La historia comienza como comienzan casi todas las historias del ramo. Que es que cuando Phil Knight tuvo su «idea descabellada» en 1962, nadie, pero nadie es nadie, apostaba por él. Un joven tímido de Oregón que soñaba con importar zapatillas japonesas para competir con las todopoderosas marcas alemanas. Más de 60 años después, Nike era un gigante mundial valorado en más de 150.000 millones de dólares. Así es como en sus memorias, un clásico de la literatura empresarial titulado Nunca te pares, Knight desvela los secretos de esta transformación extraordinaria que le convirtió en multimillonario desafiando todas las probabilidades.
«La vida es un juego. Quien rechaza esa verdad, quien simplemente se niega a jugar, se queda en el banquillo, y yo no quería que eso me pasara». Con esta filosofía, Knight no buscaba tanto ganar, sino simplemente evitar perder. Su mayor motor no era el éxito, sino un verdadero pavor a la derrota. Semejante mentalidad le permitió sobrevivir a crisis que habrían hundido a cualquier otro: desde quedarse sin crédito bancario hasta recibir una factura del gobierno americano por 25 millones de dólares, lo cual perfectamente podría haber significado el fin de Nike.
No importa que los demás piensen que tu idea es descabellada... tú sigue. No te detengas. Pase lo que pase, no te pares.
Knight nunca siguió las reglas convencionales del mundo empresarial. En su primera reunión con los ejecutivos japoneses de Onitsuka, inventó sobre la marcha el nombre «Blue Ribbon Sports», inspirado en las medallas de atletismo que guardaba en su habitación. No tenía oficina, ni empleados, ni experiencia en el sector. Vendía zapatillas desde el maletero de su Plymouth Valiant en competiciones de atletismo locales. ¿Su secreto? «La fe es irresistible». Creía tan firmemente en su producto que contagiaba ese entusiasmo a cada cliente potencial.
La construcción del equipo adecuado fue otro de sus grandes aciertos. Knight no buscaba ejecutivos convencionales, sino personalidades apasionadas. Jeff Johnson, su primer empleado, era un corredor obsesivo que escribía cartas interminables a Knight (que este rara vez contestaba) y convirtió su tienda en Santa Mónica en un «santuario para corredores». Bob Woodell, tras quedar en silla de ruedas por un accidente, demostró una eficiencia y actitud positiva que le llevaron a dirigir las operaciones de la empresa. A todos Knight les permitía libertad total: «No le digas a la gente cómo hacer las cosas; diles qué hacer y deja que te sorprendan con el resultado».
La creación del icónico logo y nombre de Nike ocurrió casi por azar. En 1971, ante la inminente ruptura con Onitsuka, Knight necesitaba una nueva marca. Pagó 35 dólares a Carolyn Davidson, estudiante de diseño, por lo que hoy es uno de los logotipos más reconocibles del mundo: el swoosh. Cuando le presentaron el diseño, su reacción fue tibia: «No me entusiasma. Quizá llegue a gustarme con el tiempo». El nombre fue sugerido por Jeff Johnson tras un sueño sobre la diosa griega de la victoria, aunque Knight no estaba convencido inicialmente.
¿Su secreto? «La fe es irresistible»
Pero probablemente la lección más valiosa de Knight es que el fracaso no es el enemigo, sino parte del proceso: «El miedo al fracaso nunca será nuestra perdición como empresa. No es que creyéramos que no íbamos a fracasar; de hecho, estábamos seguros de que eso ocurriría. Pero teníamos fe en que sería rápido, aprenderíamos de ello y mejoraríamos». Semejante filosofía permitió a Nike arriesgarse con productos revolucionarios como las Air Jordan o las zapatillas con cámara de aire, transformando para siempre la industria del calzado deportivo.
Culmina Knight su historia con la oferta pública de Nike en 1980, cuando se convirtió en multimillonario de la noche a la mañana con un patrimonio estimado en 178 millones de dólares. Sin embargo, advierte que el dinero nunca fue su objetivo principal: «Son solo negocios. Nunca son solo negocios. Nunca lo serán. Si alguna vez se trata solo de negocios, significará que es uno muy malo». Para Knight, Nike representaba algo más profundo: era la oportunidad de crear algo significativo y transformador, de dejar huella en el mundo. Su consejo final para emprendedores: «No importa que los demás piensen que tu idea es descabellada... tú sigue. No te detengas. Pase lo que pase, no te pares».
Antonio J. es escritor y cofundador y director editorial de www.rrefugio.com, agencia especializada en contenido, ecommerce, estrategia digital y branding.