En muchos países occidentales la confianza en los políticos es casi nula. Una de las razones es la percepción de que en política domina el cinismo: la ausencia de principios o convicciones y la defensa de ideas que son, simplemente, las que convengan para alcanzar o aferrarse al poder.
Pensé en el cinismo al leer el artículo de Scott Bessent, secretario del Tesoro americano, en The Wall Street Journal del pasado día 5. En su asalto a la independencia de la Reserva Federal (Fed) cualquier arma es válida para la Administración Trump. La diatriba de Bessent contra la Fed se centra en sus políticas monetarias no convencionales y en la expansión excesiva de sus competencias, en especial en el ámbito regulatorio.
Según Bessent, las políticas no ortodoxas han tenido un impacto negativo y se deberían haber usado solo en los momentos de crisis. No han servido para controlar la inflación. Han erosionado la separación entre la política fiscal y la política monetaria, con incentivos perversos para el control del déficit público. Y, por último, han generado desigualdad, puesto que se ha rescatado a los inversores en bolsa que son, en su mayoría, personas de rentas elevadas. En regulación, la omnipresencia de la Fed, según el secretario, le impide desempeñar un papel ecuánime puesto que determina los tipos de interés, que son cruciales para los bancos, y al mismo tiempo los regula y supervisa.
Trump y Bessent, en la Casa Blanca
Desconfianza
Con las políticas no convencionales los bancos centrales se han colocado a sí mismos en una posición política muy débil
Comparto varias de las críticas que hace el Sr. Bessent. Como argumenté en mi libro Confiar no tiene precio, con las políticas no convencionales los bancos centrales se han colocado a sí mismos en una posición política muy débil y la confianza de la población en los mismos se ha erosionado. Los errores de regulación también han sido considerables.
Sin embargo, Bessent es poco creíble esgrimiendo estos argumentos ahora, tras los duros ataques del presidente Trump a la Fed. Ha insultado a su presidente. Ha cuestionado e inspeccionado las reformas de sus edificios. Ha colocado a sus fieles en el consejo de gobernadores de la institución y ha tratado, de momento sin éxito, de destituir a la gobernadora Lisa Cook. Si ella dejara el cargo, Trump conseguiría una mayoría en el consejo del banco central. ¿Quiere de verdad el señor Bessent la independencia de la Fed, como afirma? ¿O, por el contrario, solo trata de desacreditarla? Esta es una batalla por el control de la institución actual, pero también, y esto aún es más grave, un intento de modificar la misma esencia del banco central.
Cuando el señor Trump acusa al presidente Powell de no bajar los tipos y cuantifica lo que el Gobierno se ahorraría en pagos de intereses si estos bajasen del 4% al 1%, es muy difícil creer que su secretario del Tesoro está pensando en garantizar la independencia de la Fed. No hay muestra más clara de subordinación de la política monetaria a la política fiscal que dictarle los tipos de interés al banco central en busca de ahorros presupuestarios.