupitajo, la patada en las gónadas o el puñetazo que busca la nariz del contrincante. En una pelea de barrio estaría en el suelo con la amenaza del primer sopapo. Nada tiene que ver esto con su avanzada edad. Se trata de carácter y habilidades, skills las llaman los boniatos que se creen más listos por usar palabrejas inglesas.

Al mandatario merengue se le da –o se le daba– mucho mejor matar en silencio. Saber que fulano o mengano dormirán con los peces si él dirigía el pulgar hacia el suelo. Pero el puñal siempre ha de manejarlo otro. El señorío del Bernabéu impide que uno vaya por el mundo con sangre ajena incrustada bajo las uñas. Por eso sorprende de un tiempo a esta parte verlo saltar de la trinchera bayoneta en mano buscando directamente el cuerpo a cuerpo con el Barça y el estamento arbitral. Es un vestir que no le sienta bien. Comportándose así Florentino se traiciona a sí mismo. Y más importante, traiciona la leyenda del padrino que desde la sombra era capaz de hacer obedecer al mundo con tan solo un fugaz pestañeo.

A Laporta solo un consejo: vigile la espalda. Ahí sí es eficaz Don Florentino

Sucede que el presidente del Real Madrid no está acostumbrado a perder. No tiene experiencia, know-how dirían los boniatos, y por tanto no sabe encajar las múltiples lecciones de humildad que ha recibido en los últimos tiempos. Ni Superliga europea, ni conciertos en el Bernabéu. Tampoco el parking de la Castellana y menos aún –de momento– un proyecto futbolístico sólido con Mbappé.

Normal que se le atragante la Navidad. Y que el almuerzo para celebrarla en el club no haya sido más que una excusa para lanzar una vistosa cortina de humo: todo es culpa del Barça, de Negreira, de las instituciones futbolísticas y de los árbitros. Pobre hombre, en la vejez, en lugar de viruelas, chorradas. A campo abierto Florentino no le sirve a Laporta ni siquiera de merienda completa. Así que el presidente del Barça también ha aprovechado el ágape navideño del Barça para revolverse en legítima defensa. A diferencia del mandamás madridista, Laporta sí resulta creíble y se maneja estupendamente en la pelea callejera. Si conviene arrancar una oreja de un mordisco, se muerde. Está en su salsa. Y aún así, hay que reconocer que no todo lo que ha dicho puede calificarse de incendiario. De hecho, en algunas cuestiones se ha quedado más bien cortito. Pongamos un ejemplo: Real Madrid TV no es un bodrio, es un excremento audiovisual. Como aficionados, quedémonos con lo sustancial del asunto. Que los presidentes del Barça y del Madrid se aticen es una tradición que conviene recuperar. Nada más navideño que un pesebre y nada más futbolístico que una trifulca de presidentes. Y a Laporta solo un consejo: vigile la espalda. Ahí sí es eficaz Don Florentino. Sabido es que quien tuvo, retuvo.

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