El Barça-Getafe es fácil de resumir. Un equipo, inspirado y perfectamente ensamblado, supera al otro en todos los aspectos del juego. Se hace difícil destacar un jugador por encima de otro en el conjunto ganador porque la victoria es coral, palabra que distingue a los grupos campeones con voluntad de trascender. El de Hansi Flick responde a esa descripción.
Aprovecharemos por tanto la oportunidad para hablar ampliamente de Frenkie de Jong, un futbolista que si por algo destaca es por su visión colectiva del deporte que practica. Y lo haremos en sentido positivo para variar, no para ponerlo a caer de un burro, que suele ser lo habitual.
Quienes nunca hemos formado parte de su ejército de detractores empezamos a salir de nuevo de la clandestinidad, a sacar la cabeza de debajo del paraguas al notar que ha dejado de diluviar, a recuperar la voz en el grupo futbolero de whatsapp después de meses de incomprensión. Nuestro gran aliado, más allá del propio futbolista y sus prestaciones, es Hansi Flick, la figura más respetada y admirada de largo por la comunidad culé. Si el alemán confía ciegamente en De Jong será que no somos unos ignorantes a los que faltar cada día de buena mañana. “Buenos, días”. “Sí sí, buenos días, pero De Jong tiene la sangre de horchata y estoy harto de sus conducciones estériles”. De Jong convertido en objeto de todas las frustraciones, sean estas de raíz paranoico-barcelonista o de naturaleza desconocida. Ha habido momentos en los que De Jong tenía la culpa de que se estropeara el aire acondicionado en la oficina.

Frenkie de Jong protege el balón durante el Barça-Getafe
Para Flick, decíamos, el neerlandés es un elemento fundamental. Si está bien, lo alinea sí o sí al lado de Pedri. Quienes no le acusamos de robarle el bolso a las abuelas tampoco somos excesivos en los elogios, pero nos fascina su sangre fría para sacar el balón de atrás ante la emboscada de los rivales y su capacidad innata a la hora de proteger el balón y mejorarlo para goce del compañero receptor. Hablando de colegas de profesión, son multitud los que le tienen en un pedestal. El último ha sido Rashford en una entrevista: “¿El jugador más infravalorado del Barça? De Jong”.
Nunca dijimos sus seguidores que fuera Schuster y asumimos sin problemas que al lado de Pedri, el Balón de Oro a nuestro juicio si hubiera justicia, es un escudero, pero ningunearle como si fuera un inútil desacredita a los 'haters' porque la virulencia de sus ataques no se sostiene sobre bases sólidas o empíricas. Su lenguaje corporal genera discusión. Donde unos ven elegancia otros denuncian indolencia. Es obvio que no tiene la madera de líder que su edad exige (28) pero hay que ser obtuso (con perdón, pero nos han dicho cosas mucho peores) para no reconocer ninguna de las virtudes de su juego.
Podríamos repasar sus cifras ante el Getafe para calibrar su punto fuerte, convertir lo complicado en sencillo, pero es mejor irse al intensísimo partido del Newcastle para valorar de qué hablamos cuando hablamos de De Jong: conectó 86 pases de 87 ante un rival que presionaba (y cómo) al hombre. El dato me lo facilita Àlex Delmàs, que de fútbol sabe mucho más que servidor.