Hansi Flick tiene 60 años y Joan Laporta, 63. De caracteres opuestos, el primero cerebral y el segundo más expansivo, ambos coinciden a la hora de proteger a Lamine Yamal como si fuera un hijo, un chaval de 18 que en cuestión de un abrir y cerrar de ojos se ha convertido en, tirando bajo, el segundo mejor jugador del planeta a una edad insólita. Nadie está preparado para digerir de golpe esa responsabilidad y lo que conlleva mediática y socialmente.
Flick, entrenador del FC Barcelona, anudaba la corbata del futbolista en un gesto de complicidad que rozaba lo paternal antes de que este, convertido ya en un fenómeno mundial, subiera al estrado del Théâtre du Châtelet parisino para recoger el premio al mejor jugador joven del planeta el pasado lunes y fuera escogido el segundo en categoría absoluta solo por detrás de Dembélé. Al técnico alemán, confiesa, no le gustan nada este tipo de ceremonias, pero aceptó subirse en el avión privado con la expedición barcelonista por respeto a sus colegas (ganó Luis Enrique), por su condición innegociable de hombre de club y, ya de paso, para controlar a sus jóvenes jugadores, en especial, a Lamine Yamal.
Antes de cuidar su imagen con mimo a cuento de la posición de su corbata, Flick había denegado al fenómeno de Rocafonda el permiso que le pidió para quedarse una noche en París, aprovechando que está lesionado (pubalgia) y no se entrenaba junto a sus compañeros al día siguiente. El pulso es equiparable al del padre con un hijo adolescente. La cuerda hay que tensarla de vez en cuando pero la estima, a través de gestos como el de la corbata, sirven de contrapeso afectivo.
El martes por la mañana, justo después de vivir una noche de celebración en París, interpretada por el club como un gran éxito por los reconocimientos a Lamine Yamal, el extraordinario tercer Balón de Oro a Aitana Bonmatí y el trofeo Kopa a Vicky López, Joan Laporta relativizaba el enfado del padre de Lamine Yamal por el segundo puesto, verbalizado en medios de Madrid y chirriante entre el tono general de alegría. “Es una persona muy pasional y hay que entender la decepción del momento”, decía el presidente en RAC1. La declaración es un reflejo del tacto del club en torno a todo lo que rodea a Lamine Yamal. En opinión del presidente, se trata del “jugador con más calidad del mundo y el año que viene ganará el Balón de Oro. Le hubiera gustado ganar pero no estaba deprimido, ayer (lunes pasado) estaba feliz y haciendo bromas”. Todo en orden, pues.
Flick anudaba cariñosamente la corbata de Lamine tras negarle quedarse una noche en París
Flick, de hecho, ya solo piensa en volver a alinear al delantero cuanto antes pera devolverlo al césped, su hábitat natural. No será esta noche ante el Oviedo pero sí ante la Real el domingo en Montjuïc: “Volverá muy pronto. Ha entrenado bien los últimos dos días y pinta bien”, confirmaba el alemán, que reconocía haber hablado a solas con Lamine Yamal para detectar si su estado de ánimo tras el episodio de París permanecía intacto: “Hablé con él y está bien. Dembélé merecía el Balón de Oro y él lo ha aceptado. Ahora tiene que estar motivado para demostrar que el año que viene volverá a ser candidato”. Reconocimiento al ganador y apuesta por la superación y la constancia. De nuevo emerge la figura del padre virtual.
Hansi Flick es consciente de que, ante una plantilla tan joven, a los conceptos tácticos debe añadir una suerte de tutelaje para evitar descarríos. En el vestuario más de uno entendió que el mensaje de “los egos matan el éxito” enviado tras el empate de Vallecas iba dirigido a ciertas actitudes propias de los jugadores con menos experiencia, más propensos a dejarse ir o a quejarse por falta de minutaje. El aviso derivó en punto de inflexión.
Esa dureza (de nuevo palo y zanahoria) se mezcla con gestos que suelen quedarse en el ámbito privado, como la visita esta semana a Gavi en el hospital, operado de la rodilla de nuevo y que será baja entre cuatro y cinco meses. Ayer le dedicaba en la rueda de prensa sus mejores palabras, justo después de despertarle con una llamada: “Teníamos entrenamiento y yo vengo muy pronto, creo que no se esperaba recibir una llamada a esa hora”, sonrió. “Tenemos que cuidarle. Es muy emocional y no digo que moriría por este club, pero sí que vive por él. No es fácil para un jugador joven una situación así, pero al final lo verá como nosotros. Tiene 21 años y una carrera muy larga, hay que pensar en eso, no en lo inmediato”. Más dosis del Flick educador.
A Fermín, por su parte, también le dedicó tiempo cuando el andaluz dudaba de si aceptar una oferta mareante del Chelsea. Le pidió que se quedara sin falsas promesas. El caso es que el entrenador alemán luego cumple si el jugador responde.
A Gavi le fue a visitar al hospital para darle ánimos; a Fermín le pidió quedarse sin garantizarle el puesto
Da la casualidad de que esta noche ante el Oviedo no jugarán ni Lamine Yamal, ni Gavi, ni Fermín, todos por lesión. Cuando vuelvan, los tres habrán aprendido algo de su jefe, un entrenador con rasgos paternales. No le queda otra.