Se acaba de publicar el Global innovation index 2025 , uno de los rankings de innovación de referencia. La gran noticia es que China irrumpe en la cima de la innovación global, y desplaza a Alemania del top 10 . Sin embargo, lo más llamativo es comprobar cómo la innovación se concentra cada vez más en áreas concretas (hubs , distritos o clústeres innovadores). Los diez más importantes generan el 40% de las patentes mundiales, el 35% de la actividad global de capital riesgo y el 15% de las publicaciones científicas internacionales. La economía global se reconcentra en zonas de alta densidad innovadora. Las principales son:
1. Shenzhen–Hong Kong (China). La gran bahía del sur de China combina la industria avanzada de Shenzhen (una humilde aldea de pescadores hace apenas 25 años) con la capacidad financiera de Hong Kong. Fue designada primera zona económica especial por Deng Xiaoping en 1980. Se consolidó como centro mundial de manufactura electrónica en los dos mil, cuando miles de empresas taiwanesas, japonesas y occidentales instalaron sus fábricas de producción allí. Hoy en esta zona se ubican más de 25.000 empresas de alta tecnología, con líderes como Huawei (comunicaciones), BYD (vehículos eléctricos) o DJI (drones). La inversión en I+D sobre PIB supera el 5%, una de las más altas del mundo.
2.Tokio–Yokohama (Japón). Considerado el mayor clúster global hasta el 2024, desbancado por Shenzhen debido a la menor dinámica de capital riesgo. Es el clúster con más capacidad inventiva: en esta zona se registra el 10% de las patentes mundiales. La innovación está liderada por empresas como Mitsubishi, NTT, Sony o NEC, que trabajan integradas en potentes keiretsu, redes de empresas relacionadas. Si el clúster es una realidad económica (una concentración de agentes en el territorio); el keiretsu es una forma de organización industrial, una red social subyacente que coopera para asegurar el dinamismo económico del clúster.
Geografía del poder
La tecnología, la innovación y el desarrollo se han desplazado hacia Asia en muy poco tiempo y en países que hace años se consideraban del “tercer mundo”
3.Silicon Valley (EE.UU.). Especializado en semiconductores y ciencias de la computación, alberga el núcleo clave de empresas tecnológicas globales (Google, Apple, Tesla, Open AI, Nvidia, Intel). Surge alrededor de universidades como Stanford o Berkeley, bañadas en fondos estratégicos de I+D durante la guerra fría. Récord per cápita en patentes y operaciones de capital riesgo. Constituye el modelo de referencia de ecosistema emprendedor, capaz de concebir y escalar empresas globales en la frontera tecnológica en cuestión de meses.
4.Pekín (China). Principal hub tecnológico de la China continental. Acumula un increíble potencial investigador, con instituciones de élite como la Universidad de Tsinghua, o la Academia China de Ciencias. Líder mundial en publicaciones científicas per cápita (el doble que Silicon Valley), genera el 4% de la investigación mundial. Cuna de Baidu (el “Google chino”), Xiaomi, Lenovo o ByteDance (TikTok).
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5.Seúl (Corea del Sur). Clúster especializado en electrónica de consumo, construido sobre los chaebol coreanos –redes de cooperación similares a los keiretsu japoneses–. No compiten las empresas solas: compiten los chaebol, que cuentan con entidades financieras, universidades vinculadas y proveedores especializados. Destacan Samsung (21% de las patentes de la zona) y LG. Ambos lideran la innovación en chips, smartphones y dispositivos electrónicos. El Nobel de Economía Joseph Stiglitz recordaba que Corea del Sur era más pobre que Ghana en 1960. Si hubiera apostado por sus “ventajas comparativas” (aquello en lo que el país era bueno), hoy seguiría exportando arroz, en lugar de semiconductores.
Nacimiento
Cada clúster se construye sobre una red social por la que fluyen y se intercambian las ideas, con el Estado que aporta capital
Algunos de esos clústeres eran inexistentes hace poco. Surgieron en zonas consideradas recientemente “tercer mundo”. Hoy, la geografía de la innovación se desplaza hacia Asia. El triángulo Shenzhen–Seúl–Tokio, en cuya área se inserta Taiwán (sede de TSMC, fabricante de chips de silicio de escala nanométrica, clave para el despliegue de la IA), es ya el epicentro del poder tecnológico mundial, con permiso de Silicon Valley, revitalizado con las políticas tecnonacionalistas de Trump.
Asia nos demuestra que lo que ocurre en innovación ocurre rápido: zonas irrelevantes se sitúan en la élite tecnológica global en poco tiempo. Es cuestión de políticas y de liderazgos consistentes. No se conocía cultura de I+D entre los pescadores de Shenzhen o los campesinos de Seúl. En esos hubs se han desarrollado de forma concurrente centros de investigación, industrias de alta tecnología y operadores financieros especializados.
Por eso no existe el problema de la “transferencia tecnológica”. Interactúan constantemente emprendedores, científicos, directores de I+D e inversores de capital riesgo. No hay silos. Cada clúster se construye sobre una red social por la que fluyen y se intercambian el talento y las ideas. Detrás existe un Estado emprendedor que inyecta el combustible financiero primigenio y prioriza la I+D.
La innovación no surge como un proceso de “desbordamiento” del conocimiento científico creado en universidades y centros de investigación, sino como algo mucho más complejo y de naturaleza social, que requiere un ecosistema de agentes que ofrezca todo lo que la universidad no tiene: empresas próximas con experiencia en I+D; capacidades industriales de test y escalado; directivos habituados a la estrategia tecnológica y al marketing de alta tecnología; mercados sofisticados; capital riesgo especializado, y administraciones públicas ágiles y proclives a asumir riesgos y a experimentar para que las ideas lleguen rápido al mercado.
Tampoco es cuestión de tamaño: la densidad y la confianza entre los agentes cuentan. Por ello, entre las diez economías más innovadoras del mundo se encuentran también algunos países pequeños como Suiza, Singapur, Finlandia, los Países Bajos o Dinamarca. El 50% del PIB de EE.UU. Se genera en una veintena de hubs y distritos urbanos (Silicon Valley, Boston, Nueva York, Seattle, Austin…). La innovación es un fenómeno de proximidad: quien sea más ambicioso concentrando talento, dotándolo de incentivos y dándole libertad para crecer se hará un lugar en la nueva geografía de la prosperidad.