A falta de 180 kilómetros de meta Ben Healy se enrosca a su bicicleta y se imagina un triunfo en el Tour de Francia. Lanza un ataque que nadie permite. Son muchas las veces en que la valentía de este irlandés no fue recompensada en el pasado. En el Tour, pero también en la Lieja, y en la Flecha Brabanzona y en la Amstel Gold Race... Pero si el aficionado adora a este despeinado rodador, de barba desaliñada, aros en ambos lóbulos de la orejas, y que en nada se asemeja al prototipo de ídolo esbelto que promueve el ciclismo moderno, es por su determinación por dar esa pedalada de más que otros disimulan como esfuerzo. Healy es un motor en constante funcionamiento, una bomba de relojería. Nervio puro. Y finalmente consigue entrar en la escapada del día. De una jornada con un desnivel de 3500 metros positivos recorriendo Normandía. El motor no se para y a falta de 40 kilómetros acelera para dejar en la cuneta a Van der Poel, a Simon Yates y a Michael Storer, entre otros. Healy is on fire y ya no para. No mira para atrás hasta la meta. Allí aventaja en tres minutos a sus perseguidores. Cinco y medio al pelotón y a Tadej Pogacar, que cede el liderato ante Van der Poel por solo un segundo.
La primera victoria de Healy es un símbolo. En medio de tanta homogeneidad, de tanta influencia y control desde el coche, el irlandés se sale del molde. Representa mejor que nadie en el pelotón la épica y a ella atiende. Su singularidad viene definida por un carácter indomable que le ha permitido llegar a batirse en duelo en varias ocasiones con Van der Poel o Pogacar en clásicas. No tiene un gran sprint, por lo que sabe que debe anticiparse y atacar desde lejos. En 2024 tomó ese camino en dos etapas, una sobre el pavé, otra en la subida en el Pla d'Adet. Mordió el polvo en esas dos ocasiones. Como ya le había sucedido en la Amstel Gold Race ante Pogacar y la Flecha Brabanzona ante Godon de 2023, en las que fue segundo, o la Lieja de este año en la que terminó tercero tras Pogacar y Ciccone.
Camino Vire Normandie su estrategia no cambia. A falta de 40 kilómetros se lanza y sus otros siete compañeros de fuga no son capaces de cerrar el hueco. En menos de diez kilómetros les saca casi un minuto. Pero la distancia nunca deja de aumentar. Aprieta los dientes y se faja en cada pedalada por alejarse más de ellos, por acercarse más a su gran victoria.
Por detrás, Van der Poel es la comidilla de todos. Por momentos, su ventaja con el pelotón llega a los 4 minutos. Parece indiscutible que el nieto de Poulidor volverá a homenajear a su abuelo, que no pudo verle vestido de amarillo en 2021, falleció en 2019, después de ganar en el Muro de Bretaña, adonde llega mañana el Tour de nuevo. Tampoco hace unos días cuando batió en la meta a Pogacar. Pero el de Alpecin no tiene su mejor día y cede ante todos sus rivales. No es capaz de aguantar y en el Cote de Vaudry se queda solo. Llega exhausto a la meta. El pelotón ya no está lejos. El Visma ha endurecido la carrera en las rampas finales, -la etapa había sido un constante sube y baja-. Pogacar esprinta y cruza la meta a 1m29 segundos. Un segundo más tarde de lo que debería para seguir siendo líder. Un segundo que vuelve a elevar la maravillosa historia de un nieto que no deja de hacer campeón a un abuelo que nunca lo fue.