El camino más corto entre dos puntos es la línea recta. Pero cuando se trata del Girona esa verdad no es para nada absoluta. Por delante en el marcador durante una hora, atesorando además una enorme valentía para someter con balón a todo un Betis, el Girona dispuso de un mano a mano en la última jugada para llevarse el triunfo en uno de los campos más difíciles de LaLiga. El empate no colma los deseos de Míchel, pero debe servir para crecer y para terminar de convencerse de que desde el balón este equipo es capaz de volver a ser lo que un día, no tan lejano, fue.
Logró sobreponerse el Girona a sus numerosas bajas, hasta nueve, para ofrecer una puesta en escena sobresaliente. Hugo Rincón sustituyó a Blind, el último en caer y que dejó a Míchel con cuatro defensas del primer equipo en la convocatoria. Se impuso la paciencia gironí en la esperada batalla por la posesión para superar la presión alta del Betis. Necesita el equipo de Míchel ser un equipo protagonista con el balón, cocinar su fútbol a fuego lento para que así desprenda toda su esencia. Cuando eso sucede, aunque solo sea durante un rato, el Girona es un rival muy serio.
Gobernó el partido en ese tramo inicial Ounahi, futbolista diferente, de enorme talento y madurez, capaz de ser el guía de este equipo. Una pared con Bryan Gil dentro del área brindó el primer gol del partido a Vanat. Detuvo el tiempo el centrocampista con una pisada dentro del área más propia del fútbol sala, atrajo a los centrales y con la puntera habilitó a Gil, que regaló el tanto al nueve del Girona. Gol factoría Míchel, de esos que en el librillo del técnico aparece cuando se busca el gol perfecto. Velocidad, precisión en el pase y perfecta ocupación de los espacios.
Con el Betis completamente aturdido, concediendo espacios en defensa, el Girona se sintió a gusto, como en casa, pero esa sensación que le volvería en contra con el paso de los minutos. Sobre todo porque no fue capaz de aprovechar sus pocas pero importantes ocasiones para distanciarse en el marcador. Tsygankov falló en el mano a mano ante Álvaro Valles y a partir de ahí el Betis tomó el mando.
El equipo de Pellegrini fue excesivamente vertical en su intención de buscar la portería rival. La precipitación y la atención de los centrales gironins impidieron que las múltiples llegadas se convirtieran en algo peligroso. Aun así, los locales fabricaron una infinidad de remates lejanos.
Tras el descanso intentó meter una marcha más Pellegrini con la entrada de Abde e Isco, cuya renovación hasta 2028 fue anunciada a través de un tifo gigante mostrado por la grada. Y el Betis infligió de su propia medicina a los de Míchel. Ya no corría el Betis, pero el Girona se hundió tanto que defender el área era cada vez más peligroso. Fue Valentín Gómez el que encontró un remate de cabeza en el área a centro de Isco para hacer el empate.
Fue a por más el Betis, pero el Girona sacó otra vez su varita para esconder el balón y sosegar el juego. Casi al final, la expulsión de Antony volvió el partido completamente loco. El delantero propinó una patada en la cara a Álex Moreno cuando intentaba una chilena en área rival. El VAR corrigió al colegiado, que había enseñado la amarilla, y este expulsó al delantero.
Eso dio aire al Girona, recompuesto en segundo para intentar la ofensiva en los pocos minutos de añadido. Y sobre la bocina llegó la ocasión con la que Míchel soñaba. Un contragolpe que dejó solo a Asprilla ante el portero con ventaja para anotar el gol de la victoria. Pero el colombiano pifió el remate. El balón se fue hacia atrás incluso.
