El clima calienta los precios alimentarios

Coyuntura agrícola

Las cotizaciones están un 35% más altas que hace cinco años: se disparan la inflación, las desigualdades sociales y el gasto sanitario

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Unos cultivos arrasados después de un incendio en la Segarra

Marc Carnice

¿Qué hay detrás del encarecimiento desorbitado del precio del café en Brasil (55%), del cacao en Costa de Marfil (+280%), del aceite de oliva en España (+50%) o del arroz en Japón (+48%) que vivimos en los últimos dos años? La respuesta es el auténtico villano de nuestra época: ¡el clima! Sequía, inundaciones, olas de calor están poniendo a prueba el ecosistema del planeta. No solo nuestros bolsillos, sino el conjunto de la estructura económica.

Una reciente investigación de varios centros internacionales, entre los cuales destacan el Barcelona Supercomputing Center (BSC) y el Icrea (Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats) ha demostrado que entre 2022 y 2024 no solo el aumento de las temperaturas, sino también el exceso o la carencia de agua causaron shocks de precios, poco después de unos eventos climatológicos “que no tienen precedentes históricos”. “Todas las economías del mundo vivirán episodios de temperaturas y precipitaciones extremas en los próximos años. Eso llevará necesariamente a un aumento de la inflación de los alimentos”, pronostica Maximilian Kotz, analista del BSC y uno de los autores del estudio.

Los ejemplos son innumerables. En Etiopía, los precios de los alimentos fueron un 40% más altos en marzo del 2023 tras la sequía del 2022 en el Cuerno de África, la peor en 40 años, que los científicos afirman fue “mucho más intensa” y que ahora es “100 veces más probable” por el cambio climático.

Pakistán experimentó un aumento del 50% en los precios de los alimentos rurales semanas después de las inundaciones de agosto del 2022, con lluvias monzónicas un 547% por encima de la media y un récord histórico de lluvia semanal acumulada en julio (200 mm). Sin ir tan lejos, en el sur de Europa ya vimos cómo debido a la ola de calor y la sequía anómala en España o Italia el precio del aceite de oliva se disparó hasta un 50% en un año.

Estos episodios alteran el cuadro político e influyen en los tipos

Desde el punto de vista económico, la apreciación de la materia prima se traslada a lo largo de la cadena de valor. Salta fronteras. Una taza de café en Europa depende de lo que pase bajo el sol brasileño, y aunque vivas en un país rico y preparado, el clima no perdona, así que nadie está a salvo. Tampoco en los países que han esquivado alguna anomalía climática.

“No hemos encontrado evidencias de que los países más ricos estén más protegidos contra los impactos del clima por tener una mejor tecnología o un marco de pólizas de seguros más eficientes. Cuando se habla de precio de los alimentos hay limitaciones en el potencial de los países para paliar estos efectos”, señala Kotz.

El hecho de que un producto agrícola se vuelva más caro para el consumidor solo es la punta del iceberg. Porque si el precio del alimento se dispara se pueden generar problemas de salud pública (lo que supone un aumento del gasto sanitario), ya que “la comida saludable cuesta el doble por caloría que la menos saludable. Cuando los precios suben, los hogares con bajos ingresos probablemente reduzcan el consumo de alimentos nutritivos como frutas y verduras porque no pueden permitírselo”, sostiene el estudio. El clima extremo agrava las diferencias sociales (entre países y dentro de ellos) y hasta puede empeorar las finanzas públicas, que tienen que soportar un gasto extra.

Estos desequilibrios climáticos hasta pueden influir en la política monetaria. “Los mandatos de los bancos centrales para controlar la inflación podrían volverse más difíciles de cumplir a medida que el clima extremo haga que los precios de los alimentos sean más volátiles”, afirman en el estudio. No hay que olvidar que en los países menos avanzados el peso de los alimentos en el índice de la inflación es más elevado, con lo que los indicadores se disparan también desde un punto de vista estadístico.

El Barcelona Supercomputing Center y el ICREA han analizado datos entre 2022 y 2024

Asimismo, a escala social, esta situación es una bomba de relojería: con tipos de intereses más altos y más inflación se genera el caldo de cultivo para la “inestabilidad política y agitación social”, afirma el estudio. Es la tormenta perfecta: comer es más caro y encima se encarece el crédito. Y los autores citan casos históricos célebres.

Durante la Revolución Francesa hubo un notable incremento en el precio de los alimentos, de alrededor del 65%, especialmente del pan, que era el sustento básico para la mayoría de la población, debido en parte a malas cosechas y al crecimiento poblacional (¿se acuerdan de la frase atribuida a la reina de Francia, María Antonieta, sobre las revueltas de los campesinos: ‘que coman pasteles’?) Algo parecido ocurrió en la revolución rusa de 1917 o la primavera árabe. Entre junio de 2010 y junio de 2011, los precios mundiales de los granos casi se duplicaron, con el trigo subiendo un 70-83%. Ese fuerte incremento afectó gravemente a países como Egipto, el mayor importador mundial y donde la población gasta el 40% de sus ingresos en alimentos.

La investigación también llega a nuestros días, citando “el menor apoyo para los demócratas en las elecciones presidenciales de EE.UU. en el 2024 y el auge de los populismos extremistas cuando la subida de precios afecta a los salarios reales”. Los analistas recuerdan que la subida de la inflación fue uno de los factores que contribuyó a la caída de la popularidad de Biden.

Estas subidas de las cotizaciones no son esporádicas, sino que han llegado para quedarse. De hecho, los precios mundiales de los alimentos permanecen aproximadamente un 35% por encima de los niveles de 2019, antes de la pandemia de la covid, según un reciente cálculo de la FAO (Naciones Unidas). La FAO destaca que los extremos climáticos son cada vez más frecuentes e intensos, especialmente en regiones donde la agricultura depende mucho del clima y de la lluvia.

Los países de renta más baja se alimentan peor: aumenta el gasto sanitario

No obstante, Máximo Torero, economista jefe de la FAO, considera que el clima es solo una parte de la cuestión “El aumento persistente de los precios es el resultado de una compleja interacción de impactos climáticos, interrupciones en las cadenas de suministro, tensiones geopolíticas, comportamientos especulativos en los mercados financieros y factores macroeconómicos como la depreciación de las monedas”. Estos factores se combinan entre sí. Torero pone el ejemplo de los fertilizantes: los precios aumentaron drásticamente entre 2021 y 2023 debido al alto coste de la energía, la guerra de Ucrania y la escasez de suministros, restringiendo la producción en muchos países en desarrollo. Esos eventos, sea cual sea su origen, impactan en los rendimientos, limitando las cosechas y contribuyendo a pérdidas a lo largo de la cadena de suministro, particularmente en países de ingresos bajos y medios.

Por ello, Máximo Torero destaca que las regiones en vías de desarrollo son las que acaban sufriendo más. “Un elemento clave es la depreciación de la moneda en muchos países de bajos ingresos –impulsada por elevados niveles de deuda, reducción de reservas de divisas, y condiciones financieras globales más estrictas–, lo que ha encarecido las importaciones de alimentos. En África y parte de Asia Occidental, las monedas locales devaluadas han amplificado el coste de los alimentos básicos importados. Esto crea un círculo vicioso, donde las expectativas de futuros incrementos de precios llevan a cambios en el comportamiento de consumidores y productores –como el acaparamiento, compras especulativas y presiones salariales– que a su vez alimentan la inercia inflacionaria”.

“La meteo llevará a una inflación más alta”, dice el analista Maximilian Kotz

Hecho el diagnóstico del problema, ¿qué se puede hacer aparte de reducir las emisiones? “Sin una mayor inversión en producción agroalimentaria resiliente al clima, una mejor infraestructura de almacenamiento y transporte, y una mayor transparencia de los mercados, las expectativas de inflación seguirán siendo vulnerables a shocks externos y debilidades estructurales internas”, concluye Torero.

La FAO apuesta por ampliar la protección social, con transferencias de efectivo o vales de alimentos a la población más necesitada; reducir los cuellos de botella mejorando la eficiencia de la cadenas de suministro –las pérdidas postcosecha representan más del 13% de la producción alimentaria mundial–; garantizar unos mercados funcionales, ya que las prohibiciones de exportación agravan de forma considerable la inseguridad alimentaria; apoyar a los pequeños agricultores en los picos de producción –incluyendo acceso a capital– y por último estabilizar los precios con subsidios temporales focalizados y constituir reservas estratégicas.

Soluciones extremas para un clima extremo.

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