Me formé un vago concepto del nadador como un individuo bastante alejado o totalmente aislado de la vida ordinaria
‘El nadador como héroe’, Charles Prawson
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Manu Moreno Torres (47) fue siempre un aficionado a la natación olímpica, un fan loco: se asomaba a Juegos y Mundiales,
–Me he gastado mucho dinero en estos viajes, y con mucho gusto. Me apasionan el waterpolo, los saltos, la natación, la sincro...
En Singapur, en los Mundiales del pasado julio, empezó lo suyo.
Se disputaba el dúo mixto y nuestro hombre aguardaba en la cola, a las puertas de la piscina. Casualidades de la vida, tras él estaba la madre de Dennis González. Ambos se oyeron hablando en castellano; ambos tan lejos de casa. Se saludaron. Enseguida, la mujer le propuso probar la natación artística.
–Si tanto te gusta...
Manu recogió el guante.
Se puso a preguntar por ahí.
En septiembre le llamaba Bet Fernández.
Bet Fernández es la mano derecha de Anna Tarrés: cuando están juntas, forman un binomio esencial en la historia de la disciplina en España.
–¿Te unes al grupo que estamos montando? Estaremos los viernes en Can Caralleu (Sarrià) –le preguntó Bet.
Manu Moreno asintió.
Miembros del grupo de nadadores del CN Kallípolis, días atrás en Can Caralleu
Y aquí le tengo este mismo viernes, girando sobre sí en el agua, encantado de descubrirse como nadador artístico.
–Parece contracultural. Pero si ellas juegan a fútbol, nosotros podemos hacer sincro –me dice.
La idea viene de Bet Fernández: la mano derecha de Anna Tarrés descubrió la disciplina en Francia
A su lado nada Francesc Turias (51). Su historia es distinta:
–Yo solo venía a ver a mi hija.
Y se encoge de hombros.
Y vuelve sobre el asunto.
–Yo venía a ver a mi hija, Anna (13), que practica sincro aquí mismo, en el Kallípolis. A veces, mientras ella se entrenaba, yo me sentaba en la grada y la observaba. Otras, me iba al gimnasio del club, o a correr ahí fuera. Hace unas semanas, Bet Fernández me propuso entrar. Ya me ve.
–¿Y no se lo pensó dos veces?
–Me decidí en tres segundos.
–¿Y los prejuicios?
–Quizá los había años atrás, pero ahora en el club tenemos un campeón del mundo (Dennis González). Este es otro tiempo.
Bet Fernández, a la izquierda, junto a los nadadores, en Can Caralleu
(...)
Aquí viene Bet Fernández, viene a explicarme cómo se fraguó esta historia mientras sus nadadores, nadando en un océano de niñas, confundidos en una miscelánea de músicas y coreografías, se toman un descanso.
–¿Se puede reclutar a ocho hombres maduros, todos ellos rondando la cincuentena, para montar un equipo de sincro?
–Se puede. Y se debe.
–¿Por qué?
–Como el sexo masculino se está incorporando a esta disciplina, necesitamos reclutar niños. Debemos socializar la sincro, asumir que todos pueden practicarla. Podemos socializarla a través de los padres, de su ejemplo.
(El CN Kallípolis tiene una escuela para niños de entre seis y once años).
–¿Y de dónde sale la idea?
–No es mía, ¿eh? Con mi equipo Williams master (formado por mujeres maduras), fuimos a competir a Francia y allí me llevé una sorpresa: nos encontramos con cuatro equipos masculinos. La idea me fascinó y quise traerla al Kallípolis. Y aquí la tiene.
Nos ayudan a apartar los miedos: para un niño, lo que haga el padre es el mejor espejo”
Agarrados al bordillo, los ocho hombres conversan. Alguno hunde la cabeza en el agua, se pone boca abajo. Las pantorrillas se elevan. Desde la superficie, parecen periscopios. O girasoles.
–¿Le costó montar el grupo?
–Cuando lo comenté en el club, unos cuantos dijeron pronto que sí. Pero no lo veía claro, así que les insistí: ‘Si os comprometéis, os comprometéis’. Lo hicieron, y no fallaron. Luego hablé con Anna y relanzamos la propuesta en redes e incluso en televisiones. Corrió en el boca oreja. Definitivamente, no falla ninguno.
Parte del grupo, junto a Bet Fernández
–¿Y dónde están las diferencias físicas entre un hombre maduro y una mujer joven?
–El hombre es menos elástico y flexible. También le falla el sentido del ritmo. Pero estamos dejando que fluya y me está sorprendiendo su constancia. Son disciplinados y mejoran paso a paso.
Parece contracultural; pero si ellas juegan a fútbol, nosotros podemos hacer sincro”
Por ahora, la progresión es geométrica. En el último mes y medio, van seis sesiones.
–De lo que era a lo que es... –dice Anna Tarrés– Fíjese.
Mientras hablamos, el grupo se sumerge en otra coreografía. Los ocho hombres viran, entran y salen del agua, forman una estrella, se hunden y se elevan.
En la megafonía suena un tema de Michael Jackson.
Anna Tarrés, junto a uno de los nadadores
–Cuando Bet me llamó, me dijo: ‘Anna, debemos hacer esto, debemos enarbolar la bandera de la innovación, acercar la natación artística a la sociedad’. Y tan pronto como nos pusimos en marcha, la reacción me sorprendió; me sorprendió en positivo.
–¿Por qué?
–Los hombres se apuntaron a pesar de los estereotipos. Gracias a ellos, peleamos por romper estas barreras. Piense que, al entrar en la pubertad, a los niños les cambian los intereses. Sus movimientos hormonales les alejan de la artística. Los padres, los hombres maduros, nos ayudan a eliminar los miedos. Para un niño, lo que haga el padre siempre va a ser el mejor espejo.
