Ahora hace justo un mes, en pleno incendio por el caso Ter Stegen, los días previos a la disputa del trofeo Joan Gamper, había surgido un debate en torno al Barça sobre quién tenía que formar parte del grupo de capitanes. Se daba por hecho que, tal como se había dado la situación del alemán, el portero dejaría de llevar el brazalete y se abría un proceso de remodelación y cambios para formar parte de este grupo de jugadores llamados a ser líderes dentro del vestuario. Un mes después, la Liga ya está en marcha, la habitual magia blaugrana ha convertido una guerra de dimensiones colosales entre Ter Stegen y el Barça en una mera anécdota veraniega y todo sigue igual. Bien, todo no. Veladamente, la remodelación de los liderazgos dentro del vestuario sigue en proceso. Ter Stegen sigue figurando como primer capitán, cierto. Pero el desafío público que planteó al club ha pasado factura en su ascendencia dentro del vestuario, que ya venía tocada de antes. La salida de Iñigo Martínez ha dejado el vestuario blaugrana sin un líder sólido, que combinaba la serenidad de la veteranía con una innegable conexión con los jóvenes. Y, desde entonces, se busca liderazgo. Se busca quién comande este liderazgo y otros que tengan bastante ascendencia para acuñarlo y dotarlo de solidez.

Hansi Flick, entrenador del FC Barcelona
Dentro del grupo oficial de capitanes, el voluntarioso Araújo, que ha estado en la plataforma de salida este verano. Y Frenkie de Jong, a quien el club también ha colgado el cartel de transferible últimamente y que ahora trabaja para culminar su proceso personal de conseguir lo que hace años que se espera de él en el Barça. También es capitán Raphinha, por petición propia y porque él mismo se hizo una gran campaña electoral. Y, para acabar, Flick ya se encargó de que el grupo de capitanes lo completara un Pedri que tiene los atributos necesarios para volverse líder.
El vestuario es complejo y, efectivamente, está lleno de egos. Negarlo es absurdo
Entre los más veteranos está Lewandowski, que ya no contaba con el favor del vestuario para estas tareas de liderazgo grupal y que ha arrancado la temporada con perfil bajo. Y entre los más jóvenes, el tesoro de este club, un Lamine Yamal a quien no le da ni miedo ni pereza ejercer de líder pero que tiene 18 años. Una edad suficiente para ganar un Balón de Oro, pero todavía tierno para la madurez personal. Se busca, pues, liderazgo y el empate en Vallecas ha evidenciado que el proceso justo se está cocinando. Flick y la lapidaria frase de “los egos matan el éxito” lo puso a prueba y los jugadores, repartidos con las selecciones, han salido adelante como han podido. Pero el proceso tiene que seguir avanzando porque la temporada es larga y exigente. Y el vestuario es complejo y, efectivamente, está lleno de egos. Negarlo es absurdo; gestionarlo es imprescindible para alcanzar el éxito colectivo.