Han pasado dos semanas desde que Rafael Nadal se retiró: lector, supongo que usted recordará la escena.
Noche de martes en Málaga, es la una de la madrugada y 11.000 espectadores contemplan cómo los Países Bajos eliminan a España en los cuartos de final de la Copa Davis. Todo es desolación en la oscuridad del polideportivo, pero la megafonía del Martín Carpena le propone al público que se quede un rato más: nos recuerdan que vamos a asistir al homenaje de despedida de la leyenda del tenis.
Zidane se despidió con un cabezazo a Materazzi, Bolt se rompió un músculo; de Armstrong, ni hablemos
En la noche fea y espesa, desganados todos, contemplamos el vídeo-homenaje. Fluyen imágenes y dedicatorias de celebrities. Nadal pone cara de circunstancias. Esto no debería estar sucediendo en este martes. Sus compañeros del equipo bajan la cabeza, cariacontecidos. En las gradas, algunos críos bostezan, es realmente tarde. En una esquina, los neerlandeses celebran su triunfo.
Los neerlandeses son los únicos felices.
(...)
En las sobremesas, en las improvisadas charlas de los ascensores, en el seminario que impartí anteayer en la Pompeu Fabra, invitado por el gran Paco Cabezas, debatimos:
–¿Qué opina de aquella retirada de Nadal?
Por respuesta, pienso en el adiós de muchas otras leyendas.

Federer, en el torneo de Wimbledon del 2021
La última imagen del Zidane futbolista fue un cabezazo a Materazzi en el 2006: expulsado. Usain Bolt se reventó un isquiotibial en el relevo corto de los Mundiales del 2017. La FIFA nunca castigó a Maradona por su positivo por cinco sustancias en el 1994, pero su nombre quedó ya entonces mancillado. A Lance Armstrong le fue peor. Se había retirado como un héroe y volvió, y su regreso fue un disparate. Fue la sociedad quien le retiró entonces, ciclista proscrito, tramposo reconocido y probado.
Eliud Kipchoge, el mejor maratoniano de la historia, recorrió caminando los últimos 15 km del maratón olímpico de París. Como un profeta 2.0, repartió su ropa y las zapatillas entre los feligreses que le aclamaban. Fue un adiós sobrevenido, entre vítores, pero sospecho que no era el adiós que él esperaba: la mayoría de sus adversarios ya había alcanzado la meta media hora antes.
Mientras le daba vueltas al asunto, me puse Los últimos doce días, el documental de Roger Federer (Prime Video). La historia se centra en su adiós en la Laver Cup en Londres, en septiembre del 2022. En aquellos días le arroparon los grandes del tenis, Borg, McEnroe, Laver, Djokovic, Murray, también Nadal. El homenaje fue magnífico, sentido y lacrimógeno, pero lo siento, no me quito de la cabeza el último partido oficial de Federer, catorce meses antes: en Wimbledon, le había despachado Hubert Hurkacz con un rosco en el set final.