Desconcertado estoy al saber que 90 asambleístas de la Española de Fútbol han designado presidente a un ejecutivo que arrastra una condena firme: Rafael Louzán está inhabilitado por siete años por prevaricar.
Leo esa noticia, y luego recupero el caso Negreira y el caso Nàstic (se investiga al colegiado Mallo Fernández por su arbitraje en el Nástic-Málaga) y el desplante del Madrid a la ceremonia del Balón de Oro, y me explota la cabeza.
Me fijo en el banquillo y voceo: “¡Mirad, es Juanma, el mecánico que me repara el coche!”
Este fútbol me repele.
Así que busco alternativas, busco otras formas de vivir el fútbol: recojo a Julia, mi hija, y nos vamos a un partido de la Queens League.
La Queens League es la versión femenina de la Kings League, y en sus plantillas juegan streamers, camareras, fisios, y también exfutbolistas profesionales, todas son jornaleras que se exprimen en su oficio durante el día y se exprimen en el Cupra Arena al llegar la noche.
Julia y yo y, a nuestro lado, Elena y sus dos hijos, Teo y Bruno, contemplamos el desenlace del xBuyer Team-El Barrio, y en la grada vamos hablando de la venezolana Luzardo o de la combativa Rocío Serrano y de lo que cobra cada jugadora (hay un máximo de 200 euros por partido) y entonces le veo:
Ahí está Juanma, sentado en el banquillo del xBuyer Team, tomando notas. Voceo:
–¡Mirad, es Juanma, el mecánico que me pone a punto el coche!
Y esa visión me reconforta. Ver a Juanma manejando el cotarro desde un banquillo de la Queens League me reconcilia con el fútbol.
(Confío en Juanma y confío en Jorge, los expertos de Tallers Sarrià, en la calle Osio, los sabios que, en un pispás, le diagnostican una avería a mi coche: ambos cumplen a pies juntillas con eso que se llama mecánico de confianza ).
Al final se impone el xBuyer Team, vence por gol doble (la Queens League es un jugueteo de normas que se alteran sobre la marcha, como en el fútbol de patio), y ahora veo a Juanma saltando al sintético, a abrazarse con las jugadoras y el resto de la plantilla, a darse una alegría en una tormentosa noche de jueves, y a mí me dan ganas de saltar también al campo, pero mejor me quedo en la grada, que Gerard Piqué, desde su sofá esquinado, está siguiendo la escena.
(...)
Al día siguiente, a las ocho de la mañana, llamo al taller, quiero que Juanma me cuente su historia. Ahí me responde el hombre, fresco como una lechuga, me habla de su doble vida profesional: me cuenta que las tardes de lunes, miércoles y viernes las pasa con el equipo, que los fines de semana va al partido y que todo esto lo hace porque se lo pidió un amigo y porque le gusta este fútbol, el otro fútbol.
–¿Vendrás otro día? –me pregunta.
–Lo intentaré, Juanma.
(Y si no puedo, le acompañaré de corazón).