La IA ya va a tercero: sombras y karaokes
Es septiembre y volvemos a la universidad. Vuelven los cafés de primera hora, los apuntes, los portátiles y la pestaña del navegador con el ChatGPT. Este es el tercer curso académico con chatbots de IA generativa disponibles para todos y la pregunta ya no es si la IA debe entrar en el aula –es evidente que ya está ahí– sino cómo aprendemos y enseñamos en este nuevo escenario.
La universidad vive entre sombras y karaokes. Sombras, porque el uso de la IA es masivo pero a menudo invisible, oculto al profesorado e impermeable a reglamentos. Y karaokes, porque parte de la evaluación se basa todavía en trabajos escritos que una máquina puede imitar perfectamente. Estamos haciendo cantar al alumnado éxitos de cuando éramos jóvenes y encima en un escenario mal iluminado.
Cuando los primeros chatbots llegaron en el 2022, la respuesta fue el pánico: prohibiciones, detectores de IA, sospechas de plagio en todas partes. Tres años después sabemos que estos detectores generan falsos positivos y que prohibir es volver al 2001, cuando Wikipedia entró en la universidad, o a 1998, cuando entró Google. La IA nos obliga a evaluar la evaluación. La analogía del karaoke es del profesor de historia de la ciencia de Princeton D. Graham Burnett: la universidad ha obligado durante décadas a los estudiantes a realizar un “karaoke académico” con ensayos que imitan en pequeño el trabajo de los profesores. Ahora que la máquina puede hacer ese karaoke mejor que ellos, el problema no es la IA, sino el valor de estas tareas.
La IA está en todas partes y son los estudiantes, los que la usan, los más expertos
En las antípodas del modelo universitario está el modelo empresarial (aunque cada vez las universidades se gestionan más como empresas). Sin embargo, podemos extraer aprendizajes de la irrupción de la IA en las corporaciones. Un informe reciente del MIT sobre el estado de la IA dejó titulares jugosos, como que solo el 5% de los pilotos empresariales llegan a buen puerto. Tomemos nota. También habla del concepto de IA en la sombra: el uso de IA al margen de licencias o normas institucionales. Solo un 40% de las empresas tienen suscripciones oficiales, pero más del 90% de sus trabajadores la utilizan con licencias personales. En la universidad ocurre lo mismo: la IA está en todas partes y son los estudiantes –los que la usan– los más expertos. Pero ser experto en una herramienta no es lo mismo que utilizarla con objetivos claros. Necesitamos humanos de hoy.
Sacarla a la luz
IA en la sombra: la IA que todos utilizamos pero que no reconocemos; es necesario garantizar el acceso igualitario con licencias institucionales y formación crítica y ética
Al margen del caso de uso más popular –generar trabajos escritos para entregarlos como propios–,
los estudiantes demuestran habilidades avanzadas
de las que podemos aprender. El podcast Hard fork recogía varios testimonios. Keith, de Princeton, utiliza la IA en directo en el aula para completar vacíos en demostraciones matemáticas que no entiende o que el profesor deja indicadas. Greta, en el MIT, ha creado un flujo de estudio basado en Gemini de Google: sube los apuntes que toma a mano a Google Docs, Gemini los transcribe, resume y elabora un cuestionario de repaso. Pia, norteamericana en Alemania, escribe sus ensayos en inglés y después los traduce con la ayuda de ChatGPT y de una amiga alemana,
y así aprende la lengua. Vikram, en Michigan, lo resume: es como internet o la calculadora, “si no la usas, te quedas atrás”.
Pero la sombra de la “IA en la sombra” no es la única. La Unesco alerta de que la IA llega a la educación de forma desigual. Un tercio de la humanidad sigue fuera de línea y el acceso a los modelos más avanzados depende del idioma, suscripción e infraestructura; la utilización en la sombra amplifica las desigualdades. Por un lado, quien paga suscripciones prémium tiene mejores respuestas y más cuota de uso. Por otro, la dependencia de plataformas privadas condiciona currículos sin control público. Y, finalmente, si la evaluación sigue basada en el karaoke, se mantiene la sospecha de que el trabajo ha sido generado por IA.
Salir de las sombras y del karaoke pide que la universidad se ponga a componer canciones de ahora. El primer paso es hacer explícito el uso de la IA con directrices pedagógicas claras que definan qué se permite, qué no y cómo se documenta. Tal y como propone Carlo Perrotta, investigador en la facultad de Educación de la Universidad de Melbourne, la mejor estrategia no es perseguir a los alumnos con detectores ineficaces, sino negociar con ellos un “contrato democrático” de usos y abusos de la tecnología. Este contrato obliga a hacer explícito en cada trabajo si y cómo se ha usado la IA; evita la policía inútil y la colonización acrítica del aula. Es una vía mucho más honesta que mantener un karaoke obsoleto o dejar la IA en la sombra.
También hay que centrar las evaluaciones en los procesos y no solo en el resultado final. Dietarios de aprendizaje, defensas orales y evaluaciones entre iguales permiten medir el camino seguido para llegar a un resultado. Otra vía es rediseñar tareas para que la IA sea instrumento y no sustituto: proyectos reales, estudios de caso, debates e incluso trabajos manuales. Sí, trabajos manuales, que la IA no puede hacer. ¿Qué mejor para entender los principios de la fotografía que construir una cámara oscura con una caja de zapatos? Todo esto implica reconfigurar el rol del profesor, que debe pasar de ser un selector de éxitos de karaoke a ser el productor musical de los nuevos éxitos de los alumnos. Y si queremos que la universidad sea equitativa –porque lo queremos, ¿no?– es necesario garantizar el acceso igualitario con licencias institucionales y formación crítica y ética.
Directrices
La universidad ha hecho demasiado tiempo karaoke académico; ahora necesitamos canciones de hoy
Este año, la IA ya va a tercero. Ha cambiado el paisaje de la educación superior y ha puesto en evidencia que memorizar y repetir no es ventaja competitiva. El valor de la universidad está en otro lugar: valores, criterio, creatividad, libertad intelectual, aprendizaje horizontal y trabajos manuales. Las sombras –uso oculto, desigualdades, dependencia– y los karaokes –tareas obsoletas– no los pueden tapar. El futuro dependerá de arrojar luz a las sombras y de cambiar los éxitos de nuestra juventud por las nuevas creaciones de nuevos compositores, que, muy posiblemente, serán a ritmo de reguetón y no de Camilo Sesto.