Carlos Cuadrado, de campeón de Roland Garros júnior a navegante a la deriva

Vuelta y Vuelta

Las lesiones frustraron al joven tenista campeón en París en 2001; se compró un velero y dio la vuelta al mundo

FOTO ALEX GARCIA CARLOS CUADRADO, EX TENISTA 2025/05/27

Carlos Cuadrado, autor de ‘Un rival impredecible’ (Penguin), posa en el Centre Internacional de Tennis de Cornellà 

Àlex Garcia

La desproporción entre sufrimiento y placer era mayor que en cualquiera de las montañas que había escalado

Mal de altura. Jon Krakauer

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–Cuando llevaba un año navegando a solas, todo había cambiado. Mi reto ya no era darle la vuelta al mundo. Lo que me fascinaba ahora era aquel estilo de vida.

–¿...?

–Me había enamorado del silencio, de la contemplación de la luna llena, de las tormentas, del cruzar los océanos. Había encontrado la paz interior. Mi vida se limitaba a seguir navegando hacia el oeste. Y disfrutaba del momento. Y cuando llegaba a algún puerto, me quedaba el tiempo que quería. Y cuando entendía que era hora de irse, regresaba al mar.

Carlos Cuadrado (41) me cuenta su historia y mientras él habla, me veo a la deriva en su barco, el Mirniy Ocean, de doce metros de eslora, hoy amarrado en la bahía de Melbourne.

Allí es donde vive nuestro personaje, Carlos Cuadrado: a veces, el hombre sube a sus tres hijos en el Mirniy, les enseña a manejar cabos y velas, les cuenta cómo era su vida en el mar, igual que se lo cuenta a La Vanguardia, igual que lo cuenta en su libro, Un rival impredecible (Penguin).

–¿Por qué hizo el libro?

–Al volver a tierra, tras cuatro años y medio navegando, todos me preguntaban qué había estado haciendo. Les contaba mis andanzas, la inspiración y la alegría que me había generado aquella aventura, y todos me decían lo mismo: ‘Deberías escribir un libro’.

–Pero escribir un libro no es fácil. Hay que saber escribir...

–Leí mucho, ¿sabe? Me inspiré en otros, en Rumbo a las siete islas (Josep A. Pujante), o en Mal de altura (Jon Krakauer), o en Open, la biografía de Agassi. Antes de llegar a esta fase creativa, me había costado adaptarme a la vida real. Tardé siete u ocho meses en lograrlo.

–¿Por qué?

–Tras tantos años en libertad total, me sorprendían tantas normas. Me inquietaba el ir de pasajero en un autobús: me decía: ‘no sabes nada del conductor’. Piense que, cuando navegaba en el barco, todo estaba en mis manos. Me inquietaba el detenerme en un semáforo, con los coches pasando a 50 km/h a cinco metros de distancia. Me agobiaba el compartir el espacio en un cine, o en el avión, todos estamos tan cerca unos de otros. Me parecía que estar en tierra era más peligroso que el mar.

Me decían que estaba loco, que me perdería en el mar, pero mi deseo, en comparación a los miedos, era gigantesco”

Carlos CuadradoEx tenista y navegante

–¿Y por qué se había ido?

(Y ahora nos vamos al tenis: entre sus inspiradores estaba Andre Agassi, el lector lo habrá advertido hace unas líneas).

–Mi última operación de cadera, en el 2008, había agotado mi paciencia. Estaba frustrado, hundido tras tantas lesiones y cirugías. Había asumido que mi cuerpo no podía seguir el ritmo de la élite.

(Debería estar gobernando ese mundo: en el 2001 había ganado el Roland Garros júnior, se codeaba con Gasquet, Verdasco, Tsonga, Baghdatis o Söderling).

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–En una de mis participaciones en el Open de Australia, pensé en que me gustaría vivir allí. Y de repente, al retirarme tan pronto, no sabía qué hacer con mi vida. Había perdido mi identidad, no esperaba verme así, pasando a una vida normal, así que me dejé llevar por el instinto: sabía que quería irme lo más lejos posible. Se lo dije a mi madre y me fui a Australia en busca del mar, el surf y la soledad.

–¿Y de qué vivía?

–De los ahorros como jugador. Y de algún trabajillo en el club de tenis de la familia de Todd Reid, rival y amigo (falleció en el 2018). Todd había ganado Wimbledon júnior en el 2002. Yo vivía en la casa de la familia. Les ayudaba en el club. Hice las paces con el tenis, volví al circuito y entrené a Daniela Hantuchova, Svetlana Kuznetsova y Nastia Pavlyuchenkova, pero en el 2017 decidí que quería navegar. Me compré el barco y me fui: el tenis me había vaciado, necesitaba conocer mis límites.

Carlos Cuadrado, en estos días en Barcelona

Carlos Cuadrado, en estos días en Barcelona 

Àlex Garcia

–¿Le entendieron?

–Nadie lo hacía. Me decían que estaba loco, que me perdería en el mar, que naufragaría. Intentaba no compartirlo mucho porque veía que no me pondría de acuerdo con nadie. Mi deseo, en comparación a los miedos, era gigantesco. Para mí, la locura hubiera sido quedarme en tierra.

(Carlos Cuadrado y el tenis han vuelto a reconciliarse: ahora trabaja en la Federación Australiana de Tenis. En estos días está en Roland Garros; es el entrenador de Emerson Jones, número 2 del ranking júnior de la ITF).

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