La asimetría y la desconexión entre las realidades del campo y de la ciudad son uno de los grandes retos estructurales de nuestra sociedad. Mientras las zonas urbanas concentran cada vez más población, servicios e inversión, miles de pequeños municipios del país pierden habitantes, actividad económica y perspectivas de futuro. Según datos oficiales, más del 80% del territorio es considerado rural, pero solo el 15,7% de la población reside en él. En la última década, ocho de cada diez municipios de menos de 5.000 habitantes han perdido población. La situación es crítica: más de 4.000 municipios se encuentran hoy en riesgo de despoblación, lo que implica no solo debilitar la cohesión territorial, sino también poner en peligro un patrimonio vivo de conocimientos e historias de gran valor.
Cohesión
Más de 4.000 municipios se encuentran hoy en riesgo de despoblación: hay que llenarlos de oportunidades e innovación
El sector agroalimentario representa mucho más que una actividad económica esencial. Por su capilaridad, su arraigo local y su capacidad de generar valor desde el origen, actúa como columna vertebral de muchas comunidades rurales, donde es la principal fuente de empleo y desarrollo. A menudo se asocia el campo con la tradición, pero rara vez con la innovación. Y, sin embargo, pocas realidades han exigido tanto ingenio como la vida rural.
Durante generaciones, el trabajo en el campo ha sido un ejercicio continuo de adaptación: al clima, a la escasez, a la distancia, a la falta de recursos. Nuestros antepasados no innovaban por tendencia, sino por necesidad. Esa cultura de resolver lo complejo con medios limitados es, en esencia, una forma profunda de innovación. Hoy la innovación ha dejado de ser artesanal para hacerse tecnológica, pero el impulso es el mismo: encontrar nuevas formas de hacer las cosas, con sentido, con eficiencia y con impacto. El ADN del mundo rural es innovador, porque siempre ha tenido que serlo.
Carlos Castro
Este tipo de iniciativas también está atrayendo jóvenes con formación técnica, con vocación de emprendimiento y con una visión diferente sobre cómo producir y vivir. En muchos casos, personas que deciden quedarse o volver a su lugar de origen, no por falta de alternativas, sino por convicción. Pero para que este cambio sea estructural, es necesario reforzar las condiciones que permitan vivir, invertir y desarrollarse en estos entornos rurales. Acceso a la vivienda, conectividad digital de calidad, servicios públicos sólidos, movilidad funcional o un marco normativo ágil son elementos imprescindibles.
Revertir la despoblación no es solo una cuestión demográfica: es una decisión económica, social y cultural. Cada iniciativa empresarial que nace en un pueblo y cada familia que elige quedarse o volver es una inversión en cohesión.
El futuro no puede construirse solo desde las grandes ciudades. El campo no es un vestigio del pasado, sino una pieza imprescindible de un modelo de país más equilibrado, más innovador y justo. Debemos trabajar para evitar que el campo se vacíe y llenarlo de oportunidades.