Hace un año exactamente, el mismo día de que la Volta llegó a Queralt, nada más acabar la etapa, el alcalde de Berga, Ivan Sànchez, le espetó a Rubèn Peris, director de la carrera: “¿Repetimos el año que viene?”. Aquello había sido un éxito total. Una fiesta del ciclismo, para el aficionado, el ciclista y el telespectador, y un anuncio inmejorable para la comarca. 366 días después, nada fue igual. Entonces, todo salió a la perfección, de cine. Este sábado fue un caos.
De la perfección se pasó a una ceremonia de la confusión total, por el viento, sí, pero también por la actuación de algunos ciclistas. Una situación excepcional en la que nada fue lo esperado. “Ha sido desagradable porque hemos pactado una cosa y los ciclistas no han cumplido”, lamentó Peris, el máximo responsable de la carrera. “Estoy muy disgustado porque ha sido un falta de respeto al organizador, al público y a los ayuntamientos. Algunos corredores no han estado a la altura”, insistió en declaraciones a TVE.
No se subió el temible Pradell ni al santuario de Queralt, no se marcaron las diferencias que se esperaban y no se produjeron los ataques que se intuían. No ganó Pogacar ni Ayuso ni Roglic ni ningún escalador porque la etapa reina de la Volta no fue tal. De hecho, no hubo puertos… ni bonificaciones. Y la etapa se recortó tres veces: de 159 se pasó a 118 y finalmente se disputaron, entre comillas, 73, porque apenas se compitió los últimos 25. Se impuso en la minietapa el estadounidense Quinn Simmons (Lidl). Un mal menor.
La jornada quedó totalmente descafeinada por culpa del viento, que jibarizó el espectáculo, la emoción y en parte las ilusiones de tantos aficionados y el trabajo de la gente del Berguedà. El recorrido no tuvo nada que ver con el original. Los ciclistas, algunos, tampoco pusieron mucho de su parte para ayudar a la normalidad.
La organización intentó salvar la carrera con un nuevo recorrido alternativo, dos vueltas a un circuito con inicio y final en Berga, pero se acabó corriendo de milagro porque cuando todo estaba previsto para dar la salida se topó con la amenaza de plante de los ciclistas. Con el Ineos, uno de los equipos fuertes, a la cabeza del motín, el pelotón no veía nada clara su seguridad en carretera abierta. “Estoy un poco en shock. Aquí entre los edificios ya sopla, así que no me quiero imaginar el viento cuando salgamos”, expresaba sus dudas Juan Ayuso, el líder, por la fuerza del aire antes en un paseo de la Industria de Berga donde volaban algunos toldos y caían ramitas de los árboles.
El pacto adquirido fue que la primera vuelta al circuito se haría neutralizada de reconocimiento para ver la climatología y que en la segunda se correría “a tope”, como confesó Marc Soler. Sin embargo, cuando ya hacía una hora que habían salido, con retraso por las negociaciones y a velocidad de marcha cicloturista, pero parecía que las condiciones propiciaban la competición, los ciclistas empezaron a blandir el argumento del horario. Estaban preocupados por el traslado posterior y el cambio de hora de esta madrugada, lo que iba a dificultar su descanso. Roglic, el ganador de la Volta del 2023 y segundo de la general, fue el primero que habló con el coche de los comisarios. “Vamos a llegar a las diez de la noche”, se le escuchó decir a Juanpe López.
El paso por el coll de Pradell, que se corona a 1.700 metros, quedó anulado el viernes cuando la Generalitat activó el Ventcat por alerta del peligro del viento y desaconsejaba la práctica del deporte al aire libre. Pero ayer por la mañana en la cima de Queralt, amanecieron con ráfagas de casi 100 km/h, lo que hacía imposible instalar la meta y el podio, pues representaba un peligro tanto para los profesionales como para la gente que quería ver a sus ídolos.
La decisión salomónica fue la de anular todos los puertos, también La Batallola y la Collada de Sant Isidre, donde el año pasado Pogacar atacó y se fue en solitario. Pero de tanto recortar, la etapa se quedó casi en nada. Sin historia.
“Creo que la organización ha tomado una buena decisión bien y que con el recorrido modificado se podía correr. Pero algunos ciclistas no han querido hacer la segunda vuelta. No me parece bien”, se posicionó Juan Ayuso, el líder de la carrera. Los tiempos se tomaron a 5 km de la meta y no se repartieron los 10, 6 y 4 segundos a los tres primeros en la llegada. En esos 25 kilómetros lanzados apenas hubo un intento de escapada de Verona, antes de que su compañero en el Lidl Simmons sorprendiese a los sprinters como Bittner y Strong.
Quizás lo único que no cambió de un año a otro fue a Sepp Kuss tirando besos desde la presentación de los equipos cuando recibía todo el cariño de la afición. Hay cosas que son perdurables.