Esteve Almirall: “Europa regula lo que aún no entiende”
Entrevista
La IA centra 'Qué hacer cuando todo cambIA' (Planeta), un ensayo provocador sobre la disrupción tecnológica y los grandes retos que plantea
Esteve Almirall, estudioso y experto en temas de innovación
ChatGPT acaba de ganar en apenas unos días un millón de nuevos usuarios. El motivo: la moda viral de poder convertir una foto en un anime con estética de la productora japonesa Ghibli. Este es un ejemplo hype de cómo hemos adaptado la IA de forma individual a nuestra cotidianidad. A escala empresarial, el tema está aún por determinar. De ello habla el profesor de Esade y director del Center for Innovation in Cities, Esteve Almirall, en su libro Qué hacer cuando todo cambIA (Planeta), una obra que busca explicar cómo la IA está reconfigurando el sistema productivo, los modelos de negocio y hasta las bases del contrato social.
Solo habrá dos tipos de empresas: las que adopten la IA y las que no y tengan que desaparecer
Usted publicó un artículo titulado La IA te va a decepcionar.
Porque es algo que sucede a menudo. No solo con la IA, sino con cualquier innovación o tecnología que se presenta como transformadora. Hay un desfase entre la velocidad con la que se desarrolla y la velocidad con la que la sociedad la adopta. La adopción de la tecnología siempre es un fenómeno social y depende de factores como la accesibilidad, el contexto, la utilidad percibida, la presión competitiva o incluso la moda. El caso de los chatbots generativos es revelador. Hay millones de personas que ya los utilizan porque son fáciles de usar y ofrecen beneficios inmediatos. Sin embargo, la adopción en organizaciones es mucho más lenta.
¿Por qué?
Porque implica cambiar estructuras, procesos y formas de trabajar. Las organizaciones necesitan evidencias claras de que esa tecnología mejora sus resultados. Además, muchas veces no tienen incentivos suficientes para arriesgarse.
¿El futuro será de quien arriesgue?
En un escenario de disrupción tecnológica como el actual, solo quedarán dos tipos de organizaciones: las que adopten la nueva tecnología y las que desaparezcan. Lo mismo que sucedió con internet o los smartphones: hoy es imposible imaginar una empresa que no los utilice. Lo será también con la IA.
¿Y Europa?
Europa no tiene un problema de capacidades. Muchas de nuestras empresas tradicionales son igual o más eficientes que las americanas, el problema es que no conseguimos generar nuevas empresas digitales con impacto global. Las grandes tecnológicas no están aquí. Tenemos centros de investigación potentes, pero nos cuesta transformar ese conocimiento en innovación y, más aún, en negocio. Hay un fallo en la movilización de capacidades, en la transferencia real.
Pero regula antes que nadie.
Tiene una tradición garantista, heredada en parte del modelo francés. Eso hace que prioricemos la protección frente a la eficiencia. Mientras tanto, otras regiones apuestan por la acción y la mejora del servicio. En vez de liderar la adopción, nos hemos centrado en regular lo que aún no entendíamos. Y claro, la atención social es limitada. Nos dejamos llevar por el miedo, por voces muy vocales, y perdimos el foco: competir.
¿La IA nos va a desburocratizar?
Debería. Por ejemplo, en Catalunya, tenemos mucha gente de mi generación que se jubilará en los próximos cinco años. Esta es una oportunidad única para reformar la administración sin romper nada. Se trata de aprovechar ese relevo para incorporar nuevos perfiles y avanzar hacia una administración moderna.
¿Qué hacer cuando todo cambia?
En este libro he puesto por escrito muchas de las reflexiones que he desarrollado en mis clases. He tratado de explicar por qué las disrupciones actuales no siguen el modelo clásico. No son como las de Clayton Christensen, que tardaban décadas en consolidarse desde abajo. La disrupción actual aparece desde arriba, como Tesla o ChatGPT. No emergen de productos modestos que van mejorando, sino que llegan ya con gran impacto. Se expanden por el hype, pero solo se consolidan si hay adopción real.
¿Y si no hay adopción?
No hay disrupción. Es el caso del metaverso. Mucho ruido, pero sin adopción, no hay impacto.
¿Y su impacto económico?
La IA tiene dos efectos principales: automatiza tareas y mejora (o aumenta) las capacidades humanas. Automatizar significa que el sistema hace cosas por sí solo. Aumentar significa que ayuda a una persona a hacer mejor su trabajo. El aumento tiene un límite: la atención humana. Por mucho que una IA te ayude a escribir, tu tiempo es finito. En cambio, la automatización permite escalar sin esos límites. Pero para que eso tenga impacto económico, hay que considerar si el mercado es elástico (puede crecer) o inelástico (tiene un techo).
¿Puede poner un ejemplo?
Sí. Imaginemos una consultora como McKinsey, que asesora a grandes empresas. Su mercado es limitado. Si automatiza, será más eficiente, pero no podrá vender mucho más. Sus clientes son los mismos. El impacto será de eficiencia, no de escala. En cambio, si aplicas IA en un mercado elástico, como el consumo digital masivo, el impacto puede ser enorme: más producción, más usuarios, más ingresos. Y eso puede elevar los salarios y la calidad del empleo, si se hace bien.
¿Hacia dónde nos dirigimos?
Tenemos dos posibles caminos. Uno distópico: unas pocas empresas controlan los sistemas inteligentes y concentran poder, mientras el resto queda relegado. Y otro, más utópico: la automatización libera tiempo, mejora la calidad de vida y permite una redistribución más justa del trabajo y la riqueza. Ambos son posibles. Todo dependerá de cómo diseñemos las reglas.