No soy persona que se obsesione con facilidad, pero he de reconocer que, profesionalmente, soy un obseso de la medición. El principio básico debe ser que el método estadístico debe ajustarse a la calidad y la incertidumbre asociada a la medición. Nunca entendí cómo había economistas profesionales que aplicaban métodos empíricos muy complejos a datos de muy dudosa calidad o con enormes errores de medida. Recuerdo el asombro que me produjo una presentación de un reputado economista académico que analizaba la dinámica de los precios de la vivienda en los países de la OCDE. Pero en cada país el tipo de datos era diferente: en unos eran precio de tasación, en otros el precio de mercado y en otros el precio de oferta. En términos de dinámica esto es como sumar peras, manzanas y plátanos. Lo peor de todo es que muchos estudiantes reproducen esta forma de actuar. Bajan los datos de internet sin pensar en el origen de las estadísticas o cómo se han construido. Lo importante es pasarlos luego por un modelo econométrico lo más complejo posible u obtener las conclusiones más impactantes. De hecho, muchas veces no visualizan los datos para comprobar, por ejemplo, si se han cargado bien o hay datos anómalos o faltantes.

Una persona trabajando en estadísticas digitales
Hay que mostrar mucho más respeto por los datos. En primer lugar, es importante resaltar que la forma en que entendemos la economía depende de los datos disponibles. Las estadísticas económicas proporcionan el microscopio con el que observamos e interpretamos la realidad económica. Pero las estadísticas que se calculan, sus categorías y definiciones reflejan una concepción determinada de la estructura económica. Por ejemplo, los elementos más importantes de la Contabilidad Nacional, que nos permite calcular el PIB como magnitud fundamental de la evolución económica de un país, proviene de los años 40 cuando la economía era fundamentalmente manufacturera, el capital físico y el trabajo eran la base de la producción y el keynesianismo definió el producto como la suma de consumo más inversión más gasto público más exportaciones menos importaciones. Es evidente que en aquel tiempo ni la economía digital era relevante, ni el mundo estaba tan interconectado como en la actualidad, ni las externalidades negativas causadas por la contaminación eran tan evidentes. Y esto sin entrar en la medición de las magnitudes en términos reales o la estimación de la actividad del sector financiero. En esta dirección se van realizando cambios para mejorar la representatividad del PIB bien incluyendo algunas actividades ilegales, o algunas imputaciones para magnitudes de difícil cálculo lo que, poco a poco va aproximándola a una medida más acorde a la estructura económica actual.
Organismos oficiales
La necesidad de estadísticas fiables es muy importante cuando debemos hacer política basada en la evidencia; no vale fiarnos de “el primo de Luis, que lo sabe de buena tinta”
En segundo lugar, en los últimos tiempos la calidad de las estadísticas ha empeorado. Las revisiones de las cifras del PIB y el empleo, después del lógico incremento durante la pandemia, se han mantenido en niveles muy superiores a los anteriores a la covid. Hay en curso una investigación sobre errores en la estimación el PIB por la oficina estadística británica, y las estadísticas de inflación en Nueva Zelanda también están en cuestión. Los motivos de este empeoramiento son diversos. Por un lado, las encuestas que tradicionalmente se han usado para aproximarse a la medición de muchas magnitudes económicas cada vez tiene una tasa de respuesta más baja. Esto reduce su fiabilidad. Por suerte están apareciendo nuevas aproximaciones, basadas en datos administrativos o información generada por empresas (por ejemplo, las entidades financieras), que pueden mitigar en parte este problema. De hecho, hay algún intento de producir una nueva metodología para construir la Contabilidad Nacional basada en los datos de transacciones financieras. En segundo lugar, cuanto más hace falta conocer una realidad cambiante y actualizar los instrumentos de medida para ajustarse a esta nueva situación, muchos países están reduciendo la financiación a los organismos estadísticos oficiales. En Estados Unidos esta tendencia es anterior a Trump, aunque ahora se está acelerando. Hace unos días recibí un mensaje para apoyar que se siga produciendo una estadística de las Naciones Unidas que, ante la reducción de su presupuesto, se está planteando recortar en generación de información estadística.
La polarización política todavía inyecta más ruido a las estadísticas. Desde siempre gobiernos y oposición han creído o desacreditado las estadísticas económicas en función de sus intereses. Si las estadísticas muestran que la economía crece, la oposición argumenta que la cifras están desconectadas de la realidad de las familias, y si la economía agregada no va bien, el gobierno de turno argumenta que ve los restaurantes y las tiendas llenas. Pero las cosas están empeorando pues ahora se extienden a los votantes. En EE.UU. las expectativas de inflación de demócratas y republicanos eran similares cuando ganó Trump (3%). Desde entonces han divergido de forma dramática hasta el punto que los demócratas esperan a largo plazo inflaciones superiores al 4% y los republicanos un 1,5%. Esta divergencia es muy relevante pues las expectativas tienen influencia sobre muchas variables económicas, incluidas las demandas salariales. Todavía más dramático, republicanos y demócratas divergen en hechos económicos. Dos tercios de los demócratas afirmaban correctamente el mes pasado que el mercado de valores había caído desde enero. Sin embargo, menos de la mitad de los republicanos creían que había caído.
Respeto al dato
Las estadísticas económicas proporcionan el microscopio con el que observamos e interpretamos la realidad económica
Necesitamos justamente lo contrario de lo que está sucediendo: más presupuesto para estadísticas oficiales. La necesidad de estadísticas fiables es particularmente importante cuando debemos hacer política basada en la evidencia. Este debería ser un ejercicio asociado a cualquier política, que debería desplegarse con los mecanismos para su evaluación. Sin embargo, la mayoría de los gobiernos no evalúan las políticas económicas ni aplican las lecciones aprendidas por la experiencia. El relato se apodera de la discusión sobre la eficacia de una determinada política basado en una visión parcial y no en una evaluación profesional y detallada. Prefiero una estadística económica imperfecta generada por un organismo estadístico oficial a un buen relato o al “me lo ha dicho el primo de la cuñada de mi amigo Luís que lo sabe de buena tinta”.