Alcaraz doma a Deep Blue

Un Roland Garros inolvidable

En 1996 la súper computadora Deep Blue batió en su primera partida de ajedrez al genial Garry Kaspárov. El campeón del mundo reaccionó y se llevó el enfrentamiento por 4-2. La máquina no había podido con el hombre. Por poco tiempo. Un año después una nueva versión conocida como Deeper Blue doblegó a Kaspárov por 3,5 a 2,5. La máquina había batido al hombre.

Carlos Alcaraz, este domingo en París

Carlos Alcaraz, este domingo en París

Stephanie Lecocq / REUTERS

En tenis lo más parecido a una máquina es Jannik Sinner. Lo era antes de su sanción por dopaje y lo estaba siendo más ahora en su nueva versión, más potente, más infalible, más inalterable y, por lo tanto, más inabordable. Hasta que se topó con un Alcaraz más estajanovista que nunca, más bregador, más sacrificado y a la postre más campeón. Tras intentarlo todo por tierra mar y aire pudo desconectar a la mejor máquina que uno se puede imaginar.

El genio pudo con la máquina con su versión más estajanovista

Acostumbrado a dominar, a ganar y a juguetear con sus rivales con su lluvia de dejadas el español se puso el mono de trabajo y se aprestó a sufrir para buscar resquicios en el italiano, hasta que los halló al borde de la derrota. Al igual que Kaspárov, el murciano se devanó los sesos, experimentó y buscó en su excelso repertorio los movimientos necesarios para voltear la dirección del tablero, pero a diferencia del ajedrecista lo logró en una función sin igual. Le ganó al Sinner anterior y ha doblegado al Sinner actual.

Se enfrentaba el murciano a un destino que parecía inexorable, a un tenista que bordeaba la perfección y que le obligaba a jugar al límite no ya cada juego, sino cada punto. Si hubiera perdido no se habría tenido que echar nada en cara porque se aferró a la vida con el respiradero hasta la extenuación. Fue Nadal en lo relativo a la lucha aunque en Roland Garros el balear jamás tuvo que protagonizar una remontada de este calibre. Porque en el deporte uno no participa solo. Hay rivales. Y cuando das todo lo que tienes y el adversario es mejor, solo te queda darte la vuelta y aplaudir. Eso es lo que pensaba casi todo el mundo que ocurriría con Alcaraz. Pero no. Pasó lo contrario. El que tuvo que aplaudir fue Sinner. Porque hasta las máquinas no son perfectas. Ganó el genio.

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