Empresas e inventores españoles presentaron 2.192 solicitudes de patentes ante la Oficina Europea de Patentes (OEP) en el 2024. Pueden parecer pocas, el 1,1% de la cifra total impresiona poco. Pero ese número ha crecido el 3% interanual mientras el conjunto de solicitudes disminuía ligeramente (-0,1%). Ahora, si el cálculo se limita a los 39 países miembros, la proporción sube al 2,5%, que ya es relevante, y más en el listado de los Veintisiete de la UE.
Ha de tenerse en cuenta que el 56,7% de las solicitudes procedieron de países no europeos: Estados Unidos, China y Japón encabezan la lista. “No lo vemos como una cuestión de bloques –explica Luis Berenguer, director de comunicación de la OEP– sino como algo muy lógico: la patente es un derecho de exclusividad en un ámbito territorial; por consiguiente, si un fabricante americano o asiático quiere entrar en los mercados europeos, es recomendable que sus productos estén protegidos por una patente de validez europea, que es nuestra misión esencial”.
El desglose de la estadística anual incluye distintas clasificaciones. Una de ellas indica que “Catalunya se sitúa de nuevo entre las regiones más innovadoras de Europa”, puesto que lidera el ranking territorial con 724 solicitudes al cierre del año; es un ligero descenso interanual, pero aun así representa el 36,2% del total español, porcentaje que duplica el de Madrid. Y, por cierto, estas dos autonomías concentran el 51,8% del total español.
Catalunya origina el 36,2% de las solicitudes de registro de patentes del conjunto de España
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) continúa siendo el mayor solicitante español de patentes europeas; en segundo lugar aparece la empresa Amadeus; dos universidades –la Politécnica de Catalunya y la del País Vasco– cierran la lista de los diez primeros solicitantes. Por campos de aplicación, los tres principales en España son, respectivamente, la farmacéutica, la tecnología médica y la biotecnología, un terceto significativo de las tendencias en I+D. En cambio, las tecnologías de computación –incluye la IA– que encabezan la tabla europea, solo ocupan la décima posición en las solicitudes españolas.
Con 39 países miembros y sede en Munich, la OEP no es una fuente de valor de mercado para una invención patentada, pero indica que es susceptible de tener aplicación industrial como solución para un problema científico o tecnológico, matiza Berenguer. “Luego, toca al mercado decidir si esa solución merece éxito o no”. De manera que, cuando un inversor decide respaldar un desarrollo o invención, la existencia de una patente es un indicador de calidad. ¿Y qué es calidad? En última instancia que, en un eventual litigio, no sea anulada por un juzgado.
Aunque el perímetro de la OEP es más amplio que el de la UE, António Campinos, presidente del organismo desde el 2018, se remite a los informes Letta y Draghi al comentar el balance estadístico del 2024: “Ambos nos han advertido que, si quiere ser competitiva a escala mundial, Europa debe mejorar su innovación y ayudar a los inventores a mejorar y comercializar sus invenciones. Los datos de la OEP muestran una hoja de ruta para esas prioridades industriales, políticas e inversoras”.
Sectores como farmacia, tecnología médica y biotecnología lideran la tabla
El valor social de una invención se identifica con los beneficios que produce y la patente consolida una exclusividad de uso, subraya Berenguer: “La vigencia de una exclusividad o monopolio por un periodo de 20 años está justificada por la inversión que se ha realizado para alcanzar un resultado que ha de responder a necesidades de la sociedad”.
Berenguer concluye con un alegato. La OEP, dice, va más allá de su naturaleza de registro: “Somos un reservorio de conocimiento y tenemos billones de documentos accesibles, de manera pública y gratuita, a disposición de los investigadores que quieran desarrollar una invención o un desarrollo científico” .