“Nuestra feria no viene a substituir el mercado del arte”, afirman los dos artistas fundadores de la neoyorquina Zero Art Fair. “Es un experimento dentro de un sistema que no funciona para muchos artistas o amantes de lo artístico. Y defendemos que todo el mundo se merece vivir con obras de arte”. Lo novedoso de esta feria es que, replanteando aspectos concretos del mercado, las obras están a disposición de los visitantes que se las pueden llevar sin mediar coste ni comisión. Hay una lista de precios, eso sí, y los interesados deben firmar un contrato por el que, si aparece otro comprador para esa obra, pueden optar por ejercer un derecho de tanteo al precio pactado previamente y conservarla, o bien devolverla. Si después de cinco años no aparece ningún otro comprador, se pueden quedar con la obra, a coste cero. En contrapartida, se comprometen a dejarla para exposiciones puntuales y aceptan que su nombre figure en un registro público. La filosofía no puede ser más simple, y parte del convencimiento que muchos artistas tienen los estudios repletos de obras sin vender y es mejor que las obras sean vistas y apreciadas que seguir languideciendo en las estanterías.
El modelo de negocio de Zero Art Fair nos abre a pensar fórmulas más democráticas para acercar las obras de arte a la población
La feria nació el año pasado en el pueblo de Elizaville, en el estado de Nueva York. Este año ha ganado en centralidad, recalando en un edificio lleno de galerías del barrio de Chelsea, en la sede de la Flag Art Foundation, propiedad del coleccionista Glenn Fuhrman. ¡Y con el sorprendente patrocinio del megagalerista más famoso, Larry Gagosian! En esta segunda edición las transacciones superaron el medio millón de dólares con precios que iban de los 70.000 a los 50.000 dólares. Los fundadores, Jennifer Dalton y William Powhida, señalaron que “si bien todo el mundo habla de la necesidad de democratizar este mercado, eso solo suele significar facilitar el acceso técnico, no bajar los precios a cero”.
Los visitantes pueden llevarse las obras a casa sin mediar coste ni comisión
Indudablemente, el modelo que plantean no está pensado para galerías de arte sino para una tipología concreta de artistas, y no va a solucionar los problemas por los que se critica a esta industria, de ir dirigida a una comunidad elitista, de especulación detrás de las ventas millonarias, o de crisis del modelo tradicional de feria. No obstante, es un experimento que nos recuerda que otro modelo de acercar el arte a la población, más democrático, es posible.