Me apabulla la miscelánea de retratos que cuelga de una pared en el Club Boxeo Vega de Rubí.
Todos, púgiles españoles.
Desde las alturas nos contemplan Perico Fernández (82 victorias, 28 por KO, quince derrotas), José Legrá (129-11-4), Pedro Carrasco (105-3-2), José Manuel Urtain (53-1-4), Paulino Uzcudun (49-17-3) o el potro de Vallecas (47-3-0).
Entre ellos luce Sandor Martín (42 victorias, 3 derrotas y 15 por KO), el fenómeno que nos ha reunido en este escenario.
Sandor Martín (31 años) es pequeño y afilado (mide 1,71 m, pesa 63 kilos), habla deprisa y tiene la determinación en la mirada y un aura que le distingue: este no es un boxeador al uso, sino más bien un púgil 2.0, un estudiante universitario de discurso sabio y vida ordenada (le acompañan su padre y entrenador, Rafa Martín, y su mujer, Naiara; la pequeña Jimena, hija de Sandor y Naiara, se ha quedado con los abuelos: solo tiene 21 meses) que ha decidido echarse el mundo por montera.
El sábado, en el Barclays Center de Brooklyn, se medirá al dominicano Alberto Puello por el título mundial de superligero (entre 61,2 y 63,5 kilos).
(“Estamos en la antesala de algo grande –me dice Ismael Sánchez, su jefe de comunicación–: se vienen grandes colaboraciones. Si sigue creciendo como lo está haciendo, Sandor Martín se va a colocar a la altura de Ilia Topuria. En algún momento, Marvel andaba tras él, estudiaba la posibilidad de ofrecerle una colaboración para una serie. Y nos persiguen importantes programas televisivos").
Usted ha dicho que el combate con Puello va a ser el mayor lío de su vida. ¿Por qué?
Es mi primera oportunidad de luchar por un título mundial. Llevo toda una vida dedicado a esto. Y esto me permitirá cambiar mi futuro y el de mi familia. Este es el combate que me puede disparar hacia arriba.
Trabajar con tu padre es hablar de lo mismo en casa, aunque ya estamos en casas separadas”
¿Cambiaría su futuro?
Ser campeón mundial es algo que ya no te puede quitar nadie. El día que pierda seré ex campeón mundial, ¿me entiende?
¿Es una bolsa muy fuerte?
Sí, aunque hasta ahora el boxeo me ha tratado muy bien. Puedo vivir exclusivamente de él.
¿Desde cuándo es profesional?
Desde el 2011. Y me dedico plenamente desde que luché por el Campeonato de Europa, en el 2017. Aunque el saldo que me queda es algo mínimo, ¿eh? Hay que pagar un montón de gastos, no peleo cada mes... En fin, ahora ya sí que vivo de esto, pero he tardado seis años en llegar aquí.
Y en esos seis años, ¿qué hacía?
Daba clases en el gimnasio, el KO Verdún. Y me saqué mi bachiller e hice el grado superior con matrícula de honor. En la universidad, estudiaba CAFE pero lo tuve que parar después del cuarto año porque no me daba la vida para más. En la universidad ya me dije que me quería dedicar al boxeo y no podía con todo. No me he equivocado, y lo que me falta lo recuperaré cuando el boxeo acabe.
(El padre, Rafa Martín, me cuenta que había abierto el gimnasio en los ochenta: “Eran los años de la crisis. No había trabajo en España, el boxeo me gustaba y se me había dado bien. Yo había sido campeón ibérico del peso medio en 1982. Tuve cuarenta combates: 39 victorias, 37 por KO, y una derrota; pero esto ¿a usted le interesa?”).
En combate gestiono la ira, todas las emociones: ya sabe, corazón caliente y mente fría”
¿Usted boxea porque su padre boxeaba?
No. Boxeo porque ha tenido que ser así. Nunca crecí dedicado al boxeo, pero sí condicionado. Mi padre nunca intentó inculcármelo. Boxeo porque la cabra tira al monte y, al final, la tendencia de estar todos los días en el gimnasio me llevó allí. Lo que condicionó todo es que se me daba bien.
(El padre asiente: “El niño venía al gimnasio porque yo no sabía dónde dejarle”, ríe).
Y si se le hubiera dado mal, ¿hubiera seguido adelante?
Hubiese hecho lo que buenamente hubiese podido hasta alcanzar mi techo, un techo que a día de hoy no he encontrado. Supongo que hubiera hecho algo relacionado con el boxeo, ayudar a la gente.

Sandor Martín, días antes de viajara a Nueva York, escenario de su combate por el título mundial de superligero
¿Cómo ha sido el último año? (Pues ha habido un baile de fechas y aspirantes y Sandor Martín ha pasado un año sin competir, esperando a que se cerrara el día).
Ha sido tedioso porque ha habido muchos aplazamientos. Llevo desde agosto preparando esta pelea. Iba a ser en noviembre, luego diciembre, luego marzo. Ha habido momentos duros mentalmente, aunque hemos sido profesionales y hemos mantenido el foco.
Este es el duelo que me puede disparar: siempre me recordarán como campeón del mundo”
¿Se han planteado en algún momento la posibilidad de que el combate no saliera?
Los promotores siempre tuvieron la palabra de que mi momento iba a llegar. Me pidieron paciencia y han cumplido su palabra. Ha sido un pacto de caballeros.
Y cuando supo que su rival sería Alberto Puello (30 años, 23 victorias, 10 por KO, 0 derrotas), ¿pasó a entrenarse con un zurdo?
Claaaro. He pasado de una hora y media a cuatro horas diarias muy exigentes.
¿Muy exigentes?
Un lunes por la tarde haces doce asaltos de sparring contra varios compañeros a todo lo que des y al día siguiente a las nueve de la mañana haces sprints. Y siempre vas con dolores.
Boxeo porque pasaba muchas horas en el gimnasio de mi padre y la cabra tira al monte”
Cuando hace sparrings, ¿se pone pulsómetro?
No, un mal golpe con el monitor puede dañarte. Pero calculo que voy entre 180 y 200 pulsaciones.
En combate, ¿gestiona la ira?
Sí, porque puede jugar en tu contra. Pero no solo la ira, sino todas las emociones. Tienes que ser muy consciente de todo: corazón caliente y mente fría.
Para gestionar eso, ¿tiene un psicólogo?
En el último año y medio trabajo con una psicóloga, pero antes no lo hacía. El boxeador se hace sobre la marcha. A base de errores aprendes a contemporizar.

Rafa Martín venda las manos a su hijo, Sandor, antes de un entrenamiento en Rubí
Eso de tener a su padre de entrenador, ¿es fácil?
Él pasa de mí, soy uno más en el gimnasio. Sabe ser entrenador cuando toca. Me trata como a uno más, que es como debe ser.
(A diario, Sandor Martín se entrena en el KO Verdún de Nou Barris, en Barcelona, gimnasio de su padre, origen de su carrera).
¿Y las conversaciones en casa?
Es nuestra vida, estamos todos los días metidos en el gimnasio. Trabajar con tu padre es seguir hablando de lo mismo al llegar a casa. Ahora, por suerte, vivimos en casas separadas, así que puedo contarle cosas que no hemos vivido juntos. Nuestra relación es buena, él es un gran consejero.