El nombre de Miguel Galán (Madrid, 1978), alías Querellator, produce temblores. En LaLiga, en la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y en el Consejo Superior de Deportes (CSD); en las federaciones territoriales y donde haga falta, porque en su lista de cadáveres están personalidades tan avasalladoras y (casi) intocables como Ángel María Villar y Luis Rubiales. Se lanza ahora también a por Joan Soteras, presidente de la Catalana, tras haber empujado fuera del tablero de la política deportiva a Pedro Rocha, que llegó para hacerse con el trono de la RFEF, pero acabó inhabilitado. E, incluso, se atreve con Javier Tebas (“utiliza a las personas”, dice mientras pone ejemplos).
Una de sus últimas demandas es al presidente de LaLiga por vulnerar el derecho a la confidencialidad de las finanzas del FC Barcelona. Es conocida la ligereza con la que Tebas ha hablado de la norma 1:1, del dinero que llegó o no por los asientos VIP, de Barça Studios o de lo que le falta al club de Joan Laporta para cuadrar las cuentas; incluso de las auditorías partícipes en este proceso. “Todo depende ahora del CSD, de si quiere elevar la causa al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAD). Yo veo argumentos, hay motivos suficientes para su inhabilitación, pero no sé si políticamente les interesa”, explica en una de sus últimas visitas a Barcelona (“Tebas no puede maltratar así a Barça y Real Madrid”), donde acude a uno de los centros de formación que controla en Sants, Cenafe, epicentro de su historia 25 años atrás.
Porque Miguel Galán fue el Entrenador Nacional más joven de España. Con apenas 19 años superó todos los niveles. Y eso le valió para participar en una mesa redonda organizada por el CSD junto al entrenador más longevo, que era Luis Aragonés. De allí nació el impulso de incluir los cursos de entrenadores de fútbol en el sistema educativo (vía académica) y, años después, Galán creó Cenafe. Entrenó al Moscardó, al Socuéllamos, al Móstoles... E inició una batalla para “eliminar el monopolio de la UEFA” con las titulaciones. “Mis técnicos pueden ejercer en España, pero fuera tienen problemas, no se lo reconocen, y ahora estamos en la lucha de que sí lo hagan”, admite.
La doble cara del presidente de Cenafe
Tres presidentes de la RFEF cayeron por él; en cambio, sostuvo a Louzán, lo que alimenta a sus críticos
El asunto tiene miga y es farragoso, pero esa lucha le valió a Galán para ejercer de azote de los organismos. Fundó una asociación llamada Transparencia y Democracia en el Deporte que se convirtió en el defensor de lo que él denomina las causas perdidas. Una denuncia por infracción electoral ayudó a tumbar al ex presidente Villar tras 30 años en el cargo o vetó a uno de los árbitros del TAD al ser socio del abogado de Rubiales, Tomás González Cueto, y eso ayudó a que se aprobara la inhabilitación en plena cruzada social, judicial y política por el famoso “pico” a Jennifer Hermoso.
Pero Galán también produce otras opiniones. “Es peligroso”, explican algunas fuentes, que lo temen y se preguntan por sus intereses y por su afán de poder y de visibilidad. “No tengo ningún interés”, niega él, que ahora se ha especializado en Derecho al acabar la carrera de abogado hace un año. Y es una gota malaya en X. Su historial está lleno de opiniones de la actualidad de y la competición desde el punto de vista jurídico. “Creen que soy del Barça”, se ríe y lo niega.
El mejor ejemplo que define a Galán, contado por él, es la confirmación de Rafael Louzán como presidente de la RFEF. Tumbado Pedro Rocha, quien sustituyó de forma interina a Rubiales, también inhabilitado en parte por la denuncia de Galán, el actual presidente se posicionó para ocupar el cargo y presentar una candidatura. Louzán, cuando estaba en la federación gallega, fue acusado del delito de prevaricación. El Gobierno, por medio de José Manuel Uribes, esperaba que Galán impugnara las elecciones, pero eso no sucedió.
La última lucha de su cruzada
Ahora demanda al presidente de LaLiga por vulnerar el derecho a la confidencialidad de las finanzas del Barça
“Mariano Rajoy hizo de puente”, sostiene Galán. “Tuvo un encuentro con dos amigos, quienes me convencieron para sentarme con Louzán (que había sido un pilar del Partido Popular en Pontevedra)”, asegura. Y esa reunión se celebró en un hotel de Madrid (hay pruebas gráficas). Duró ocho horas. Y en ella Galán adquirió el compromiso de no denunciar su candidatura a cambio de poder seguir adelante con la validación internacional de sus titulaciones. “Pensaba en mis 22.000 entrenadores, esta persona me estaba dando la solución”, advirtió. Tras ese pacto y la llegada de Louzán al poder, la RFEF renovó toda la cúpula de la Escuela de Entrenadores. Y Galán dejó las querellas a un lado. “Tenemos nuestras discrepancias, pero ha ido cumpliendo”. Galán entiende que ahora, al otro lado, hay un interlocutor que le escucha. Otros, en cambio, creen que han debido edificar algún que otro acuerdo.
Por ese callejón se ha ido colando Galán, que se sabe la letra pequeña y en ocasiones suelta frases fruto de su conocimiento o de su osadía, sin saber si es un brindis al sol o si tiene, a lo Villarejo, información privilegiada. “Salvador Illa quiere ser el sustituto de Pedro Sánchez”. Y te da la mano y se despide. Así, como el que no quiere la cosa.
