Hay soluciones, pero primero el dramatismo. Cualquier persona que haya visitado con cierta regularidad un hospital en los últimos tiempos podrá intuir que el envejecimiento de la población ya tensiona el sistema sanitario. No hacen falta demasiadas estadísticas para corroborarlo. Los pasillos, las salas de espera, las consultas y las habitaciones están ocupados sobre todo por personas mayores. Cumplir años ya no es solo un desafío personal, también del conjunto de la sociedad.
“El modelo de bienestar tiene dos espadas de Damocles relacionadas con el envejecimiento que van a caer sobre nuestras cabezas”, afirma Juan Carlos Alcaide, autor del libro “Silver Economy”. “Son las pensiones y la salud”. Este experto indica que la presencia de mayores ya “es masiva” en los hospitales y lamenta que “nadie haya hecho nada pese a que la covid se presentaba como un revulsivo” para transformar la sanidad.
Más dramatismo, el de las cifras. El gasto sanitario se reparte de manera muy desigual y se acentúa con la edad. Un trabajo del Observatorio Social de la Fundación La Caixa calcula que el 5% de la población acapara el 50% de los costes sanitarios y apunta a las personas de mayor edad como las que absorben más recursos. Entre los 80 y los 84 años se genera un gasto medio cercano a los 3.400 euros al año en el caso de los hombres y de más de 2.700 euros en el de las mujeres.
Hay otros datos para confirmar que el sistema sanitario se enfrenta en los próximos años a una prueba de estrés. El 80% de los mayores de 65 años tiene al menos una enfermedad crónica y el 60% de las estancias prolongadas en hospitales corresponde a personas con más de 50 años.
Los nuevos avances abaratan costes y permiten atender a las personas en su hogar
Y luego están las cifras macroeconómicas, para acabar de desmoralizar al lector. Un reciente informe publicado por la Fundación PwC y el Círculo de Empresarios concluye que el peso del gasto en sanidad y en pensiones sobre el PIB ha aumentado un 56% desde el 2004.
La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef) pronostica que el gasto en sanidad aumentará 1,4 puntos del PIB entre el 2023 y el 2050, hasta equivaler al 8% en el 2050. Desde ese momento, seguirá al alza hasta el 2070, pero de forma mucho menor.
Para llegar a esta conclusión, la Airef ha tenido en cuenta las previsiones de gasto por género y grupo de edad, para concluir que, de los 1,4 puntos de aumento del gasto, un punto lo explica el envejecimiento de la población. “Hasta el 2045, el aumento de la edad de la población asociada a la generación de los baby boomers y los demás factores que determinan el coste unitario llevan a un crecimiento del gasto total superior o igual al 4% anual”, concluye.
Y hasta aquí el dramatismo. El mismo experto que ve en el envejecimiento una espada de Damocles cree que hay muchos ámbitos de mejora. “No es solo dinero, se trata de movilizar recursos y hacerlo mejor”, afirma Alcaide. “Hay que poner en marcha ideas evolucionarias, no necesariamente revolucionarias”.
El gasto sanitario se reparte de forma desigual en función de la edad
Su receta tiene cinco ingredientes. Uno: “apoyarse en la tecnología como la teleasistencia, la robótica o la inteligencia artificial para que las personas puedan ser atendidas en su propia casa”. Dos: “potenciar la complementariedad entre el sistema público y privado incentivando fiscalmente que las personas tengan un seguro que sirva para desatascar la sanidad pública”. Tres: “aprovechar las mutuas de accidentes de trabajo”, que se encuentran infrautilizadas y que también pueden aliviar mucho la presión sobre la sanidad pública.
La cuarta idea: desarrollar un concepto de salud preventiva asociado al estilo de vida en el que el propio Estado se tome en serio incentivar hábitos de vida saludables. Y la quinta: animar a los jóvenes a formarse en medicina y trabajo social porque va a hacer falta mano de obra. “Cronicidad y dependencia serán dos palabras clave”, concluye Alcaide.

Los mayores manifiestan sentirse bien de salud
La falta de personal es una de las preocupaciones que aparecen recogidas en informes como el elaborado recientemente por la Fundación Viatris, que calcula que en el 2027 habrá ya un déficit de 4.500 profesionales solo en la atención primaria. Se irá notando progresivamente en otras especialidades y alcanzará al personal de enfermería.
Benigno Lacort, consejero delegado del think tank Senior Economy Forum e impulsor del Encuentro de Economía Senior, niega la mayor. “Hay que huir del concepto peligroso de que los mayores colapsan el sistema”, afirma. “No se puede estigmatizar a una parte de la población y llegar a la conclusión de que colapsan el sistema porque el sistema ya está colapsado”.
Tiene razón incluso cuando se atiende únicamente a aspectos económicos. Las personas mayores suelen ser propietarias de su vivienda, disponer de ingresos estables y generar una parte importante del consumo, lo que les da poder para crear una economía a su alrededor. El envejecimiento es también una gran oportunidad empresarial y económica incluso en ámbitos como el sanitario.
La mayor parte de los gastos médicos individuales se producen en los dos últimos años de vida, pero hasta ese momento hay mucho que objetar frente a las imágenes de hospitales abarrotados de mayores. El centro de investigación Ageingnomics, de la Fundación Mapfre, ha hecho una encuesta en la que las personas de entre 55 y 75 años dan una nota media de 7,2 sobre diez a su estado de salud. “El estereotipo de la persona jubilada que se pasaba todos los días en el médico está experimentando un cambio y hoy la gente va al médico por enfermedad con mucha menos frecuencia”, dicen desde el centro.
Lacort también apunta a varias soluciones para mejorar el bienestar de los mayores. Defiende “una medicina basada en el valor” en la que se busque “la máxima satisfacción con recursos ajustados”, lo que incluye una visión más integral de cada paciente. También aboga por un gran despliegue de tecnologías en el hogar, al alcance de las personas mayores. De menor coste, permiten atender a las personas en su casa y hacer un seguimiento personalizado. Su tercera propuesta tiene que ver con la prevención.
Ageingnomics también ha puesto cifras y porcentajes a la mejora en el estilo de vida de las personas mayores. Su tesis es que, aunque se vean muchos mayores en los hospitales, la imagen del jubilado que se pasa el día en el médico no se corresponde con la realidad. Hay unos 12,7 millones de personas en España de entre 55 y 75 años que se sienten en su mayoría vitales y que apenas tienen necesidad de ir al médico. El 52% dice que solo va un par de veces al año por enfermedad y el 32% solo lo hace una. Eso es compatible con que el 75% de ellos sufra alguna patología crónica, en la mayor parte de los casos controlable, como la hipertensión, el colesterol alto y la artrosis. Hay un 25% que no sufre ninguna enfermedad.
El 60% de las estancias prolongadas en hospital corresponden a mayores de 50 años
Para José Luis López, secretario de la Fundación Más Senior, el desafío para los sistemas sanitarios tiene que ver con “la sostenibilidad financiera, los recursos humanos y la adecuación de los servicios a las necesidades específicas de los sénior”. ¿Está la sanidad en condiciones de asumir el desafío? “Dependerá de su capacidad de adaptación y de la implementación de reformas estructurales”, contesta.
El modelo español, como el de otros países europeos, se encuentra “tensionado por el aumento de la demanda derivada de un aumento de la población sénior”, pero tiene sus puntos fuertes. “Contamos con uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, incluso me atrevería a decir con el mejor del mundo desde el punto de vista de la equidad y la atención al paciente”, asegura.
Sin embargo, hacen falta cambios. Como el resto de expertos, López cita algunos: aumentar el número de especialistas en geriatría y cronicidad, incrementar la coordinación entre atención primaria, hospitalaria y servicios sociales, invertir más en infraestructuras y tecnologías, dotar de financiación suficiente el aumento de gastos sanitarios y promover una longevidad más saludable. “Con las reformas adecuadas, el sistema puede evolucionar para responder mejor a estos retos”, concluye.