El caballo no ha de ser un esclavo que lleva a su amo, sino un bailarín que evoluciona y se desliza con él
Hans-Heinrich Isenbart
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Mariano Martínez Bastida (42) me dice:
–De pequeño me costaba abrirme camino en este mundo, ¿sabe? Para algunos yo solo era el hijo del hombre que cuidaba los caballos, el crío que encima les ganaba en los concursos. Imagínese... Ahora, en fin, ahora todos me tratan muy bien y no tengo ningún complejo.
–O sea, que uno puede llegar a la cima, venga de donde venga.
–Bueno, creo que soy un buen ejemplo, ¿no?
Y me habla de su mundo.
Su mundo es un caballo y a sus pies, el obstáculo que todos debemos sortear.
La culpa (en realidad, el regalo) es de Mariano Martínez padre, su progenitor, que de joven se había ido a Lyon a cuidarse de los caballos ajenos, los de Pedro Sánchez Alemán, que sería jinete olímpico en Seúl’88, Barcelona’92 (reserva) y Atlanta’96.
–Mi padre se había ido a Francia de inmigrante. Y una vez allí, le salió ese trabajo. Luego volvimos a Murcia, vivíamos en la finca de Pedro, y por eso me crié siempre entre caballos.
–¿Y cómo era su vida?
–Mi vida era de la de cualquier crío. De día, al colegio. Y al volver a la finca, a ayudar a mi padre. Luego empecé a montar en una escuela de iniciación en la hípica Campoamor de Orihuela y mi hermano mayor, Juan Antonio, se hizo herrador y yo, pues lo mismo, herrador como él.
(Desde luego, esa no es la vida de cualquier crío).
–Y como herrador, ¿se vive bien?
–Entre unas cosas y otras, empecé a crecer. Mire, de niño yo soñaba con tener algún día un todoterreno, un remolque y un caballo. A los 18 años ya tenía todo eso.
–¿Y ahora?
–Ahora tengo diez caballos de competición y soy un jinete profesional y monto en Oliva Nova, cerca de Denia, y en los veranos me voy a Bélgica. Me paso el día viajando, tengo un equipo de cuatro personas: mis dos mozos y un jinete que me acompaña y yo mismo.
Mi padre estaba a mi lado cuando le cayó encima una bala de paja; quedó parapléjico y falleció en 2024”
–Su padre estará orgulloso de usted.
Se le entorna la mirada.
Está pensando en Mariano, su padre.
–Murió el año pasado, estaba parapléjico, ¿sabe? La verdad es que no pudo disfrutar de mis cosas, no se enteró.
–¿...?
–Una bala de paja le cayó encima hace ocho años. Yo iba a caballo y él caminaba a mi lado. La bala le partió la C3, le dejó parapléjico. Para entonces, mi carrera no había despegado del todo, yo no era aún el profesional que soy hoy. Desde aquel día, si le decía que me iba a un concurso en Basilea, me preguntaba: ‘¿Y a qué jinete vas a ayudar?’.
–Lo siento mucho.
(Ahora revive aquella juventud ayudando a su padre, cuando los caballos se volvían felices: ‘le oían llegar tres minutos antes de que el hombre apareciera, mucho antes de que yo me diera cuenta. Reconocían el ruido del motor del coche. Como mi padre traía la comida, los caballos le relacionaban con las cosas buenas. Son sabios, los caballos’).
¿El arte de montar?
Lo tenía a tiro; en la hípica siempre había un caballo disponible, un propietario que no podía pasearlo y le pedía ayuda:
–¿Me lo montas tú hoy?
Entre paseos y cuidados, el niño se hizo herrador y también profesor de hípica, ¡ese mundo era todo para él! Y ahora iba subiendo escalones de uno en uno, y cuando tenía 27 años le dijo a los padres:
–Quiero dejar de herrar, quiero ser un jinete profesional.
Y los padres, disgustados:
–Me decían: ‘Este pobrecito lo deja todo, la estabilidad de ser herrador y profesor, por algo que no sabemos si irá bien o mal. Es complicado, hijo’. Y yo, erre que erre. Y mire, fue bien.
Mariano Martínez Bastida es hoy el mejor jinete de saltos español, es Top 50 mundial, y ya ha disputado dos Campeonatos de Europa y en estos días se maneja en el CSIO Barcelona, la Champions League de la hípica, que se disputa en el Real Club de Polo, y por aquí galopa y salta, a lomos de Belano y de Poseidón, que es donde se siente seguro, y por eso me dice:
–¿Qué siento al montar? Me olvido de las facturas o de un enfado familiar. Los jinetes hablamos a veces de estas cosas y todos opinamos lo mismo: cuando estás montando, pues te vas a otro mundo.