En las calles de Bagnères de Luchon el Tour de Francia es un clásico. Ubicada entre el Altipuerto de Peyragudes y la estación de esquí Superbagnères, en el corazón de los Pirineos franceses pero a solo 10 kilómetros de la frontera con España, este pueblo vive el ciclismo con un fervor especial. Una decena de pantallas distribuidas por todo el casco urbano y numerosos aficionados sentados delante de cada una recuerdan por qué la organización la ha elegido hasta en 61 ocasiones para formar parte de su recorrido. El primero en aparecer por la localidad es el neerlandés Thymen Arensman (25). El de Ineos, compañero de equipo de Carlos Rodríguez, que le persigue junto a Einer Rubio (MoviStar) y a otros escaladores, tiene ante sí el último puerto del día. Ambiciona ganar su primera etapa en el Tour de Francia, tras haberlo hecho antes en la Vuelta a España, en Luchon-Superbagnères, puerto de categoría especial que debe subir tras haberlo hecho antes con el Tourmalet, el Aspin y el Peyragudes.
Pero el esfuerzo de Arensman puede ser en vano, pues por detrás, Tadej Pogacar, líder voraz de la carrera, ha ordenado a su equipo que nadie se marche demasiado lejos. Es el caso de Lenny Martínez, el primero en marcharse en la subida al Tourmalet. La esperanza francesa logró distanciarse hasta 4 minutos del pelotón entre la niebla que hacía presencia en el gigante pirenaico y que dotó de más épica a su aventura. Rápidamente Pollit comenzó a controlar la distancia. Esa fue la gota que colmó el vaso para Remco Evenepoel, que decidió poner pie en tierra y abandonar la carrera. Al belga, tercero en la general y que en la contrarreloj de Peyragudes fue doblado por Vingegaard, no se le conocía problema físico alguno hasta la fecha.
Poco después de que lo hiciese Martínez, desde el pelotón se había marchado también un grupo muy numeroso entre los que estaban Carlos Rodríguez y Enric Mas, los dos mejores españoles en la general. El primero aguantó y consiguió formar parte de la fuga de la fuga, hasta ser capaces de alcanzar a Martínez. El de MoviStar, en cambio, cedió terreno muy pronto. No está siendo el Tour del balear, que descartado por la pelea de los diez primeros puestos, tampoco parece tener piernas para luchar por una etapa en su terreno, la montaña.
A 35 kilómetros de la meta, cuando comienzan a subir Peyragudes, Arensman ataca con la connivencia de Carlos Rodríguez. Ni Lenny Martínez, Ni Johannessen y ni Einer Rubio, sus acompañantes, pueden seguirlo. Pronto queda claro que el neerlandés tiene la victoria en sus piernas. Logra abrir una distancia de más de dos minutos con ellos durante la ascensión. Por detrás, Pollit da paso a Sivakov, al que sucede Marc Soler, que es sustituido ya por Adam Yates al pie del último puerto.
Después de 13 etapas, Pogacar solo había tenido que contener a su gran rival en una ocasión. Todo lo preparado por Visma se ha ido cayendo y solo camino de Toulouse intentó sorprender el danés al esloveno. Llegados a la alta montaña, era el momento de Vingegaard, que esta vez sí fue valiente, dejó de ser la sombra del líder y pasó al ataque. Lo hizo a cuatro kilómetros para la meta, pero encontró al respuesta de Pogacar. El esloveno enseñó los dientes y también atacó. Repitió Vingegaard sin ser capaz de desembarazarse de su compañero de viaje. Era el momento de sufrir para Arensman, que mantuvo un ritmo excepcional durante toda la subida. Se empeñó el neerlandés en hacer sobrevivir ese sueño, tantas veces truncado por los mejores del pelotón. Vingegaard se dio cuenta de que ayer tampoco era el día para distanciar a Pogacar y Arensman encontró el premio que buscaba.
Se acaban los Pirineos con la sensación extendida de que este Tour está decidido. Queda lo más duro, es cierto, pero Pogacar no da sensación de debilidad ni Vingegaard de estar a un nivel realmente alto. Aunque un día malo en las etapas de los Alpes podría cambiarlo todo. Con el abandono de Evenepoel, la pelea por el podio se abre. Allí aparece el alemán Lipowitz, que ayer torció el brazo de Roglic definitivamente en el liderato del Red Bull.