Invertir: ¿ciencia o arte?

Opinión

Invertir: ¿ciencia o arte?
Ingeniero y 'business angel'

Nos fascina la ciencia. Nos gusta la seguridad que dan las fórmulas y las hojas de cálculo donde todo parece encajar. Pensamos que si acumulamos bastante información y hacemos los cálculos correctos, podremos entender el presente y predecir el futuro. Afortunadamente la realidad no funciona así. En la mayoría de ámbitos los factores humanos, orgánicos o simplemente imprevisibles, son los que determinan el resultado. Casi todo es, en parte, una mezcla de arte y ciencia. Y eso también es cierto con el dinero, especialmente cuando hablamos de inversión.

Muchos piensan que invertir es una ciencia pura, como si hubiera unas ecuaciones infalibles para alcanzar el éxito financiero. Por suerte, la realidad es mucho más compleja. Sí, la inversión tiene fundamentos cuantitativos innegables: balances, ratios financieros, ingresos, deudas... Pero también es un arte. No hay ninguna fórmula matemática que pueda medir la confianza en una empresa, el carisma de un fundador o la conexión emocional de un consumidor con una marca. Es muy difícil poner en una hoja de cálculo las intuiciones, los cambios de tendencia o las emociones colectivas.

El momento

Invertir no es una ciencia pura, no hay ecuaciones infalibles para alcanzar el éxito; hay que mirar el contexto y las tendencias

Por eso hay tantas paradojas en el mundo de la inversión. Por ejemplo, hay estudios que argumentan que la mejor estrategia es comprar empresas infravaloradas. Otros, igualmente rigurosos, concluyen que es mejor invertir en empresas en crecimiento, aunque puedan parecer caras. La explicación no se encuentra solo en los números, sino en el contexto, en la psicología del momento, en la narrativa que rodea cada inversión. Y eso es lo que desconcierta a las personas, porque cuanto más importante es una materia, más científica y predictible nos gustaría que fuera. Pero con el dinero, como con la vida, las fórmulas no siempre funcionan.

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Un trader en la Bolsa de Nueva Yorkl

Timothy A. Clary / AFP

Y eso no quiere decir que invertir sea un juego de azar. Significa que en economía, y en inversión en particular, tan importante es saber leer balances y cuentas de resultados como saber interpretar emociones humanas y contextos sociales. La ciencia puede indicar qué empresas están bien de precio. Ahora bien, es la interpretación del momento, de las expectativas, de los miedos y las esperanzas sociales lo que indican si el mercado está a punto para valorarlas como merecen. Y eso tiene mucho más de artístico que de científico. Hay que entender los números y los datos pero también los contextos y las tendencias sociales. La ciencia y el arte.

Nos han hecho creer que la vida es una cuestión de ingeniería, cuando en realidad es una obra de arte en construcción constante. Y esta es la gran paradoja: los que más triunfan no son los que más saben, sino los que mejor interpretan. Los que entienden que el mundo no es una ecuación, sino una historia. Que las fórmulas pueden ayudar, pero que, al final, lo que marca la diferencia es la capacidad de ver aquello que la mayoría no ve. Y eso, seguramente, solo se puede aprender viviendo.

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