Mucho antes de convertirse en el abuelo benévolo de traje blanco que sonríe desde un cubo de pollo frito, Harland Sanders se vio envuelto en un tiroteo. Ocurrió en 1931, en una gasolinera de Kentucky, por una disputa con un competidor que no dejaba de sabotear su cartel publicitario. El altercado acabó con un muerto y con Sanders devolviendo el fuego en defensa propia.
Este episodio es la primera pista para entender que el hombre que construyó uno de los mayores imperios de comida rápida del mundo era cualquier cosa menos un personaje de marketing. Era un individuo complejo, temperamental y, sobre todo, forjado en una vida de adversidades que lo prepararon para un éxito que le llegaría cuando la mayoría ya piensa en la jubilación. Su historia, más allá de la receta secreta, es una clase magistral sobre el valor del fracaso y la perseverancia.
Su verdadera arma secreta no era su ‘mezcla especial de 11 hierbas y especias’. Ni de cerca. Su verdadera arma era su determinación. Antes de perfeccionar su pollo frito, Sanders acumuló un currículum de fracasos que abarcaría varias vidas: fue bombero de ferrocarril, conductor de barco de vapor, vendedor de seguros e incluso abogado, carrera que terminó abruptamente tras una pelea a puñetazos con su propio cliente en pleno tribunal. Cada revés, sin embargo, pulía una habilidad: la venta, la operación, la gestión de personas. Lejos de ser una lista de derrotas, su trayectoria fue la más dura y completa de las escuelas de negocio.
La historia del Coronel Sanders es un alegato contra la idea de que existe una edad para triunfar o para rendirse.
Su filosofía de vida, forjada a base de golpes, era simple y demoledora. “Uno tiene que recordar que cada fracaso puede ser un trampolín hacia algo mejor”, afirmaba. Esta mentalidad fue la que le permitió no solo sobrevivir, sino capitalizar sus errores. Cuando finalmente encontró una relativa estabilidad con un restaurante en Corbin, Kentucky, el destino volvió a ponerlo a prueba: la construcción de una nueva autopista desvió todo el tráfico, llevándolo a la quiebra.
A los 65 años, con sus ahorros diezmados y viviendo de un cheque de la seguridad social de 105 dólares, Sanders se enfrentó a la decisión que definiría su legado. En lugar de retirarse, cogió su olla a presión y su receta secreta y se lanzó a la carretera para franquiciar su idea. La leyenda dice que fue rechazado más de mil veces antes de que un restaurador de Utah le diera el sí.
Fue ahí cuando el hombre se convirtió en leyenda. Abrazó el título honorífico de «Coronel de Kentucky», se enfundó su icónico traje blanco y convirtió su propia persona en el mayor activo de la marca. Pero su éxito tardío no lo ablandó. Abrumado por un crecimiento exponencial que alcanzó más de 600 locales, vendió la compañía en 1964 por dos millones de dólares. Lo que podría haber sido un final feliz se convirtió en una nueva batalla.
La historia del Coronel Sanders es un alegato contra la idea de que existe una edad para triunfar o para rendirse
Sanders se transformó en el crítico más feroz de KFC, denunciando que la estandarización corporativa había destrozado su legado. Famosamente, se refirió a la nueva salsa como “pasta de empapelar” y al pollo como “basura maldita por Dios”, llegando a demandar a la empresa que él mismo creó. Su intransigencia revela una lección crucial: la tensión entre la visión del fundador, obsesionada con la calidad, y la lógica corporativa, centrada en la escala y el beneficio.
La historia del Coronel Sanders es, en esencia, un alegato contra la idea de que existe una edad para triunfar o para rendirse. Él mismo lo resumió en una de sus frases más célebres: “Solo digo que la moraleja de mi vida es no rendirse a los 65 años, tal vez tu barco aún no ha llegado. El mío no lo había hecho”. Su vida constata que la experiencia acumulada, incluso a través del fracaso, es un activo incalculable. Continuó viajando como embajador de la marca hasta poco antes de su muerte a los 90 años, siempre fiel a su principio más arraigado, un consejo que resuena hoy con más fuerza que nunca en un mundo que a menudo nos empuja a retirarnos antes de tiempo: “Un hombre se oxida mucho más rápido de lo que se desgasta”.
Antonio J. es escritor y cofundador y director editorial de www.rrefugio.com, agencia especializada en contenido, ecommerce, estrategia digital y branding.